Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


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26/10/2013

Pena que son sólo tres.

Esto de la serendipia es maravilloso, pero tiene su mezquindad, también: a veces, damos con algo buenísimo, pero es sólo una muestra. Es, literalmente, un botón -cuando tener la prenda completa sería tan, pero tan interesante... 


Pero bueno, las cosas son como son, y he aquí un hallazgo: tres muestras de tres prostitutas vienesas en tiempos de auge vistoriano (circa 1965). Eran una suerte de menú (el término concreto es carte-de-visite) para los clientes (fuente es www.gettyimages.com)









Aparentemente atrevidas. Definitivamente vulgares. Y muy, muy vestidas.






27/03/2012

Los Impronunciables (o Wulffmorgenthaler)

Qué decir de esta dupla... Que son un par de humoristas, es obvio. Que son buenos, no es tan obvio, pero es cierto. Que hacen el humor que muestro acá, es cierto, pero sólo parcialmente: la verdad es que su humor va desde la escatología inimputable a la incorrección política total, pasando por los que rescato aquí: tal vez las tiras más basadas en la paradoja, la bivalencia y demás vicios que padecemos y reproducimos a diario en esta sociedad occidental...

Como sólo trabajan en sueco o inglés, cada una de las tiras tiene su respectiva traducción. Enjoy 'em. Perdón: disfrútenlas.


'Decime, mi vida: quién te mostró los genitales?'

El último intento de José para hacer dinero rápido.
(detrás vende 'Mi alma' - 'Mi integridad' - Mi libertad')

El boliche más de moda del mundo. "Nunca han admitido a una sola persona!"
(cartel) No se acepta a nadie.


Entiendo que existe algo llamado el efecto mariposa, que implica que
mi aleteo debería hacer llover en Japón o algo así. Pero doctor, 

aleteo y aleteo y no pasa nada! Nada! Puede fijarse
 si todo está bien ahí atrás?

La afirmación que conforma la más grandiosa amenaza
 a toda la civilización occidental: Estoy completamente satisfecho
con mi vida, tengo todo lo que necesito... No voy a comprar nada nunca más!

Tierra: encendido - apagado.

Uno de los primeros asesinatos: Tengo el presentimiento que lo que decidimos
como la reacción a esta cuestión va a tener mucho significado para el
futuro de la civilización. ¿Debería ser condenado o celebrado? Luce fascinante,
pero por otro lado también doloroso para el otro tipo...

Jenny metió en el depósito a su familia hasta que pudiese darse cuenta de
su propio potencial interno: 'Cuando sepa quién soy,
les prometo venir y sacarlos. Por los próximos cuatro meses me voy
a España a tomar un curso de modelado de vasijas'.

Sabés que hay un dicho... "Alas grandes, pene pequeño"...


Experimento científico para explicar por qué todas las mujeres encuentran
en hombre horrible tocando la guitarra acústica cerca del fuego a alguien
simplemente irresistible.

Por pura coincidencia Luke y Ricky descubrieron la verdad sobre el Infierno:
Hola, gente! Parecen sorprendidos, pero este lugar no es realmente tan malo
 como todo el mundo piensa... Es caluroso, pero aparte de eso estamos
 pasando un muy buen momento! Realmente cálido!

Si 'El Señor de las Moscas' hubiese sido escrito hoy en día:
Dame la puta caracola!

Cuando Dios no está realmente enfurecido, sino fastidiado:
Ahora escucha, Gerardo. Sos un hombre irritante. Siempre escupes
comida grasosa en remeras recién estrenadas, te comés tus propios mocos,
te has masturbado con 'Toy Story'... Me hace sentir que simplemente he
malgastado mi tiempo haciendo este planeta horrible!

Darwin tuvo que re-evaluar sus teorías cuando presenció a Dios en acción
en el más allá: Y entonces la cosita sólo necesita una oreja aquí...
Es graciosísimo! Heeeheee!

Andrés, qué es eso? Sólo tráenos algo que podamos comer, tonto!

Cómo funciona la democracia: Ustedes pueden haber tenido una educación
distinguida y un alto coeficiente intelectual, pero el resto de nosotros dice que
TODOS saltemos en este lago de lava hirviendo! Ahora, vamos!

Por una casualidad, Ralph abrió una puerta que llevaba a una réplica
 del universo que conocemos pero cabeza-abajo: Ciérrala, estoy muy
tensionada ahora... vamos a almorzar a casa de mi hermana
 y ya estamos retrasados...







