Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


16/01/2011

Dostoievsky & Freud I


Cuando terminé de leer El Jugador de Feodor Dostoievsky supe que podía tomar cualquier libro de él con la garantía de encontrar cosas que me interesan. Era una obra compacta y consistente, muestra del descontrol de ese adicto al juego, logrando traspasar, con naturalidad, ese caos también a su narración. Allí y entonces, por esas cosas que (¡gracias a Dios!) simplemente suceden, compré las obras completas de Freud en un soporte que era ultramodern[ísim]o: el hoy ya vetusto CD-Rom (pienso que si aún me queda alguno, es porque todavía no me acordé de subir sus archivos a alguno de los servicios de alojamiento web que uso regularmente... son como el Long Play del pasado reciente - pero sin la belleza que los LP conservan, sin duda).

Ojeando mi nueva adquisición, encontré que allí había un enlace natural, una preexistencia lógica: Freud había dedicado varias de sus horas a Dostoievsky. Claro que sus estudios tienen mucho de clínico y algo del entonces -aún en construcción- psicoanálisis, cuestiones que iremos dejando de lado para que estas líneas no se tornen sólo aptas para especialistas. Y porque del psicoanálisis, creo que sólo me intereso por la labor Freud y Lacan (sólo si sacamos a quienes creyeron saber interpretarlos -o sólo conocerlos- a lo largo de las décadas y los lugares. Si los primeros pudiesen descargárselos, recuperarían tanto del valor robado a sus investigaciones). En relación con esto, debemos recordar que el trabajo de Dostoievsky -como los múltiples análisis de personajes históricos notables realizados por otros analistas a los largo del siglo XX y lo que va del XXI- es la parte más débil del psicoanálisis, ya que se vale de cartas, diarios… restos dejados por el analizado, sometido a un proceso de reconstrucción que se aleja bastante de lo clínico. La siguiente salvedad hace a que mi lectura de entonces sólo se reducía a El Jugador, y puede ser que los cuadernos que este blog hace público, sólo recortasen ideas interesantes a la luz de esa magrísima lectura del autor. Por último, para ser lo más justa posible (ya que el texto, aún cuando es la famosa traducción de Ballesteros, está finalmente transcrito en otra lengua) trataré de ajustarme con la mayor rigurosidad a esas ideas que me llamaron la atención:


Introducción al Dostoievsky de Freud ó I.


Primero lo primero. Señalemos un dato biográfico de Freud que lleva, finalmente, a la publicación de su ensayo Dostoievsky y el Parricidio y a su comparación de Los Hermanos Karamazov con la tragedia de Sófocles, Edipo Rey: En 1908, y por medio de un amigo común -Arthur Schnitzler-, Freud comienza a cartearse con Stefan Zwieg, algo que harían por muchos años (se dijo que Stefan era entusiasta y afectuoso con Freud, y que éste era distante, prudente y a veces irritable con Zweig). En los primeros intercambios, las cartas de Freud eran anodinas, pero luego de que Zweig publicara en 1920 su libro Tres Maestros: Dickens, Balzac y Dostoievsky (obra que adoro y a la que nos dedicaremos más adelante en este blog), Freud manifiesta su insatisfacción con el tercero de ellos, y reprochó: 'creo que usted no debería haber dejado a Dostoievsky con su supuesta epilepsia. Es muy improbable que haya sido epiléptico (...). Los grandes hombres de quienes se dice que fueron epilépticos han sido histéricos. Creo que sobre todo Dostoievsky se habría podido construir sobre la base de su histeria'. Y en esos términos pone manos a la obra.

