Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


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18/02/2013

Un diálogo entre Cruz y Bernal


Por Diego Reynoso.



Corrí como un loco, se puede decir. Nunca hice menos de 10 kilometros por día. Tanto al mediodía, como al atecerdecer o a la mañana temprano, encontraba un hueco para ir a correr por la playa o por las chacras, por esos caminos que cruzan en subida y bajada repleto de eucaliptos a los costados. Junto con mis corridas diarias, me reservé otras horas para las novelas. Ah, si! El verano es el tiempo para leer novelas.

Una de las que me dovoré (o me devoró, no  tengo muy claro quién se devora a quién), es de Carlos Fuentes: "La Muerte de Artemio Cruz". El protagonista está en su lecho de muerte y recuerda todos los pasajes de su vida. Es de casualidad, por una mala interpretación de su cobardía, un héroe de la Revolución Mexicana devenido en un gran empresario político. Artemio Cruz, un hombre de origen humilde y militar formado en el proceso revolucionario, tiene un diálogo con Gonzalo Bernal, un joven licenciado proveniente de una familia rica de Puebla quien se había sumado a la revolución a pesar de su procedencia. La revolución está en su fase de guerra de facciones, donde los partidarios de la misma se enfrentan en una guerra que comienza en 1914 y termina en 1917, con el triunfo de Obregón y Carranza y la derrota de Villa y Zapata.

Ambos han caído prisioneros en manos de las tropas villistas. Carranza ha enviado a Bernal a parlamentar con los villistas que ya estaban en retirada y derrotados. Cruz es apresado en un combate. Bernal será fusilado esa misma noche. Antes de ser fusilado tienen un diálogo clave, con Cruz. Ese diálogo permite cerrar el círculo para el desenlace de la historia. Cruz no será fusilado, porque a cambio le pasa información al general villista sobre la posición de las tropas de Obregón a las que el pertencía. Luego del fusilamiento de Bernal, las tropas de Obregón caen en la prisión y acaban con los villistas. Artemio Cruz visitará al padre de Bernal, lo chantajeará, y desposará a la hermana de Gonzalo. Hará fortuna a partir de la fortuna de la familia Bernal.

El diálogo (p. 210-211) me resultó de lo mejor, para ilustrar algunas impresiones generales que desde hace tiempo tengo.

¿Tu traidor? [pregunta Cruz]
Depende de cómo lo mires. Tú nada más has andado en las batallas; has obedecido órdenes y nunca has dudado de tus jefes [responde Bernal]
Seguro, se trata de ganar la guerra ¿que tu no estás con Obregon y Carranza?
Cómo podría estar con Zapata o Villa. No creo en ninguno.
¿Y entonces?
Ese es el drama. No hay más que ellos. No sé si te acuerdas del principio. Fue hace tan poco, pero parece tan lejano... cuando no importaban los jefes. Cuando esto se hacía no para elevar a un hombre, si no a todos.
¿Quieres que hable mal de la lealtad de nuestros hombres? Si eso es la revolución, no más: lealtad a los jefes.
Sí hasta el Yaqui que antes salió a pelear por sus tierras, ahora sólo pelea por el general Obregón y contra el general Villa. No, antes era otra cosa. Antes de que esto degenerara en facciones. Pueblo  por donde pasaba la revolución, era pueblo donde se acababan las deudas del campesino, se expropiaba a los agiostistas,  se liberaraba a los presos políticos y se destruía a los viejos caciques. Pero ve nada más cómo se han ido quedando atrás los que  creían que la revolución no era para inflar jefes sino para liberar al pueblo.
[....]
Se lo dije desde al año 1913 a Iturbe, a Lucio Blanco, a Buelna, a todos los militares honrados que nunca pretendieron convertirse en caudillos. Por eso no supieron parale el juego al viejo Carranza, que toda su vida se ha dedicado a sembrar cizaña y a dividir, porque de otra manera, ¿quien no le iba a comer el mandado, viejo mediocre? Por eso ascendía a los mediocres, a los Pablo Gonzalez, a los que no podían hacerle sombra. Así dividió a la Revolución, la convirtió en guerra de facciones.