23/03/2012

La Trilogía de la Trilogía.


Si es cierto que 'las buenas cosas vienen de a tres' (good things come in three - el equivalente anglosajón del popular no hay dos sin tres), esta trilogía tiene el interés asegurado. No creo que él resida en su fuente (la Trilogía de New York de Paul Auster - una de las pocas obras de ingeniería narrativa que, aún sin fascinarme en términos de la historia, es admirable en su construcción acontecimental...). El verdadero interés de ellas reside en su mismo contenido: no sabríamos decidir cuál es la más inquietante, increíble -aún cuando dicen que alguna está muy cerca de la realidad (la de la viuda de Winchester, por lo menos).

Por eso, en lo que sigue refiramos a esta trilogía: no ya la de Auster, sino la que este post recorta, cual fractal de la fuente originaria. El ejercicio de construir una trilogía de la trilogía, recuerda que en cada objeto encontramos una parte que contiene todas las características del todo, como la repetición insistente de la estructura que la contiene.


i) (...) O la señora Winchester, la viuda del fabricante de rifles, que temía que los espíritus de las personas que habían muerto por dis­paros hechos con los rifles de su marido vinieran a llevarse su alma, y por lo tanto continuamente añadía habitaciones a su casa, creando un monstruoso laberinto de pasillos y escondi­tes, de modo que pudiera dormir en una habitación diferente cada noche y así eludir a los fantasmas. La ironía es que du­rante el terremoto de San Francisco de 1906 quedó atrapada en una de estas habitaciones y estuvo a punto de morir de inanición porque los sirvientes no la encontraban (...)

ii) (...) También está M. M. Bakhtin, el critico y filósofo literario ruso. Durante la invasión alemana de Rusia en la segunda guerra mundial se fumó la única copia de uno de sus manuscritos, un estudio sobre la literatura alemana que tenía la extensión de un libro y le había llevado años escribir. Una por una, cogió las pági­nas del manuscrito y utilizó el papel para liar sus cigarrillos, fumándose cada día un poco más del libro hasta que no quedó nada. Estas historias son verdaderas. También son pa­rábolas quizá, pero significan lo que significan solamente por­que son verdaderas (...).

iii) (...) “En un libro de Peter Freuchen que leí una vez”, escribe Fanshawe, “el famoso explorador del Ártico cuenta que quedó atrapado por una tormenta de nieve en el norte de Groenlan­dia. Solo con sus víveres disminuyendo, decidió construir un iglú y esperar a que amainara la tormenta. Pasaron muchos días. Temeroso, sobre todo, de ser atacado por los lobos -por­que les oía merodear hambrientos junto al tejado de su iglú-, periódicamente salía fuera y cantaba a pleno pulmón para asustarlos. Pero el viento soplaba furiosamente, y por muy alto que cantase, lo único que oía era el viento. Sin embargo, si bien éste era un problema grave, el problema del propio iglú era mucho mayor. Porque Freuchen empezó a notar que las paredes de su pequeño refugio iban gradualmente cerrándose sobre él. Debido a las peculiares condiciones atmosféricas en el exterior, su aliento literalmente congelaba las paredes y con cada respiración éstas se volvían más gruesas y el iglú se hacía más pequeño, hasta que finalmente casi no quedaba espacio para su cuerpo. Ciertamente es aterrador imaginar que tu pro­pia respiración te va metiendo en un ataúd de hielo, en mi opinión, es considerablemente más angustioso que, digamos, El pozo y el péndulo de Poe. Porque en este caso es el hombre mismo el agente de su destrucción y, además, el instrumento de esa destrucción es precisamente lo que necesita para man­tenerse vivo. Porque ciertamente un hombre no puede vivir si no respira. Pero al mismo tiempo no vivirá si respira. Curiosa­mente, no recuerdo cómo consiguió Freuchen escapar de aquella apurada situación. Pero no hace falta decir que escapó. El título del libro, si no recuerdo mal, es Aventura Ártica. Hace muchos años que está agotado (...).




Lo mejor de estas tres historias es una idea que aparece como preludio a todas: unas líneas antes de comenzar a narrar el caso de la señora Winchester, el autor afirma 'piensen en las co­sas que pasan, piensen en cómo estallan las vidas'







05/02/2012

Las Reglas del Volar.