Parece que en la rica personalidad de Dostoievsky, Freud distinguió cuatro fachadas: el literato, el neurótico, el pensador ético y el pecador. La menos dudosa de todo era, obviamente, la del literato. Y consideró que su sitial no está muy atrás del de Shakespeare (Los Hermanos Karamazov era para Freud la novela más grandiosa que se haya escrito, y creyó jamás se valoraría lo suficiente el episodio del Gran Inquisidor). Lo más atacable es el pensador ético. Freud recuerda que se suele ponderar la ética de Feodor por haber alcanzado las cuotas máximas de pecaminosidad (en este sentido, se lo ve como la versión decimonónica de San Agustín), pero así se ignora que ético es, quien se resiste a la tentación interiormente experimentada, no quien peca y luego se desgarra en proclamaciones éticas a la hora de arrepentirse. De este modo, el ruso no realizó lo que la vida ética es esencialmente, en interés práctico de la humanidad: renunciar. En cambio, al tratar de conciliar sus pulsiones y los reclamos que la comunidad exige a los hombres, acabó por retrógradamente someterse a la autoridad secular y espiritual, en su temor reverencial a los zares y al dios cristiano ortodoxo, combinados con un nacionalismo ruso estrecho (algo que inteligencias inferiores hubiesen alcanzado con menos esfuerzo). Si bien rotular a Dostoievsky como pecador o mero criminal haría el desagrado de más de uno, Freud considera que, esas elecciones literarias signadas por personajes violentos, egoístas, asesinos, indican tales tendencias en su personalidad. A lo que hay que agregar algún elemento fáctico en su vida, como su manía por el juego, y el –acaso- abuso sexual cometido contra una niña inmadura (se ha interpretado la aparición de esto en La Confesión de Stavrogin y La Vida de un Pecador). Ballesteros incluye para ilustrar esto, la cita de Stefan Zweig en ‘Tres Maestros’:
No lo detienen los frenos de la moral burguesa y nadie sabe decir con exactitud cuánto transgredió en su vida las barreras jurídicas, cuánto de los instintos criminales de sus héroes se tradujeron en sus propios actos.
En otras palabras, la pulsión del escritor que hubiese hecho de él un delincuente, se dirigió a sí mismo (hacia adentro, no hacia afuera como exterioriza quien delinque) y se expresó como masoquismo y sentimiento de culpa. Sin seguir este decurso psicoanalítico (que por lo que observo en el subrayado del cuaderno, entonces me interesaba más de lo que hoy me agrada cotejar), debemos introducir obligadamente un dato al que Freud le dedica un interés central: la auto-diagnostico de padecimiento epiléptico (patología que Freud descarta y re-diagnostica como histeria). Feodor padeció -y deploró a- un padre violento y cruel. El parricidio del título del trabajo de Freud, no es más que ese deseo constante en su vida -reprimido en la realidad- de que su padre muera. Según Freud el ruso nunca se libró de esto, y ello determinó que tuviese la relación que tuvo con dos campos donde la relación con el padre es decisiva: la política y la fe (en la una viró reaccionario zarista, en la otra –algo más libre- osciló entre la fe y el ateísmo hasta su muerte). Pero he aquí lo interesante, no sólo para el caso de Dostoievsky: Freud opina que no es casual que las tres obras maestras de la literatura occidental (Edipo, Hamlet, Los Hermanos Karamazov) traten el tema del parricidio, motivado por la rivalidad sexual por la mujer. En Hamlet -a diferencia de Edipo quien concreta el asesinato- esto es indirecto y es otro quien consuma el hecho (y por ello no significa para él, parricidio, claro). Además, Hamlet no venga ese asesinato, y vive lleno de una culpa que lo atormenta: Dad a cada hombre el trato que merece y ¿quién se salvaría de ser azotado? (Hamlet, acto II, escena 2). Entre los Karamazov, también es otro el que concreta el acto, pero es un alguien con la misma relación que Dimitri -el personaje que tiene la rivalidad sexual (significativamente, el autor le da a este alguien la misma enfermedad que él padece). Para resumirlo, Freud cree que la identificación del autor con el asesino es ilimitada y desde ya ha presidido su elección temática. Sólo que trató primero al criminal común –por codicia-, del criminal político y religioso, antes de regresar al final de su vida, al criminal primordial: el parricida.



En el próximo post nos dedicaremos a lo que encontramos acerca del autor y el juego.






 

The Lady from Shanghai

[Michael ‘The Irish’ is at the yacht wheel. On the radio sounds an advertisement that finishes with the word 'love'. Just then comes Mrs. Banister and say:]

...that lady knew something about wickedness.

