Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


12/11/2011

Obedecer II


Encarguémonos, ahora, de la película. Ya saben: acontece algo importante (un best-seller, o una historia que tiene impacto mediático, o un guionista desempleado -con un momento de inspiración o al que simplemente alguien contó una buena historia que atribuirá a su imaginación-), y viene la película. En este caso no es ninguno de los anteriores, sino la presentación de las conclusiones de los experimentos de Stanley Milgram.  

En este post nos dedicaremos, como la película menciona en el final, en lo que el experimento nos dice acerca de nosotros mismos a la hora de obedecer, y también, de aquellas cosas que (mal) suponemos a diario acerca de este tema. La primera y más general, es muy simple: solemos creer que hay una relación directa entre el tipo de persona y sus acciones: en el experimento vemos que alguien no necesariamente tiene que ser sádico -o incluso violento a primera vista- para actuar inhumanamente. La segunda suposición errada es nuestra creencia en que si una persona se enfrenta a un dilema moral, acabará por actuar como su consciencia le dicta ignorando las convenciones sociales. Acontece, en la mayoría de los casos del experimento, lo contrario: la poderosa presión social, hace que algunos parámetros morales sean ignorados.

Sentemos la cuestión en las propias palabras de Milgram: Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían en un experimento científico. La férreo autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (=participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en sus oídos, la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad, subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.



Universidad de Yale
(captura de Filmoteca)
En la película, Milgram dedica los primeros cuarenta minutos a mostrar las particularidades de los experimentos, deteniéndose en tres casos (dos individuos que obedecen y uno que se niega). Luego de esto, un narrador en off dice: Mucha gente sin conocer el experimento, hubiera dicho que estos individuos que llegan al límite son sádicos: Nada puede ser más tonto que decir eso! El contexto de sus acciones debe ser tenido en cuenta, siempre. Por eso, en experiencias posteriores experimentaron con algunos factores que contribuyen a forzar la situación, y fueron implementando dos variantes interesantes: en la primera, separan a la víctima en otro cuarto, para que el voluntario no pudiese verla ni oirla excepto por el hecho de que, al recibir 300 voltios, comenzaban a escucharse golpes en la pared (luego de ese voltaje no se lo oía para nada). En la segunda, pusieron a la víctima a 45 cm de distancia, visible y oíble, pero sólo recibía la descarga si su mano estaba apoyada sobre una placa conductora. Al pasar los 150 voltios, la víctima exigía que se la liberase, y se negaba a colocar la mano sobre la placa. El 'científico' le ordenaba al sujeto que forzase a la víctima a poner la mano sobre la placa (de este modo, se lograba que tuviera contacto físico con la víctima) y así poder aplicar el castigo pasados los 150 voltios. Los resultados no variaron más allá de las conclusiones generales (cfr. post anterior). Sigue el narrador en off comentando que, dado que la obediencia disminuía mientras más próximos se encontrasen víctima y victimario, era de esperar que la proximidad del experto tuviese también un papel importante. En una serie de experimentos variaron la distancia física, y el grado de vigilancia: por ejemplo, probaron que luego de dar las instrucciones iniciales, el experto se retiraba de la sala y daba instrucciones por teléfono; también probaron que el experto nunca estuviese a la vista, y las instrucciones eran dadas a través de una grabación que se activaba cuando el sujeto entraba en el laboratorio. El nivel de obediencia bajaba drásticamente (cuando el experto estaba presente, la obediencia era tres veces mayor que en el caso  teléfonico). 

Otra cuestión que creo determinante, acontece cuando se hace un cambio que a primera vista parece cuantitativo, pero que es claramente cualitativo: la aplicación de la experiencia a grupos. Desde el sentido común, sabemos que resistir a la autoridad es más fácil si nos encontramos mezclados entre otras personas, pero esta suposición no tiene por qué sostenerse bajo el microclima de Milgram. Veamos qué pasó allí. Continúa el narrador comentando que en lo grupal se realizaron varios experimentos. En todos los casos, solo se estudió un sujeto por hora que se desempeñó -sin saberlo- entre actores contratados. En un experimento, los actores se rebelaban contra el experto, y en el 90% de los casos el individuo que estaba siendo estudiado los imitaba. En otros, los actores siguieron las órdenes obedientemente, lo que incrementó el poder del experto, pero sólo apenas. En una tercera serie de experimentos, la tarea de accionar la descarga era realizada por uno de los actores y el sujeto sólo cumplía tareas secundarias: en este caso, sólo tres de los cuarenta estudiados se rebelaron. 


El film concluye con lo fundamental de este estudio: lo inquietante de sus resultados, si reparamos en que estamos hablando de la naturaleza humana. Concretamente, demuestran que la naturaleza humana no es confiable a la hora de aislar a un hombre de la brutalidad y del trato inhumano. Si se encuentra bajo las órdenes de una autoridad despiadada, la mayoría de la gente hará lo que le digan sin tener en cuenta en qué consiste el acto. Además, ignoran las limitaciones de conciencia si sienten que la orden proviene de una fuente de autoridad legítima. Lo curioso es que en este experimento, era un 'científico' anónimo, al que los voluntarios no conocían, quien logró que varios adultos sometan a otro hombre de cincuenta años y le apliquen dolorosas descargas eléctricas muy a pesar de sus quejas. Qué deberíamos esperar de un gobierno, que suponemos goza de la legitimidad de su cargo (al menos, para quienes son funcionarios de signo político afin)?. 


Esta fue la respuesta que produjo y ofreció Milgram a lo que había padecido la condición humana en el Holocausto.