...y así, finalmente, llegás al cielo.
Este post es una traducción (muy, muy precaria) del guión del corto Las Reglas del Volar (2004, Eugenie Jansen). Me resulta muy engorroso comentarlo, porque es un todo compuesto de manera consistente... preciosa (y precisa).  Y  sé, sin lugar a duda, que cualquier referencia que haga va a ser incompleta, desestimable y seguramente injusta.



Tal vez, viendo sus ideas generales, logre que lo busquen y comprueben lo bueno que es. 



Esto es lo que narra: 




"Realmente lo tienes que desearNo hay excusa para fracasar. Querer es poder: Ésa es la primera regla del volar. 

Si un pájaro dudase, caería irremediablemente: Debes tener fé.

Hay que evitar espacios cerrados. Las paredes y techos intensifican el efecto de la gravedad.

Debes vencer el miedo. Aleja tus límites. Coraje y audacia, de eso se trata.

Debes pensar ligeramente, pero sólo pensar no te ayudará. Comer pesado tampoco.

Debes impulsar tu cuerpo y mente.

Quien asume el riesgo, encontrará la recompensa. 

Debes estar dispuesto a dejarlo todo. Soltarte. Una vez en el aire, verás qué fácil es sentirse libre.



(como siempre, los destacados son míos.)



22/12/2011

Sin título (XXII)



He cometido un acto irreparable: he establecido un vínculo...


Jorge Luis Borges.





08/12/2011

Chéjov (técnica: patchwork)

Armemos un mosaico. No cualquiera, sino uno de Chéjov. Tomemos de sus apuntes, estas dos, tres, cuatro, veinte, cien buenas ideas:



Los hipócritas ordinarios aparentan ser palomas; los hipócritas de la política y de la literatura, águilas. Que sus aires aquilinos no te intimiden. No son águilas, sólo ratas. O perros


***

Si la humanidad llegó a concebir la historia como una serie de batallas, es porque antes consideró que la lucha era esencial para la vida.

***

Él aprobaba que su novia fuera devota, le complacía que tuviera ideas y convicciones rigurosas. Desde que se convirtió en su mujer, en cambio, este mismo rigor lo indignó.


***

El pueblo son aquellos más brutos y más sucios que nosotros. Y nosotros, nosotros jamás somos el pueblo. La dirección general de impuestos nos divide en simples contribuyentes y en privilegiados, pero ninguna distinción es válida: pueblo somos todos. Y nuestras mejores obras son las obras del pueblo.

***

El cuñado corteja a la joven esposa: 'lo que usted necesita es un amante'.

***

Siendo la diferencia entre los climas, las mentalidades, las energías, los gustos, las edades y los puntos de vista un dato incontrastable, la igualdad de los hombres jamás será posible. La desigualdad debe considerarse, por lo tanto, como una ley inmodificable de la naturaleza. Pero nosotros somos capaces de volver inocua esta desigualdad, como lo hacemos con la lluvia o con los osos. Al respecto, la educación y la cultura harán grandes conquistas. Un científico pudo lograr, de manera excelente, que un gato, una rata, un halcón y un gorrión coman del mismo plato.



02/12/2011

Sin título (XXI)



Cuando el diablo está satisfecho, es una buena persona.



Johnatan Swift.






12/11/2011

Obedecer II


Encarguémonos, ahora, de la película. Ya saben: acontece algo importante (un best-seller, o una historia que tiene impacto mediático, o un guionista desempleado -con un momento de inspiración o al que simplemente alguien contó una buena historia que atribuirá a su imaginación-), y viene la película. En este caso no es ninguno de los anteriores, sino la presentación de las conclusiones de los experimentos de Stanley Milgram.  

En este post nos dedicaremos, como la película menciona en el final, en lo que el experimento nos dice acerca de nosotros mismos a la hora de obedecer, y también, de aquellas cosas que (mal) suponemos a diario acerca de este tema. La primera y más general, es muy simple: solemos creer que hay una relación directa entre el tipo de persona y sus acciones: en el experimento vemos que alguien no necesariamente tiene que ser sádico -o incluso violento a primera vista- para actuar inhumanamente. La segunda suposición errada es nuestra creencia en que si una persona se enfrenta a un dilema moral, acabará por actuar como su consciencia le dicta ignorando las convenciones sociales. Acontece, en la mayoría de los casos del experimento, lo contrario: la poderosa presión social, hace que algunos parámetros morales sean ignorados.