Mrs. Banister: -Would you help me?

Michael: -Love...

Mrs. Banister: -Give me the wheel.

Michael: -Do you believe in love Mrs. Banister?

Mrs. Banister: -I was taught to think in love in Chinese...

Michael: -The way a Frenchman thinks about laughter in French?

Mrs. Banister: -The Chinese say: 'Is difficult to love to last longer. Therefore, one who loves passionately is cured of love, in the end...

Michael: -Of course, that's a hard way to thinking...
Mrs. Banister: -There's more to the proverb: human nature is eternal. Therefore, one who follows his nature keeps his original nature, in the end'.


I always find this dialogue amazing. Just amazing.
Is from 'The Lady from Shanghai', an Orson Welles' movie released in 1948.





11/01/2011

Sin título (III)

Éstas dos ideas también pueden combinarse:

Con el tiempo odiamos aquello que a menudo tememos.
Nuestros remedios con frecuencia están en nosotros.

William Shakespeare.

10/01/2011

Salsa Bolognesa de Orson Welles


Él era un shakesperiano sibarita (tal vez en algún punto o momento, esas dos palabras funcionan como sinónimos). Y como todo pez grande, moría por la boca... dicen que llegó a comer dieciocho hot dogs como si fuesen bombones. De hecho, la leyenda asegura que visitaba el famoso Pink's en Los Ángeles por esos frugales snacks (!). Pero seguramente en esta receta influenciaron más esos años europeos y errantes (fuera y dentro de esa España que amaba). Lo que definitivamente no requiere prueba es que la salsa vale ser probada.

Para tener en cuenta: Como verán, es una receta que necesita mucho tiempo de cocción (de allí que es recomendable hacer en gran cantidad para congelar la parte que no se usará al momento), aunque el tiempo empleado es poco comparado con lo rica que resulta...

Los ingredientes son para seis personas:
500 grs. de carne de ternera picada
250 grs. de carne de cerdo picada
2 zanahorias medianas
2 tallos de apio grandes
2 pimientos verdes
1 cebolla grande
1kg. de tomates rojos
1 lata de tomate concentrado
3 dientes de ajo
1 vaso de vino blanco seco
1 cucharadita de salsa inglesa
1 cubito de caldo de carne
1 chorrito de Tabasco
1 cucharadita de orégano
1 cucharadita de albahaca
1 vaso de vino
1 vaso de aceite de oliva
1 pizca de sal
Pimienta negra a gusto.


Freír la carne (moviendo permanentemente para evitar se apelmace y lograr que se dore por todos los lados). Sacar la carne y ponerla en una cacerola. Colocar un poco más de aceite en la sartén para freir primero la cebolla picada y el ajo. Después hacerlo con el apio, pimiento y zanahorias, todos muy picados. Se estofa tapando la sartén y añadiendo las especias por 15’. Luego agregar los tomates picados (antes se pelaron y se les quitó las semillas) y el concentrado de tomate. Revolver y añadir a la cacerola donde se puso la carne. Sumar el vino, una pizca de sal, el cubito de caldo, la salsa inglesa y el Tabasco. Con la cacerola tapada cocer por una hora y media, añadiendo agua si la preparación se seca. Remover de vez en cuando para que no se pegue. Una vez pasados los noventa minutos, está lista para servir.



09/01/2011

Estilo Palinuro

(...)
Alphaville, lo contrario del fragmento de Fernando del Paso.

Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente.

Lo hacíamos espontáneamente. Pero sobre todo, hacíamos el amor diariamente. O en otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles, hacíamos el amor invariablemente. Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente. Por últimos los domingos hacíamos el amor religiosamente.

O bien hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida y como último recurso. Hicimos también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente. Pero también hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente. Y cuando ella se quedaba a la mitad de un orgasmo y yo, con el miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.

Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía, y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía, o bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos, entonces, que habíamos hecho el amor aproximadamente.

O bien Estefanía le daba por recordar las ardilla que el tío Esteban le trajo de Wisconsin y que daban vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina, y yo por mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosasté esperando la eclosión de las cuatro de la tarde, y así era como hacíamos el amor nostálgicamente, viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.