_____


Este post fue publicado aquí, en Corro, Luego Existo el blog de Diego Reynoso.




23/03/2012

Perseguidor y Perseguido.

Si los decálogos sirven de algo, el que sigue podríamos someterlo a un pequeño ejercicio práctico. O analítico (pero no por mero jugueteo intelectual -para decirlo recatadamente-, sino por las profundas revelaciones que produce cuando lo realizamos). La tarea es simple (simplísima): se quita los nombres 'correcaminos' y 'coyote' en las siguientes nueve reglas y se coloca el par de antagonistas que más les guste. Puede ser 'Tweety' y 'Silvestre', 'Estados Unidos' y 'Unión Soviética', 'Perón' y 'Balbín' o 'novio/a' y 'ex novio/a'... 


Las Nueve Reglas del Coyote y el Correcaminos (por Chuck Jones)

1) El Correcaminos jamás le hace algo al Coyote, salvo gritarle 'beep-beep'.
2) Ninguna fuerza exterior daña jamás al Coyote. Sólo lo hace su propia ineptitud o un producto ACME fallado.
3) El Coyote podría parar su persecución en cualquier momento, si no fuese porque es un fanático.
4) El único diálogo es un corte 'beep-beep'.
5) El Correcaminos debe siempre permanecer en el camino, caso contrario no podríamos llamarte 'correcaminos'.
6) Toda la acción se circunscribe al habitar natural de los dos personajes: el desierto del sudoeste estadounidense.
7) Todos los dispositivos, herramientas, armas y artilugios mecánicos deben ser provistos por la corporación ACME.
8) Siempre que sea posible, la gravedad debe ser el principal y más grande enemigo del Coyote.
9) El Coyote siempre debe verse más humillado que lastimado por sus fracasos.



Prueben, prueben. Es un oráculo de respuestas curiosas.




25/12/2011

La Búsqueda de Ella.

De algún modo, esta búsqueda describe todas las búsquedas. Logra intercambiarlas, por lo que el resultado es el mismo: una única búsqueda.

Lo que la define es la falta de éxito. En esa búsqueda, nunca se llega al objeto procurado, pero también es imposible sustraerse de ella, claudicando... El resultado es evidente: ellos se encuentran atados a una vorágine constante (a veces más estrepitosa que otras), de la que saldrán sólo cuando el futuro se les acaba.


Este es mi humilde homenaje a esos hombres que viven buscando a ella, la mujer que no reaparece:


Hacia allí, después de seis días y seis noches, el hombre llega a Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como un ovillo. Esto se cuenta de su fundación: 

hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, la vieron de espaldas, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehizo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva, cada uno ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros, de modo que no pudiera escapársele más. Esta fue la ciudad de Zobeida donde se establecieron esperando que una noche se repitiese aquella escena. 

Ninguno de ellos, ni en el sueño ni en la vigilia, vio nunca más a la mujer.

Las calles de la ciudad eran aquellas por las que iban al trabajo todos los días, sin ninguna relación ya con la persecución soñada. Que por lo demás estaba olvidada hacia tiempo. Nuevos hombres llegaron de otros países, que habían tenido un sueño como el de ellos, y en la ciudad de Zobeida reconocían algo de las calles del sueño, y cambiaban de lugar galerías y escaleras para que se parecieran más al camino de la mujer perseguida y para que en el punto donde había desaparecido no le quedara modo de escapar. Los que habían llegado primero no entendían qué era lo que atraía a esa gente a Zobeida, a esa fea ciudad, a esa trampa (*).





(*) De 'Las Ciudades y el Deseo' en Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino. 