Sentemos la cuestión en las propias palabras de Milgram: Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían en un experimento científico. La férreo autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (=participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en sus oídos, la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad, subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.



Universidad de Yale
(captura de Filmoteca)
En la película, Milgram dedica los primeros cuarenta minutos a mostrar las particularidades de los experimentos, deteniéndose en tres casos (dos individuos que obedecen y uno que se niega). Luego de esto, un narrador en off dice: Mucha gente sin conocer el experimento, hubiera dicho que estos individuos que llegan al límite son sádicos: Nada puede ser más tonto que decir eso! El contexto de sus acciones debe ser tenido en cuenta, siempre. Por eso, en experiencias posteriores experimentaron con algunos factores que contribuyen a forzar la situación, y fueron implementando dos variantes interesantes: en la primera, separan a la víctima en otro cuarto, para que el voluntario no pudiese verla ni oirla excepto por el hecho de que, al recibir 300 voltios, comenzaban a escucharse golpes en la pared (luego de ese voltaje no se lo oía para nada). En la segunda, pusieron a la víctima a 45 cm de distancia, visible y oíble, pero sólo recibía la descarga si su mano estaba apoyada sobre una placa conductora. Al pasar los 150 voltios, la víctima exigía que se la liberase, y se negaba a colocar la mano sobre la placa. El 'científico' le ordenaba al sujeto que forzase a la víctima a poner la mano sobre la placa (de este modo, se lograba que tuviera contacto físico con la víctima) y así poder aplicar el castigo pasados los 150 voltios. Los resultados no variaron más allá de las conclusiones generales (cfr. post anterior). Sigue el narrador en off comentando que, dado que la obediencia disminuía mientras más próximos se encontrasen víctima y victimario, era de esperar que la proximidad del experto tuviese también un papel importante. En una serie de experimentos variaron la distancia física, y el grado de vigilancia: por ejemplo, probaron que luego de dar las instrucciones iniciales, el experto se retiraba de la sala y daba instrucciones por teléfono; también probaron que el experto nunca estuviese a la vista, y las instrucciones eran dadas a través de una grabación que se activaba cuando el sujeto entraba en el laboratorio. El nivel de obediencia bajaba drásticamente (cuando el experto estaba presente, la obediencia era tres veces mayor que en el caso  teléfonico). 

Otra cuestión que creo determinante, acontece cuando se hace un cambio que a primera vista parece cuantitativo, pero que es claramente cualitativo: la aplicación de la experiencia a grupos. Desde el sentido común, sabemos que resistir a la autoridad es más fácil si nos encontramos mezclados entre otras personas, pero esta suposición no tiene por qué sostenerse bajo el microclima de Milgram. Veamos qué pasó allí. Continúa el narrador comentando que en lo grupal se realizaron varios experimentos. En todos los casos, solo se estudió un sujeto por hora que se desempeñó -sin saberlo- entre actores contratados. En un experimento, los actores se rebelaban contra el experto, y en el 90% de los casos el individuo que estaba siendo estudiado los imitaba. En otros, los actores siguieron las órdenes obedientemente, lo que incrementó el poder del experto, pero sólo apenas. En una tercera serie de experimentos, la tarea de accionar la descarga era realizada por uno de los actores y el sujeto sólo cumplía tareas secundarias: en este caso, sólo tres de los cuarenta estudiados se rebelaron. 


El film concluye con lo fundamental de este estudio: lo inquietante de sus resultados, si reparamos en que estamos hablando de la naturaleza humana. Concretamente, demuestran que la naturaleza humana no es confiable a la hora de aislar a un hombre de la brutalidad y del trato inhumano. Si se encuentra bajo las órdenes de una autoridad despiadada, la mayoría de la gente hará lo que le digan sin tener en cuenta en qué consiste el acto. Además, ignoran las limitaciones de conciencia si sienten que la orden proviene de una fuente de autoridad legítima. Lo curioso es que en este experimento, era un 'científico' anónimo, al que los voluntarios no conocían, quien logró que varios adultos sometan a otro hombre de cincuenta años y le apliquen dolorosas descargas eléctricas muy a pesar de sus quejas. Qué deberíamos esperar de un gobierno, que suponemos goza de la legitimidad de su cargo (al menos, para quienes son funcionarios de signo político afin)?. 


Esta fue la respuesta que produjo y ofreció Milgram a lo que había padecido la condición humana en el Holocausto.