Muchas veces hicimos el amor contra natura, a favor de natura, ignorando a natura. O de noche con la luz encendida, mientras los zancudos ejecutaban una danza cenital alrededor del foco. O de día con los ojos cerrados. O con el cuerpo limpio y la conciencia sucia. O viceversa. Contentos, felices, dolientes, amargados. Con remordimientos y sin sentido. Con sueño y con frío. Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.

Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente. Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente. Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente. Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente. Y, sobre todo, hacíamos el amor físicamente. También lo hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando. Y sobre todo, y por simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente.

(...)

Este fragmento pertenece a la segunda novela de Fernando del Paso editada hacia 1976, por la que recibió el premio Rómulo Gallegos en 1982. Su nombre era Palinuro de México. Y es con este fragmento que inauguro las transcripciones de esos cuadernos, de las que Shakespeer es su medio.

Si mal no recuerdo, estas líneas me llegaron via e-mail hace muchos años. Una decena, casi. Aunque el libro no lo leí, siempre me cautivan las imágenes y la suavidad del autor para explotar los significados (parece ser el hombrecito que mezcla colores cuando su apellido es Van Gogh...)

Casi lo olvidaba (aún cuando cada vez que leo crítica literaria me pregunto por qué siempre la contaminan con tal profusión de pompa), este artículo me pareció interesante: http://notasdelectura.wordpress.com/2010/04/19/palinuro-de-mexico-1976-de-fernando-del-paso/

05/01/2011

Sin título (II)

Dos ideas que funcionan de lo mejor unidas:


La acción es elocuencia.
Lo demás es silencio.

William Shakespeare.




04/01/2011

La Mandarina a Pedal



¿Naranja o mandarina? Esa es la cuestión.
Tal vez cuando Gasalla y Perciavalle decidieron, en 1972, titular a su espectáculo con una idea que grafique la versión subdesarrollada de la violencia, no supieran que estaban describiendo lo que sería la versión americana del libro de Anthony Burgess -y por ende lo que Kubrick llevaría a la pantalla (y que por esta causa quedaría estambrado en el imaginario de muchas personas que vieron el film, como de quienes no lo vieron también, según esa costumbre [no sólo] norteamericana de horrorizarse y autocensurarse haciéndose eco de debates morales en torno a libros y películas - en lugar de pensar qué tienen esas obras para señalarnos de nosotros mismos).


[Antes de notar esta dicotomía poco difundida (salvo por la acción del propio Burgess, que se pasó desde principios de los '70s a su muerte, en 1993, aclarando el tema), tenemos que hacer una obligatoria mención a la obra de Kubrick -uno de los más grandes fotógrafos norteamericanos del siglo XX, artista irremplazable en la cinematografía mundial. No sabemos (aunque nos encantaría) por qué decidió filmar la versión censurada de la obra. Pensamos, sólo pensamos, que pudo escogerla en la medida que la película debía -como tantas otras- conquistar el enorme mercado norteamericano, en el que sólo se compra lo que se ajusta para bien o mal a sus valores. Claro que esta es la única hipótesis que nos produce cierta calma, dado que la otra, donde Kubrick filma deliberadamente la versión censurada -tal vez siendo presa de la misma sociedad en que nació -a la que Burgess le achacó un magro 0,00000001 de interés por la cuestión real de su libro-, nos entristecería demasiado... acontece que aún esperamos que, algunas pocas personas destacadas y valiosas por sus obras, sean menos norteamericanas que sus paisanos...]


El punto fundamental es cuál de los cítricos se conoce. Sabemos que el éxito mundial -y persistente de manera muy posterior a su estreno, luego de ir superando las diversas censuras alrededor del globo- de la película, como de sus bondades propias -producto de la mano de Kubrick- aumentó enormemente la probabilidad de que la mayoría de las personas conozcan sólo la versión devaluada de la novela. Y más que devaluada, completamente cambiada, dado que se la convierte en fábula. Kubrick y la versión impresa norteamericana (incluída la primera traducción al español en 1976) son fábula. La publicación británica y del resto del mundo son novela: la novela que escribió Burgess, verdadera naranja mecánica.

