Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


17/04/2011

Hongo (de los tóxicos)

Hongos de temer. 
Luego de las fotos encontradas en el baúl de madera, rodeemos lo que pasaba entonces. Así veremos qué sucedió en esos lares, donde los dos hongos tóxicos fueron plantados. 

Japón se rinde a los Aliados el 14 de agosto de 1945. El día siguiente, el Emperador Hirohito, rompiendo la tradición, usó la radio para anunciar por vez primera la derrota. Hablando con frases hechas, exhortó a sus súbditos a 'tolerar lo intolerable y soportar lo insoportable'. El enemigo había 'por primera vez, usado bombas crueles para matar y mutilar personas... y las graves bajas estaban más allá de lo mensurable'. Ese mismo día, Truman encomienda la misión de Evaluación de la Estrategia del Bombardeo Americano en el Frente Pacífico, la que debería cuantificar lo que Hirohito creía incontable. El objetivo era medir, tan precisamente como fuese posible, el efecto de las dos bombas (aunque ahora comentaremos en el Hiroshima, de donde provienen y dan cuenta las fotos). En otras palabras, debían poner dígitos al problema para que los norteamericanos tuviesen un cuadro real de referencia en el cual basar sus conclusiones sobre las 'capacidades' de la bomba, como de sus limitaciones. Así lo expresó Paul Nitze, el vicepresidente y autor de la evaluación. 

Como una parte del reporte general, se constituye un grupo especial: la División de Daños Físicos, para relevar los números necesarios. La componían miembros del Ejército, Marina y población civil -un total de aproximadamente ciento cincuenta hombres-, incluyendo ingenieros, intérpretes, fotógrafos y taquígrafos. Según la versión del Departamento de Guerra estadounidense -ahora declasificada-, este grupo tuvo la más importante y sin duda la más espectacular tarea del relevo total. Durante finales de octubre y noviembre de 1945, cada mañana, el grupo destinado a relevar los daños iban hacia Hiroshima donde habían levantado su centro de operaciones (en el segundo piso de un banco parcialmente destruido por la bomba). Se dedicarían exclusivamente a buscar los vestigios de la explosión, calibrando el daño y analizando la destrucción física de la ciudad. Por supuesto, una tarea impiadosa: entrado noviembre (recordemos: la bomba la arrojaron a principios de agosto), todavía se topaban con esqueletos que no habían sido cremados por la radiación...

Las ciudades de Japón en esos oscuros días de otoño eran una declaración de una tristeza indeciblesólo las cenizas y desolación de chimeneas sueltas sin otra estructura alrededor, dijo el conocido economista, John Kenneth Galbraith, uno de los miembros del equipo económico de la evaluación gubernamental. El equipo que se ocupaba del daño físico de la ciudad, examinó esas mismas estructuras que habían quedado en pié (las chimeneas, paredes y estructuras reforzadas de cemento que sobrevivieron) para explicar el efecto de la explosión sobre el metal y la madera a la enorme presión de la Bomba: en el derrumbe asombrosamente rápido, esa presión acható los techos y la onda expansiva retorció y sacudió esas estructuras de metal y madera enteras. Para estudiarlo y dar cuenta de ello, tomaron fotos, las que, en el año 2000, fueron encontradas en una vereda de Massachusetts.

Algunas de esas fotos fueron publicadas por el gobierno de los EUA en una edición limitada, allá por 1946. Si bien ninguna muestra sufrimiento humano -simplemente porque nuestros cuerpos se evaporan antes de que lo hagan esas estructuras-, el artículo del Design Observer señala algo muy cierto: esas fotos, están diciendo (gritando) esto es lo que nosotros, la humanidad, somos capaces de desatar unos contra los otros. Como ruinas que son, ellas nos remiten de vuelta hacia atrás en el tiempo (esto es lo que hemos hecho, esto es lo que somos capaces de hacer) mientras simultáneamente nos advierten de un futuro que no hemos aún encontrado (ellas dan la materia misma a nuestro terror acerca del uso de otras armas nucleares). Son lo que Robert Jay Lifton ha llamado el 'imaginario de la extinción', imágenes que reviven en nuestra imaginación las consecuencias de otro holocausto masivo y en ese sentido ayudando, aunque de manera muy débil, a mantenernos vivos también. 

La última idea de Lifton sabe ingenua por un lado, e incompleta por el otro, pero luego de reflexionar en este tema al hacer la traducción, no tengo ganas de seguir explayándome en razones o puntos de vista.







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