29/10/2011

Sin título (XX)






Yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos. 


Jorge Luis Borges.






18/10/2011

Historia para Callarse

Hace un tiempo, encontré esta historia en ese enigmático libro que escribió Paul Auter en tres tiempos, y que juntos, los editores apodaron 'La Trilogía de New York'. Por alguna razón -que creo desconocer- no la recomentaré, ni la resignificaré y menos que menos la relacionaré con otra historia (filmada o narrada, tanto da). Sólo diré -y ya me estoy contradiciendo-, que versa acerca del tiempo y lo que creemos su verdadero padecimiento: la inexorabilidad... el problema está en que, cuando la progresión no acontece del modo en que estamos acostumbrados, nos impresionamos porque así no lo hizo. En otras palabras, la inexorabilidad de la que nos quejamos, es, a veces, lo más soportable que nos puede pasar. Deberíamos saberlo.  



'Re­cuerda una historia de una de las infinitas revistas que ha leído esa semana, una nueva de aparición mensual que se llama Más Extraño que la Ficción, que parece seguir el hilo de todos los otros pensamientos que acaban de venirle a la cabeza. En al­gún lugar de los Alpes franceses, recuerda, hace veinte o vein­ticinco años desapareció un hombre que estaba esquiando, tra­gado por una avalancha, y su cuerpo nunca fue recuperado. Su hijo, que era un niño entonces, creció y también se hizo es­quiador. Un día del año pasado fue a esquiar no lejos del lugar donde desapareció su padre, aunque él no lo sabía. Debido a los minúsculos y persistentes desplazamientos del hielo a lo largo de las décadas transcurridas desde la muerte de su pa­dre, el terreno era ahora totalmente diferente de como había sido. Completamente solo en las montañas, a kilómetros de ningún otro ser humano, el hijo encontró un cuerpo en el hielo, un cadáver, absolutamente intacto, como preservado en animación suspendida. Por descontado, el joven se detuvo a examinarlo y al agacharse para mirar la cara del cadáver tuvo la clara y aterradora impresión de que se estaba mirando a sí mismo. Temblando de miedo, como decía el articulo, inspec­cionó con más atención el cuerpo, completamente encerrado en el hielo, como alguien que se halla al otro lado de una gruesa ventana, y vio que era su padre. El muerto seguía siendo joven, incluso más joven que su hijo ahora, y había algo espantoso en eso, sintió Azul, algo tan extraño y terrible en ser más viejo que tu propio padre, que tuvo que contener las lágrimas mientras leía el articulo.


Parece que lo inexorable es siempre preferible. Para algunos, incluso es lo necesario (y por tanto, nada menos apropiado que quejarse de ello)...





07/09/2011

Masonería Indestructible

De la idea primigenia,
sale un plan de trabajo y una historia para novelar.
Y todo por el mismo precio
Qué bueno sería, si algún día, esta historia que sigue (con sus personajes y ambientación apropiada), alguien la transformase en novela. Sería mil veces más sólida que el Código Da Vinci y -sin dudas y sin mucho esmero- mucho más interesante que los intentos obvios de Umberto Eco en El Péndulo de Foucault. 

Me remito a contarla como la imaginó su escritor, mientras espero que alguien la concrete. Como siempre, los destacados son míos, y la belleza, también como siempre, es ajena. Y casi lo olvido: el autor es Michel Foucault*.


[viene comentando lo que eran unos trabajos que había comenzado y seguía trabajando] Podría deciros que, después de todo, se trataba de pistas a seguir, importaba poco a donde condujesen, incluso era importante que no condujesen a ninguna parte, que no tuviesen de antemano una dirección determinada. Eran líneas trazadas someramente, a vosotros corresponde continuarlas o conducirlas a otro punto. A mí proseguirlas eventualmente o darles otra configuración. De hecho, vamos a ver qué se puede hacer con estos fragmentos.