Todo comenzó en New York, donde la obra había sufrido dos contingencias: la primera, fue la censura de uno de esos personajes que no podrían escribir la lista de compras del supermercado, pero que sin embargo toman decisiones sobre libros pensando en un mercado que aseguran conocer (también se los conoce como editores). Éste era uno de esos típicos, uno de esos que ejercen su trabajo, y además, son norteamericanísimos: de hecho, encontró el famoso 'capítulo 21' blando, demasiado británico, dijo Burgess. Y decidió suprimirlo. Concretamente no le gustó que Alex, el protagonista, llegase a la conclusión que la violencia lo aburría, y que además era la réplica de los estúpidos. Eso era demasiado mole para un editor que veía el signo distintivo norteamericano en no temer a enfrentarse con la realidad... por suerte, Burgess nos recuerda: pronto se verían enfrentados a ella en Vietnam). Dado entonces, que los tiempos demandaban un libro a la Nixon, así se editó (la era Kennedy del progreso moral, estambrada en el obra y su capítulo final, estaba por acabar prontísimo y con disparos) . La segunda contingencia es más común que aquélla: en 1962 el autor necesitaba el dinero. Estas dos cuestiones hacen que la fábula, replicada por la película, sea la que predomine en el imaginario de las personas.

A eso tenemos que sumarle una perenne mala costumbre popular que toma la película como un modo de captar una historia en dos horas, sin la necesidad de esforzarse en leer el libro. Esto no estaría mal si las adaptaciones cinematográficas fuesen, simplemente, la cinematización de un resumen del libro. Pero no es así. Y no está mal que no lo sean: La peli siempre es la obra de otro autor, al que le decimos director, y que pone en imágenes lo que él encontró de valioso en una obra. No tiene por qué filmar los hechos idénticos a cómo los presenta el autor (de hecho, jamás podría hacerlo: todas las lecturas de un libro -incluída la relectura del mismo autor del libro- son una más entre las infinitas inmersiones de cada individuo al momento de sumergirse en un libro... incluyendo aquí las diferentes lecturas que un mismo individuo puede hacer de un libro en diferentes momentos de su vida). La película es siempre otra obra, que se inspira, se basa, es sugerida, por tal o cual libro. Pero siempre es otra obra. Y enhorabuena que lo sea, porque de un libro valioso, tenemos dos piezs de arte (el libro original y la versión cinematográfica -aún cuando alguna de ellas pueda ser 'mala').

Todo esto lo podríamos resumir facilmente en unas pocas preguntas: ¿conoces la versión kennediana o la nixoniana del libro? ¿Leíste una novela o videaste sólo la fábula? ¿Exprimiste la Naranja Mecánica o te comiste de a gajos la Mandarina a Pedal?





Nota: Existen numerosas interpretaciones acerca de qué significa la expresión naranja mecánica. Lo cierto es que el sentido es el mismo que le dio Burgess, uno muy concreto: funciona como un adjetivo que refiere a la rareza pura que aparenta normalidad en la superficie (de allí lo extraño que resultaría encontrar una naranja convencional que por dentro fuese un mecanismo) y su origen es enteramente cockney (es decir, el estilo de inglés hablado en la zona Este de Londres). Esta expresión se vió re-popularizada por la novela de Burgess (aunque su uso es algo anterior a los '60s), y el sentido con que el autor la usó fue mostrar lo raro de encontrar una persona que sólo puede actuar bien o sólo puede actuar mal, sin lugar a la elección entre el bien o el mal, componente inherente al ser humano (esto sucede cuando Alex es condicionado y simplemente no podría actuar mal al no ser capaz de escogelo así o al contrario, y por lo tanto se convierte en una naranja mecánica).




31/12/2010

Sin título.

-Maestro, quisiera saber cómo viven os peces en el mar.
-Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños.



William Shakespeare.

Sociólogos del Mundo: Aprended!