29/10/2011

Obedecer I

Stanley Milgram en 1977
Supongamos que a alguna de estas preguntas le encontramos una respuesta    más o menos sencilla, o que -si no es sencilla-, al menos estimamos saber cómo proceder en una situación de esa naturaleza: ¿Hasta dónde obedecer a una orden? ¿Dónde esa orden debe ser legítimamente desobedecida? ¿Cuándo desobedecer es un acto de moralidad y no una mera rebeldía? ¿Qué raro mecanismo mental se activará (o desactivará) a la hora de obedecer el criterio ajeno? ¿Qué parte de la obediencia se encuentra en la comodidad práctica y qué otra habla más de nuestro costado oscuro?

La misma pregunta (y seguramente algunas otras, mejor formuladas) se hizo Stanley Milgram en esta serie de experimentos en psicología social desarrollados en la Universidad de Yale, en los comienzos de los '60s (*). Como en muchos otros casos, un acontecimiento de la historia de entonces se impuso para que Milgram se interesase por esta cuestión: el 11 de abril de 1961, comenzó el juicio a Adolf Eichmann donde se lo sentenciaría a muerte el 31 de mayo, en Jerusalén, por su responsabilidad en la muertes que costó el Holocausto. Habían pasado cuatro días de que Milgram terminase su último día de experimentación interesado en saber: ¿Podría ser que Adolf Eichmann y todos los oficiales en función durante el Holocausto sólo estuvieran siguiendo órdenes? ¿O podríamos llamarlos 'cómplices'?

Valiosa pregunta.

Fachada del edificio 'Linsly-Chittenden Hall' 
en la Universidad de Yale,
donde fueron realizados la mayor parte

 de los experimentos 
(Foto de Alan C. Elms).
Ahora bien: ¿Cómo se las arregló para experimentar, medir y finalmente estudiar esta cuestión? Colocó un anuncio en el un diario de New Haven (Connecticut) buscando voluntarios para participar en un estudio de memoria y aprendizaje en la prestigiosa universidad de Yale. Se les pagaría U$S 4 (en ese entonces, uno almorzaba algunas veces por ese dinero) más los viáticos. Se seleccionó a los voluntarios que tenían entre 20 y 50 años sin discriminar en su educación. Se les explicó la lógica del experimento (el que poseía, obviamente, un participante que no era voluntario sino un actor, situación que los voluntarios ignoraban): habría un experimentador (el investigador de la universidad), un maestro (que sería siempre el voluntario) y un alumno (el actor, contratado por los experimentadores, que se haría pasar por otro voluntario). Se colocaría al voluntario (maestro) separado del actor (el supuesto 'alumno') para que le dictase una serie de palabras a las que el alumno debería responder en el mismo orden. Caso se equivocase, el maestro le administraría una descarga eléctrica que iría aumentándose a medida que los errores del alumno se acumulasen (dato de color, nada menor: cuando el experimentador presentaba a los dos voluntarios, el que era en realidad un actor le consultaba al experimentador si la descarga podía dañarle, dado que tenía un problema cardíaco. El experimentador le aseguraba que la descarga era mínima, y que nunca podría dañar su corazón. Por otro lado, la preparación del alumno -colocarle electrodos y sentarlo en una silla a la que se encontraba atado- se realizaba a la vista del verdadero voluntario, como también, se le avisaba que estaba siendo filmado para que luego de terminado el experimento no negase la existencia de todo lo ocurrido). Ambos participantes eran separados por un biombo y comienza la prueba. Se suceden las series de palabras y a cada error, el único voluntario (el maestro) comienza a dar las descargas al alumno (que, ignorándolo aquél, finge recibir una descarga eléctrica con un gemido o una queja). Se suceden los errores, por lo que se suceden las descargas -aumentando progresivamente su voltaje- y, por supuesto, se suceden y agravan las quejas (de una expresión vulgar de dolor, pasará a una más fuerte y continuará pidiendo que lo saquen, para luego alegar que en realidad le duele el pecho). En este momento, el voluntario seguramente le reclamará por su 'alumno' al experimentador, convencido de las manifestaciones de dolor de aquél, a lo que el experimentador le contestará, sin excepción, que continúe, dado que el experimento lo requiere, o que es esencial que se lleve a cabo el experimento, o bien que no tiene opción alguna y debe continuar. Esta situación se extendía hasta cuando el 'alumno' dejaba de responder, como si algo grave le hubiese pasado...

