Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


22/01/2011

De los hombres y los tipos


Todos tenemos un vicio, un producto cautivo tal vez de no mucho valor pero de alto potencial placentero, que compramos [casi] sin plantearnos si podemos costearlo en ese momento. En mi caso, ese vicio son los libros de una colección conocida en la Argentina como Humor&Cía de Grupo Zeta. Seguramente, en los próximos posts volveremos a libros que ellos publicaron –los que efectivamente compré, aunque lamentablemente no creo tener todos-. La colección es eso: un seriado de diversos temas tomados en clave humorística, por reconocidos autores. Hoy me ocupo del que menos me atrajo de ellos (Nosotros los Hombres de Dave Barry, un reconocido humorista y Pullitzer en 1988). En este libro Barry se empeña en hacernos entender a las damas el verdadero funcionamiento masculino, y creo que lo hace con precisión. Si bien todo el libro es una sucesiva presentación humorística de la naturaleza masculina que tanto nos cuesta entender a las mujeres, me resultó súper destacable de su libro la diferenciación dentro de la masculinidad con que abre su exposición. El asunto es simple: es necesario que nosotras separemos a los tipos (guys) de los hombres (men). Su libro versa acerca de los tipos (los hombres no son un tema en el suyo, sobre todo porque existen montones de libros sobre ellos, pero asegura que en su mayoría no son serios: La misma palabra hombre es un término serio, y esos libros hacen parecer que el ser varón es una actividad muy importante, cuando, dice Barry, al fin de cuentas consiste ante todo en poseer un conjunto de órganos menores y con frecuencia poco fiables). El punto es que los hombres le dan mucha importancia a la virilidad y como resultado, aparecen ciertas pautas de conducta típicamente masculinas –lo que para Barry significa estúpidas- que pueden tener consecuencias tan lamentables como los crímenes violentos, la guerra, la manía de escupir y el hockey sobre hielo (todos gustos que les han dado muy mala fama a los varones). Y para colmo, se queja Barry, el Movimiento en Defensa de los Hombres -que supuestamente debería poner de manifiesto los aspectos más positivos de la masculinidad- parece estar densamente poblado de giles y huevones. Por eso propone otra manera de ver a los varones: no ya como machos dominantes y agresivos, menos como osos cariñosos liberados y sensibles, sino como tipos. El único probelama es que se pregunta qué quiere decir con tipo y confiesa no tener la menor idea, dado que no se ha detenido a pensarlo, fundamentalmente, porque una característica de los tipos es que no dedican mucho tiempo a reflexionar sobre sus sentimientos más profundos e íntimos... es por esto que se pregunta si los hombres en realidad los poseen, salvo que se cuente entre esos sentimientos la lealtad para los Detroits Tigers o a Boca Juniors o la aversión a nuestras despedidas de solteros –sí: Dave Barry menciona al CABJ argentino (o lo hizo el editor, para vender más en Argentina, algo que también es posible). Por eso, sólo se le ocurre comentar algunas características más aparte de la duda sobre la efectiva posesión de sentimientos profundos en lo absoluto (y la imposibilidad masculina de expresarlos, si los tuviesen):

A los tipos les gustan las cosas buenas (como el merchandising de Star Wars, la industria náutica del recreo, las armas nucleares, los monorraíles y los relojes pulsera que indican las fases de la luna).

A los tipos, les gustan los desafíos absurdos (y cita el caso de Mike Wilson, quien había escrito un artículo sobre un as del equipo de fútbol de los colegios secundarios que los corría en 4.38 segundos, artículo que fue leído por los compañeros de trabajo Dave Barry. Desde ya, si hubiese escrito sobre un crack en la construcción de sonetos de menos de 18 años, jamás lo hubiesen leído). De esta característica son prueba casi todos los deportes, así como buena parte de la política exterior estadounidense mientras se trata de atrapar a Bin Laden (¡palabras de Dave Barry, no mías!).

Los tipos tienen un código moral flexible y no bien definido, y lo ejemplifica con su perrito Zippy, a quien se le ha dicho infinidad de veces que no debe hurgar en la basura de la cocina ni hacer caca en el suelo. Zippy recontra sabe las reglas, pero en realidad nunca ha entendido por qué, de modo que a veces le da por pensar: está bien, se supone que no debo hacerlo, pero es obvio que no he de aplicar esta regla cuando se dan ciertas circunstancias atenuantes: 1) alguien acaba de tirar sobras en perfecto estado del pollo Kung Pao que comió hace siete semanas, 2) estoy solo en casa.


Y esto es lo que me pareció genial de toda esta disquisición: el cuadro de ejemplos con los que bien podemos precisar la verdadera diferencia entre los tipos y los hombres:




A continuación, otro cuando que apunta más al experimentadísimo trabajo de campo en lo que hace a la conducta del homínido macho ante un estímulo:




Fundamentalmente, Barry concluye confesando su creencia acerca de que el mundo sería un lugar mucho mejor si más varones dejasen de esforzarse tanto por ser hombres y en su lugar se conformaran con ser tipos. Nos hubiésemos ahorrado buena cantidad de problemas históricos si los varones hubiesen mantenido su género bajo la perspectiva adecuada, tanto en ellos mismos como en los demás (“¡Vamos, Adolf! El mero hecho de que tengas un conjunto de órganos menores con frecuencia poco fiables no es motivo para invadir Polonia”). Y por último señala cuánto más felices seríamos las mujeres si, en lugar de inquietarnos constantemente por lo que andarán rumiando los hombres de su vida, pudiésemos relajarnos teniendo la certidumbre de la respuesta: poca cosa.