Totalmente. Él era 'Mr. Difference'


La producción académica de la sociología ha sido, en los últimos tiempos, la de kilómetros de papel con mucho menos contenido que tinta. Tal vez porque, como en otros espacios de las ciencias sociales, esos mismos productos se leen entre sí, y, desde ya, seguirán en el mar de aguas bastas pero tan reales como las utilizadas en una escenografía teatral. Ese no es nuestro problema (es más bien un padecimiento), así que mostremos qué diferente sería si, en vez de leer y desvencijar clásicos por la vida universitaria y luego dedicarse a conversaciones llenas de adjetivos y conceptos venidos a menos por su triste tratamiento, con dos o tres palabras de un cuento corto podrían, sino derivar todo un tratamiento, tal vez ‘entrenar’ el intelecto con imágenes completas, acabadas, de gran contenido y que pintan un telón delante de nuestros ojos con una contundencia digna de imitar – y aún, de emular. Al menos, ser Salieri no es tan malo si uno se obsesiona con Mozart, en cambio, pretender originalidad y no hacer más que repetir cosas que no cambian la vida de nadie, está mucho, mucho más atrás en la escala de importancia. Bueno, lo cierto es que existe algo aún peor: redactar haciéndose eco de la importancia de las palabras de ese titular que nos promociona académicamente y nos conseguirá la próxima renovación de beca, una carta de recomendación en un doctorado o, incluso, la miguita de un lugar en su cátedra, para poder pavonearnos con personas similares a nosotros hace una década... El punto es que los sociólogos (y otras yerbas humanístico-sociales) podrían leer más literatura de lo que hacen. Sí, aún esos, que creen reencarnar un revival de la bohemia de antaño, y no saben que el arte sólo atrevidamente puede ser sometido a categorías y conceptos forzados por su análisis. Si, además, se interesasen por los cuentos –y no sólo por los textos que pueden, decir algo de la sociedad de algún tiempo, como la elección obvia de un naturalista decimonónico- y se diesen cuenta que la sociedad puede rastrearse en una multiplicidad de pasajes, aún en fábulas y novelas poco asociadas a las que ellos estiman procedentes, podrían encontrarse con algo tan sorprendente como ‘El Hombre de la Multitud’ (The Man of the Crowd) del divine Edgar Allan Poe. Además de dar con un tratado sintético de observación de conductas y roles sociales –que podríamos encontrar en muchos grupos actuales, y aún del mismo modo que lo hace el narrador, sentado en un bar londinense-, tal vez, por el sólo hecho de leerlo, tanta intrascendencia escrita podría refinarse y profundizarse un poco (al igual que una persona leída posee más herramientas para expresarse por escrito)… Podrían observar las categorizaciones y los detalles (¡los detalles!) que Poe señala: las marcas de una clase ejercida con dedicación y una status pretendido… claro, también podrían quedarse con la definición más contundente, austera –aunque perspicaz y completa- acerca de estas variedades de personas que frecuentan una avenida. Sólo para traer un ejemplo, Poe nos cuenta de lo inconfundible dentro de la tribu [sic] de los empleados de empresas florecientes: tenían las maneras de quienes se consideraban la perfección del buen gusto (sólo que de doce a dieciocho meses antes!) y por eso, sentencia: usaban la gracia de desecho de la aristocracia, y ésta, pienso, puede ser la mejor definición de los mismos (‘the manner of these persons seemed to me an exact fac-simile of what had been the perfection of bon ton about twelve or eighteen months before. They wore the cast-off graces of the gentry; -- and this, I believe, involves the best definition of the class’ [leerlo])

¿Conocieron mejor imagen para definir una actitud, y a la vez de describirla, también juzgarla, valorarla de un modo que, si los cientistas sociales se permitiesen hacer, las precisiones abundarían mucho más de lo que las buscamos en ese campo que llaman realidad? Comentar las fortalezas de esta idea –como de las otras que nos da Poe- sería subestimar lo que de bueno tiene, desde que habla por sí misma. Si todo está dicho por él ¿para qué comentarlo nosotros? Es tan inútil como esos kilómetros de papel y toneladas de tinta de los que hablábamos más arriba… Y de paso, hacemos más por leer este bello relato (por supuesto, recomendamos también los comentarios de Julio Cortázar acerca de él).

