Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


23/09/2011

Detalles y Nada Más...

En una película inigualable, actual y completísima (no porque tenga muchos detalles diferentes que la hagan 'más completa' sino porque es un hecho cerrado, compacto, sólido... o sea, completo) de Billy Wilder, conocida en latinoamèrica como 'Días sin Huella' (Lost Weekend en el original) su protagonista, Don Birnam, un alchólico de 33 años, frustrado por su antaño prometedora carrera de escritor, condenada al fracaso por la falta de inspiraciòn o el alcohol (elijan ustedes la causa), le dice a al interlocutor inexistente -ése que aparece en momentos etìlicos-, que el amor es el asunto más difìcil sobre el cual escribir. Porque es simple: 'Entonces, uno tiene que capturarlo a traves de los detalles: como la luz sol de la primera mañana, golpeando el gris metálico del charco de lluvia enfrente de la casa de ella... el ring del teléfono que suena como la Pastoral de Beethoven... una carta en borrador en la libreta que ella usa en el trabajo... eso que llevas en el bolsillo porque huele a todas las lilas en Ohio...' (por supuesto, la lìnea siguiente a esta interesante idea, es un decidido: 'Sírveme, Nat!' (*)

 
Lo que sigue es otra foucaultiana. Una perla incluìda en su genealogìa del alma moderna, conocida como 'Vigilar y Castigar', donde construye desde los detalles... porque esa es la mismísima táctica de la disciplina: los detalles. Pero aquí no me sumaré a ese análisis tan bien hecho. No repararé en las consecuencias -y en las pistas que Fucault encuentra para advertir su presencia-, sino en el detalle por sí mismo. Vayamos a ellos mismos por medio de estos textos que Michel Foucault encontró, interpretó, rearmó y expuso acorde sus ideas:


"(...) Para advertir las impaciencias, recordemos al mariscal de Sajonia: 'Aunque quienes se ocupan de los detalles son considerados como personas limitadas, me parece, sin embargo, que este aspecto es esencial, porque es el fundamento, y porque es imposible levantar ningún edificio ni establecer método alguno sin contar con sus principios. No basta tener afición a la arquitectura. Hay que conocer el corte de las piedras' [1].

Y más adelante sigue recuperando Foucault: (...) ese gran himno a las "cosas pequeñas" y a su eterna importancia, cantado por Juan Bautista de La Salle, en su 'Tratado de las obligaciones de los hermanos de las Escuelas Cristianas'. La mística de lo cotidiano se une en él a la disciplina de lo minúsculo: "¡Cuan peligroso es no hacer caso de las cosas pequeñas! Una reflexión muy consoladora para un alma como la mía, poco capaz de grandes acciones, es pensar que la fidelidad a las cosas pequeñas puede elevarnos, por un progreso insensible, a la santidad más eminente; porque las cosas pequeñas disponen para las grandes... Cosas pequeñas, se dirá, ¡ay, Dios mío!, ¿qué podemos hacer que sea grande para vos, siendo como somos, criaturas débiles y mortales? Cosas pequeñas; si las grandes se presentan, ¿las practicaríamos? ¿No las creeríamos por encima de nuestras fuerzas? Cosas pequeñas; ¿y si Dios las acepta y tiene a bien recibirlas como grandes? Cosas pequeñas; ¿se ha experimentado? ¿Se juzga de acuerdo con la experiencia? Cosas pequeñas; ¿se es tan culpable, si considerándolas tales, nos negamos a ellas? Cosas pequeñas; ¡ellas son, sin embargo, las que a la larga han formado grandes santos! Sí, cosas pequeñas; pero grandes móviles, grandes sentimientos, gran fervor, gran ardor, y, por consiguiente, grandes méritos, grandes tesoros, grandes recompensas'. [2]

He ahí la cuestión: hay sólo detalles. Foucault lo sabía y lo usó para abordar la disciplina. En mi caso, me atreví a robar esas evidencias para exaltar la verdad (sólo hallable en la experiencia), para hacer un prescindible elogio de los detalles.