En esta altura del experimento, las reacciones de los voluntarios eran diversas:

Por lo general, al administrarse descargas de 75 voltios, los maestros se ponían nerviosos y deseaban parar el experimento, pero la obligación en que los sumía la orden del investigador los hacía continuar. En otros casos, al llegar a los 135 voltios, muchos 'maestros' se detenían y (se) preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Lo sorprendente reside en que el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la (supuesta) descarga de 450 voltios (al contrario de lo que el sentido común podría suponer de que serán sólo unos cuantos sádicos los que llegarán a ese nivel). Recordemos, además, que bastante antes -a los 300 voltios- el alumno dejaba de quejarse y no se lo oía más... En relación a lo anterior, todos los voluntarios pararon en algún punto y cuestionaron el experimento, pero ninguno se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los (supuestos) 300 voltios (esta conclusión variaba -en los diecinueve posteriores experimentos-, si se variaban las condiciones del estudio). Lo más curioso de todo es que los voluntarios reales no parecían ser personas fuera de lo común: cuando se les revelaba la situación, se mostraban preocupados por su conducta, y se encontraban  nerviosos por el cariz que había tomando la situación con el 'alumno' (de ahí que se aliviaran cuando sabían que el alumno cardíaco no era más que un actor), y lo fundamental: eran conscientes del dolor que habían estado infligiendo (al preguntarles por cuánto sufrimiento había experimentado el alumno la media fue de 13 en una escala de 14).  Milgram también combinó el poder de la autoridad con la conformidad. En esos experimentos los participantes fueron acompañados por uno o dos 'maestros' (también actores). Cuando estos se negaron a cumplir las órdenes, la obediencia bajó críticamente: sólo 4 de los 40 participantes continuaron en el experimento. En un experimento siguiente, los verdaderos participantes sólo hacían una tarea de acompañamiento (sólo leían las preguntas o sólo registraban las respuestas del aprendiz) con un maestro que completaba la prueba: en esta versión del experimento ¡Sólo 3 de 40 desafiaron al experimentador! 


Pasando en limpio, la obediencia disminuye (=las personas están menos predispuestas a infringir dolor ante la orden de hacerlo):
-el 'alumno' y el 'maestro' se encuentran cerca.
-si el 'experimentador' (el científico a cargo) está lejos del 'maestro'.
-si el 'maestro' está acompañado de otros dos 'maestros' que desafían la autoridad del experimentador.
-si el 'maestro' puede elegir la cantidad de voltios a aplicar al 'alumno'
-si el científico llamaba a un alto en la prueba, aún cuando el 'alumno' decía que continuasen.


Stanley Milgram elaboró dos teorías para explicar sus resultados: 
1) Teoría del conformismo: Retomando trabajos ajenos acerca de la relación de un individuo con su grupo de referencia, destaca que un sujeto dado que, en una situación crítica, no tiene la habilidad o el conocimiento para tomar decisiones, hará descansar la toma de decisiones en el grupo y su jerarquía, convirtiéndolo en el modelo de comportamiento individual.
2) Teoría de la cosificación (agentic state): Aquí reside para Milgram la esencia de la obediencia. Evoca la situación en que un individuo se concibe a sí mismo como instrumento que concreta la voluntad de otra persona, y por ello no considera a su persona como responsable de sus actos. Cuando esta transformación de la auto-percepción acontece, se desencadenan todas las características esenciales de la obediencia (aquí reside el fundamento del respeto militar a la autoridad: los soldados obedecerán y ejecutarán órdenes de los superiores, suponiendo que la responsabilidad de sus actos recae en el mando de sus superiores jerárquicos).