Casi me olvido: Si Poe no les alcanza, pueden probar con otro grande, pero bien diferente de él: Walt Whitman, en su Canto a Mí Mismo.




Recomendamos la versión en español con doble yapa: las ilustraciones preciosas de Gustave Doré y una biografía de Poe muy interesante de Alejandra Villarroel, aquí.

29/12/2010

I want to be cool... II

I. Gabrielle’s mother died in 1889. With only six years old her father sent her away to rather nasty aunts - just like in Cinderella’s story. They gave some needles and threads and name her as ‘Coco’ which means ‘little pet’. Gabrielle thinks about death almost every day. But one summer her aunts sent Coco with her grandfather to Vichy in France. There she met a mysterious gentleman -- whose identity was never reveal and she always referred to him as ‘M.B’. That man showed her the great French world, fashion, glamour, everything... only if Gabrielle accept to be his unique companion. Gabrielle wasn’t in love but discovered in him a great chance to get out from her misery and NEVER came back to those annoying aunts. They lived in Pau near the Pyrenean and just there she met her truly love: Boy Capel. They run away together and about those times she began her successful career. During the WWII opened up her first clothing workshop and gave to her designs the comfort and simplicity that times were asking for...

II. Ignacio de Loyola, also known as the Compañía de Jesús creator, achieves his Holiness by the example from other people. He was the youngest of seven brothers and live in a very prosperous home. He had Juan de Velásquez as a tutor which was theman who left the boy to the Fernando de Aragón and Isabel de Castilla court. Lately, Ignacio joint the Army and was an outstanding martial professional. In 1521 during the French took over in Pamplona was badly wounded and had to return to the Castle. Meanwhile his recovering, he asked for some Chevaliery books to his sister but there wasn’t any… just books about Saints lives and the Holy Bible. So he began to read those and because of them decided to become a God’s man. He left the well-off life and end up as a priest: Saints turns a warrior into a man of Faith...


I still want to be cool, like these people too.

I want to be cool... I

I. They say before die, Thirteenth Lama left some signs about his forecomming reincarnation in Tibet. Some apprentices left his body pointing to the South - a traditional position according the Buddhism. The next morning, his head was aiming the Northwest. So everybody understood: was already time to the Lhamo Lhatso lake holy journey (of course placed at the Northwest) in order to receive one more sign. And so they had: One of those apprentices beholds some images of the Tibet Mountains and an Ancient Monastery aside with a golden and green roof. The quest group for the next Dalai goes to the Taktser town where they did found a monastery like the waters had shown. From one house came out a two years old joyful boy and ask to the Abbot Sera to give as a present to him the hanging sutra carried in his ropes. It had belonged to the deceased Lama. Estrangers subject the boy to several proves, and the little boy always choose the Dalai Lama things. The quest has finally reached its end. There he was: a servant’s son who live next to a Monastery in Kumbum and also the Fourteenth Lama, meant to be the Buddhist world leader.

II. Helen Keller was wealthy Arthur and Kate's daughter, born in Alabama (USA) in 1880. The little girl catches a diseased which left her blind and deaf before turns two years old. Family’s Doctor, the notorious Alexander Graham Bell, recommends taking Helen to the 'Deaf & Blind Institute' in Boston. In there they met Anne Sullivan, an Irish orphan young woman who accept to teach little Helen. Anne putted a doll in Helen hands and then wrote in the girl’s palm the word ‘doll’. Seems the method did work out and just only two years later, Helen mastered the Braille System and wanted to become familiarize with human voices. To achieve it the girl just put her hand in Anne’s throat and perceived its vibrations as the teacher talks. Helen went to Wight-Humason School (for deaf children) and learned Math, Geography, Physics, German and French. But that wasn’t enough, and Helen held up the studying and got her School degree with honors.


I want to be cool, just like these people.

28/12/2010

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Tamanho Original - Orientação Centralizada



Tamanho Pequeno - Orientação Esquerda













Tamanho Grande - Alinhacao à direita

























(O tamanho muito grande é maior do que o panel da esquerda (acho que maior a 930px) portanto é inútil usá-lo neste modelo de blog).