Desde mi punto de vista los imagino como un pez que salta sobre la superficie del agua y deja un trazo provisional de espuma, y deja creer, o hace creer, o quiere creer, o cree efectivamente que está debajo, donde no se lo ve, donde ya no es percibido ni controlado por nadie siguiendo una trayectoria más profunda, más coherente, más razonada. En efecto, una vez realizado el trabajo que he presentado, había considerado que este proceso fragmentario en su conjunto, repetitivo y discontinuo, correspondía a algo que podría llamarse una pereza febril que es propia caracterialmente de los amantes de las bibliotecas, de los documentos, de las referencias, de la escritura polvorienta, de los textos difícilmente localizables, de los libros que apenas impresos se cierran y duermen a continuación en las estanterías de las bibliotecas, algunos de los cuales no se consultan hasta siglos más tarde; todo esto contribuye sin duda a la inercia atareada de aquellos que profesamos un saber inútil, una especie de saber suntuoso, una riqueza de «nuevo rico» cuyos signos externos están a pie de página. 

Pereza febril que es propia de todos aquellos que se sienten solidarios con una de las más antiguas y de las más características sociedades secretas de occidente, sociedad secreta extrañamente indestructible, desconocida en la antigüedad, me parece, y formada al comienzo del cristianismo, en la época de los primeros conventos probablemente, al margen de las invasiones, de los incendios y de los bosques: me refiero a la gran, tierna y ardorosa masonería de la erudición inútil. Sin embargo, no es simplemente el gusto por esta masonería el que me ha estimulado a hacer lo que he hecho. Creo que el trabajo que hicimos podría justificarse diciendo que es adecuado al período concreto que habíamos estudiado, a estos diez, quince, al máximo veinte últimos años, período en el que se producen dos fenómenos que si bien no son realmente importante, son al menos, según mi parecer, bastante interesantes (...)


Cuánto daría por conocer las aventuras (¿necesariamente, también inútiles?) de esa masonería.








* En 'Microfísica del Poder', curso del 7 de enero de 1976.



04/07/2011

Una Buena Historia

Degustando unos sabrosos zapatos hervidos...
Seguramente conocen el dato porque es mencionado en el thriller Lucky Number Slevin (McGuigan, 2006). Aquí, el Señor Goodkat (interpretado por Bruce Willis), le cuenta a una de sus víctimas lo que para él es una 'buena historia': 'Charlie Chaplin participó una vez en un concurso de parecidos en Monte Carlo y obtuvo el tercer lugar. Eso es una buena historia'  (Charlie Chaplin once entered a Charlie Chaplin look-alike contest in Monte Carlo and came in third; that's a story). Pero lo cierto es que esta buena historia estuvo muchas décadas en el dominio público de los mitos urbanos, aunque tal vez, un poquito modificado, ya que se lo conocía como 'Charlie Chaplin, alguna vez perdió en un concurso de parecidos a Charlie Chaplin'. El punto es que el hecho tenía más de verdad que de leyenda. Cuando sucedió, en 1915, los concursos de imitaciones eran realmente populares como forma de entretenimiento (no olvidemos que él fue una de las primeras 'súper estrellas' del cine, adorado por esa paradoja que era ese hombrecito con atuendo de clase acomodada, pero sumido en la pobreza absoluta). Para el caso de los concursos de parecidos,  estamos hablando de este personaje (y no del actor, que andaría por la vida sin el bigote, el maquillaje, el sombrero bombín, los zapatos de payaso y su bastón)...

[Digresión para dato curioso: un actor aún novato, logró el primero puesto en uno de estos concursos en Cleveland. Su nombre era Bob Hope].

Volviendo al que nos ocupa aquí, existen datos que refuerzan lo curioso de la anécdota: por un lado, se dijo que  había acontecido en Monte Carlo -o incluso en Suiza-, y que el resultado lo había dejado en segundo o en tercero lugar (en este caso, no habría siquiera cualificado para llegar a la final). Además, hubo versiones que decían que su hermano, Syd Chaplin, había estado entre el jurado, y de hecho había seleccionado a quien salió primero. Lo cierto es que, como dice Joyce Milton -reconocido biógrafo del actor-, el concurso aconteció en un cine de San Francisco. El ganador lucía pantalones bolsudos, un saco ajustado, zapatos grandes para su talle -y en el pie equivocado-, y un bombín. Además, tenía el característico bigote -pero falso- y llevaba su bastón (recordemos que el concurso no implicaba ser parecido fisonómicamente al real Charlie Chaplin, sino en hacer una buena imitación de su personaje). Es aquí donde el verdadero, decide hacer la humorada de anotarse de incógnito, pero sólo logra perder. Cuando la broma fue descubierta, el actor declaró a un periodista que, dado lo penoso de las imitaciones, estuvo tentado de dar clases sobre el caminar de Charlot, con el deseo de que, al menos, se lo hiciese apropiadamente.