Desde ya que Milgram recibió múltiples críticas (**). Algunas, objetaron el modo en que obtuvo sus datos mientras otras refutaron sus conclusiones. Podemos adherirnos a cualquiera de los dos grupos críticos, y aún así, los resultados del estudio siguen siendo igual de llamativos... 




En un próximo post, me centraré en las cuestiones éticas que se desprenden al interior del estudio -es decir, sus mismísimas conclusiones-, y de la producción fílmica que Milgram realizó acerca de su investigación.




Para seguir leyendo: El sitio de Milgram (en inglés)




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(*) Publicó en dos oportunidades sus resultados: la primera vez en un artículo de 1963, para la revista científica Journal of Abnormal and Social Psychology con el título Behavioral Study of Obedience ('Estudio Conductual de la Obediencia') y luego en 1974 en su libro Obedience to Authority. An Experimental View ('Obediencia a la Autoridad. Una Perspectiva Experimental').
(**) El impacto ético del estudio ha sido objeto de varias controversias. Milgram usó una consigna engañosa y creó una situación de presión inusual, que sus voluntarios no habían previsto. Estas objeciones se presentaron en otros estudios famosos, como el caso del Tuskegee sobre sífilis -en el que no se informó a los pacientes que estaban siendo estudiados, y además se los engañó con una serie de ventajas materiales y terapéuticas que supuestamente les serían otorgadas por atenderse allí. Tal situación llevó al gobierno de Estados Unidos a replantearse formalmente la regulación de una protección para las personas que participan en una investigación, y crearon el Consejo Nacional de Investigación en Seres Humanos (National Investigation Board), y la posterior Oficina de Protección en la Investigación en Seres Humanos, dentro de lo que sería su Ministerio de Salud.


22/04/2011

Test sólo para Hombres (¡SÓLO para hombres!)

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AVISO: Este test no tiene validez alguna en féminas (salvo que esa lectura se motive y acabe, en la mera curiosidad). No pierda su tiempo.
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Evaluados: Si alguna se ha preguntado qué iba a ser de su vida en aspectos amorosos, he aquí su respuesta. El procedimiento es relativamente corto, pero la sentencia es realmente sintética. Esto es lo que hace promisorio someterse a este test y así conocer su situación. Además de ello, podrá olvidarse de esa recurrente pregunta y dedicarse a ejercer su condición de una vez por todas. 

Además (y nunca lo olvide)
que el tiempo juega en su contra. 
Procedimiento: Tras leer el siguiente párrafo, evalúe si se describe alguna ocasión en su vida en el pasado, el presente o -sospecha- futura. El resultado de este ejercicio identificatorio, puede encontrarlo al final de estas líneas, en unas poquísimas palabras.