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(*) -Love is the hardest thing in the world to write about. It's so simple. You've got to catch it through details... like the early morning sunlight hitting the gray tin of the rainspot in front of her house. The ringing of a telephone that sounds like Beethoven's Pastoral. A letter scribbled on her office stationery... that you carry in your pocket because it smells of all the lilacs in Ohio. Pour it, Nat!
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[1] Maréchal de Saxe, 'Mes réveries', t. I. Avant-propos, p. 5.
[2] J.-B. de La Salle, 'Traite sur les obligations des frères des Écoles chrétiennes', edición de 1783, pp. 238-239.
[3] E. Geoffroy Saint-Hilaire atribuye esta declaración a Bonaparte, en la 'Introducción a las Notions synthétiques et historiques de philosophie naturelle'.
[4] J.B. Treilhard, 'Motifs du code d'instruction criminelle', 1808, p. 14.



07/09/2011

Masonería Indestructible

De la idea primigenia,
sale un plan de trabajo y una historia para novelar.
Y todo por el mismo precio
Qué bueno sería, si algún día, esta historia que sigue (con sus personajes y ambientación apropiada), alguien la transformase en novela. Sería mil veces más sólida que el Código Da Vinci y -sin dudas y sin mucho esmero- mucho más interesante que los intentos obvios de Umberto Eco en El Péndulo de Foucault. 

Me remito a contarla como la imaginó su escritor, mientras espero que alguien la concrete. Como siempre, los destacados son míos, y la belleza, también como siempre, es ajena. Y casi lo olvido: el autor es Michel Foucault*.


[viene comentando lo que eran unos trabajos que había comenzado y seguía trabajando] Podría deciros que, después de todo, se trataba de pistas a seguir, importaba poco a donde condujesen, incluso era importante que no condujesen a ninguna parte, que no tuviesen de antemano una dirección determinada. Eran líneas trazadas someramente, a vosotros corresponde continuarlas o conducirlas a otro punto. A mí proseguirlas eventualmente o darles otra configuración. De hecho, vamos a ver qué se puede hacer con estos fragmentos.

Desde mi punto de vista los imagino como un pez que salta sobre la superficie del agua y deja un trazo provisional de espuma, y deja creer, o hace creer, o quiere creer, o cree efectivamente que está debajo, donde no se lo ve, donde ya no es percibido ni controlado por nadie siguiendo una trayectoria más profunda, más coherente, más razonada. En efecto, una vez realizado el trabajo que he presentado, había considerado que este proceso fragmentario en su conjunto, repetitivo y discontinuo, correspondía a algo que podría llamarse una pereza febril que es propia caracterialmente de los amantes de las bibliotecas, de los documentos, de las referencias, de la escritura polvorienta, de los textos difícilmente localizables, de los libros que apenas impresos se cierran y duermen a continuación en las estanterías de las bibliotecas, algunos de los cuales no se consultan hasta siglos más tarde; todo esto contribuye sin duda a la inercia atareada de aquellos que profesamos un saber inútil, una especie de saber suntuoso, una riqueza de «nuevo rico» cuyos signos externos están a pie de página. 

Pereza febril que es propia de todos aquellos que se sienten solidarios con una de las más antiguas y de las más características sociedades secretas de occidente, sociedad secreta extrañamente indestructible, desconocida en la antigüedad, me parece, y formada al comienzo del cristianismo, en la época de los primeros conventos probablemente, al margen de las invasiones, de los incendios y de los bosques: me refiero a la gran, tierna y ardorosa masonería de la erudición inútil. Sin embargo, no es simplemente el gusto por esta masonería el que me ha estimulado a hacer lo que he hecho. Creo que el trabajo que hicimos podría justificarse diciendo que es adecuado al período concreto que habíamos estudiado, a estos diez, quince, al máximo veinte últimos años, período en el que se producen dos fenómenos que si bien no son realmente importante, son al menos, según mi parecer, bastante interesantes (...)


Cuánto daría por conocer las aventuras (¿necesariamente, también inútiles?) de esa masonería.








* En 'Microfísica del Poder', curso del 7 de enero de 1976.