Hay cosas que parecen estar más allá de la ortografía. Y aún de los purismos. Una de esas tantas, es el criterio de Ronald Martínez-Lahoz y Alejandro Córdova*, para la palabra que nomina al ilumnado, al despierto, al Buddha. La palabra como la conocemos ('Buda'), es la versión castellanizada de la original: 'Buddha'. La verdadera diferencia reside en que, la original mantiene el significado inscripto en su raíz pali, lengua en la que se escribe 'Budha' y significa, específicamente, despertar, iluminar. A esa raíz 'budha' se le coloca el sufijo de derivación primaria ta y se obtiene Buddha.
Buddha designa, como ya se dijo, al ser totalmente despierto, totalmente iluminado; por eso no es un nombre propio -y como tal modificable-, sino que es un adjetivo usado para designar al Completamente Iluminado. En algunas lenguas, se mantiene esa transliteración del vocablo original, como por ejemplo, en inglés y alemán, o bien 'Bouddha' en francés. Para el caso de las palabras derivadas, conformadas por los sufijos -ismo, -ista, -ico, se mantiene la base derivativa, y por ello se emplea Buddhismo, Buddhista o Búddhico, en coherencia con el procedimiento empleado con la voz principal.
Es posible que el corrector de Microsoft Word o de algún otro servicio de Google -como Blogger mismo- se embandere de rojo al no reconocerla entre su vocabulario... o que alguien que lea el término, piense que viene de una pluma bastante snob, pero existe una razón muy válida para ignorar a todos ellos, y todo budista la conoce: esas opiniones son una simple ilusión. Lo ventaja para ellos es que, hacerse eco de la palabra 'Buddha' o 'Buda', también lo es.
* de entre todas las producciones hechas para el Fondo Damma Dana.