'La mígala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye. El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada. Unos días más tarde volví para comprar la mígala, y el sorprendido saltimbanqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentación extraña. Entonces comprendí que tenía en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la máxima dosis de terror que mi espíritu podía soportar. Recuerdo mi paso tembloroso, vacilante, cuando de regreso a la casa sentía el peso leve y denso de la araña, ese peso del cual podía descontar, con seguridad, el de la caja de madera en que la llevaba, como si fueran dos pesos totalmente diferentes: el de la madera inocente y el del impuro y ponzoñoso animal que tiraba de mí como un lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba el infierno personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal infierno de los hombres. La noche memorable en que solté a la mígala en mi departamento y la vi correr como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la araña, que llena la casa con su presencia invisible. Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal. Muchas veces despierto con el cuerpo helado, tenso, inmóvil, porque el sueño ha creado para mí, con precisión, el paso cosquilleante de la aralia sobre mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entraña. Sin embargo, siempre amanece. Estoy vivo y mi alma inútilmente se apresta y se perfecciona. Hay días en que pienso que la mígala ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a ella, al salir del baño, o mientras me desvisto para echarme en la cama. A veces el silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque sé que son imperceptibles. Muchos días encuentro intacto el alimento que he dejado la víspera. Cuando desaparece, no sé si lo ha devorado la mígala o algún otro inocente huésped de la casa. He llegado a pensar también que acaso estoy siendo víctima de una superchería y que me hallo a merced de una falsa mígala. Tal vez el saltimbanqui me ha engañado, haciéndome pagar un alto precio por un inofensivo y repugnante escarabajo. Pero en realidad esto no tiene importancia, porque yo he consagrado a la mígala con la certeza de mi muerte aplazada. En las horas más agudas del insomnio, cuando me pierdo en conjeturas y nada me tranquiliza, suele visitarme la mígala. Se pasea embrolladamente por el cuarto y trata de subir con torpeza a las paredes. Se detiene, levanta su cabeza y mueve los palpos. Parece husmear, agitada, un invisible compañero. Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba con Beatriz y en su compañía imposible'. ("La Mígala" de Juan José Arreola)*



Resultado: Si ha encontrado posibilidades de identificarse con el protagonista, su condición es definitiva (y reconocemos, a su favor, que mucho más sencilla de indicar que de padecer): su vida amorosa está centrada en lograr que usted sufra, experimentando recurrentes momentos de incompletitud, como en la imposibilidad de concretar lo que usted [se cree que] busca. Tómelo así y asúmase. La vida se facilita considerablemente luego de ello.






* Los destacados se utilizaron con el único fin de facilitar la tarea al evaluado mientras se somete a su prueba. 




26/03/2011

Pasado, Presente y Futuro


Yo recordé, recordaba, he recordado, había recordado, hube recordado.


Yo recuerdo.


Yo recordaré, habré recordado.






24/III/1976
(y su antes, y su después...)













06/03/2011

Sin título (IX)



...pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia. 



Bertolt Brecht





22/01/2011

De los hombres y los tipos


Todos tenemos un vicio, un producto cautivo tal vez de no mucho valor pero de alto potencial placentero, que compramos [casi] sin plantearnos si podemos costearlo en ese momento. En mi caso, ese vicio son los libros de una colección conocida en la Argentina como Humor&Cía de Grupo Zeta. Seguramente, en los próximos posts volveremos a libros que ellos publicaron –los que efectivamente compré, aunque lamentablemente no creo tener todos-. La colección es eso: un seriado de diversos temas tomados en clave humorística, por reconocidos autores. Hoy me ocupo del que menos me atrajo de ellos (Nosotros los Hombres de Dave Barry, un reconocido humorista y Pullitzer en 1988). En este libro Barry se empeña en hacernos entender a las damas el verdadero funcionamiento masculino, y creo que lo hace con precisión. Si bien todo el libro es una sucesiva presentación humorística de la naturaleza masculina que tanto nos cuesta entender a las mujeres, me resultó súper destacable de su libro la diferenciación dentro de la masculinidad con que abre su exposición. El asunto es simple: es necesario que nosotras separemos a los tipos (guys) de los hombres (men). Su libro versa acerca de los tipos (los hombres no son un tema en el suyo, sobre todo porque existen montones de libros sobre ellos, pero asegura que en su mayoría no son serios: La misma palabra hombre es un término serio, y esos libros hacen parecer que el ser varón es una actividad muy importante, cuando, dice Barry, al fin de cuentas consiste ante todo en poseer un conjunto de órganos menores y con frecuencia poco fiables). El punto es que los hombres le dan mucha importancia a la virilidad y como resultado, aparecen ciertas pautas de conducta típicamente masculinas –lo que para Barry significa estúpidas- que pueden tener consecuencias tan lamentables como los crímenes violentos, la guerra, la manía de escupir y el hockey sobre hielo (todos gustos que les han dado muy mala fama a los varones). Y para colmo, se queja Barry, el Movimiento en Defensa de los Hombres -que supuestamente debería poner de manifiesto los aspectos más positivos de la masculinidad- parece estar densamente poblado de giles y huevones. Por eso propone otra manera de ver a los varones: no ya como machos dominantes y agresivos, menos como osos cariñosos liberados y sensibles, sino como tipos. El único probelama es que se pregunta qué quiere decir con tipo y confiesa no tener la menor idea, dado que no se ha detenido a pensarlo, fundamentalmente, porque una característica de los tipos es que no dedican mucho tiempo a reflexionar sobre sus sentimientos más profundos e íntimos... es por esto que se pregunta si los hombres en realidad los poseen, salvo que se cuente entre esos sentimientos la lealtad para los Detroits Tigers o a Boca Juniors o la aversión a nuestras despedidas de solteros –sí: Dave Barry menciona al CABJ argentino (o lo hizo el editor, para vender más en Argentina, algo que también es posible). Por eso, sólo se le ocurre comentar algunas características más aparte de la duda sobre la efectiva posesión de sentimientos profundos en lo absoluto (y la imposibilidad masculina de expresarlos, si los tuviesen):

A los tipos les gustan las cosas buenas (como el merchandising de Star Wars, la industria náutica del recreo, las armas nucleares, los monorraíles y los relojes pulsera que indican las fases de la luna).

A los tipos, les gustan los desafíos absurdos (y cita el caso de Mike Wilson, quien había escrito un artículo sobre un as del equipo de fútbol de los colegios secundarios que los corría en 4.38 segundos, artículo que fue leído por los compañeros de trabajo Dave Barry. Desde ya, si hubiese escrito sobre un crack en la construcción de sonetos de menos de 18 años, jamás lo hubiesen leído). De esta característica son prueba casi todos los deportes, así como buena parte de la política exterior estadounidense mientras se trata de atrapar a Bin Laden (¡palabras de Dave Barry, no mías!).

Los tipos tienen un código moral flexible y no bien definido, y lo ejemplifica con su perrito Zippy, a quien se le ha dicho infinidad de veces que no debe hurgar en la basura de la cocina ni hacer caca en el suelo. Zippy recontra sabe las reglas, pero en realidad nunca ha entendido por qué, de modo que a veces le da por pensar: está bien, se supone que no debo hacerlo, pero es obvio que no he de aplicar esta regla cuando se dan ciertas circunstancias atenuantes: 1) alguien acaba de tirar sobras en perfecto estado del pollo Kung Pao que comió hace siete semanas, 2) estoy solo en casa.


Y esto es lo que me pareció genial de toda esta disquisición: el cuadro de ejemplos con los que bien podemos precisar la verdadera diferencia entre los tipos y los hombres:




A continuación, otro cuando que apunta más al experimentadísimo trabajo de campo en lo que hace a la conducta del homínido macho ante un estímulo:




Fundamentalmente, Barry concluye confesando su creencia acerca de que el mundo sería un lugar mucho mejor si más varones dejasen de esforzarse tanto por ser hombres y en su lugar se conformaran con ser tipos. Nos hubiésemos ahorrado buena cantidad de problemas históricos si los varones hubiesen mantenido su género bajo la perspectiva adecuada, tanto en ellos mismos como en los demás (“¡Vamos, Adolf! El mero hecho de que tengas un conjunto de órganos menores con frecuencia poco fiables no es motivo para invadir Polonia”). Y por último señala cuánto más felices seríamos las mujeres si, en lugar de inquietarnos constantemente por lo que andarán rumiando los hombres de su vida, pudiésemos relajarnos teniendo la certidumbre de la respuesta: poca cosa.