Si tuviera un nieto en mi falda, trataría adoctrinarlo. Lo estaría aburriendo en el medio -y hasta asustándolo cuando me apasionara en algunos pasajes-, pero no me complicaría demasiado, porque él seguramente sobrevivirá a ello. Una de esas sesiones de lavado de cerebro (sin inyecciones, ni violencia -pero no aseguro que sin tortura), versarían sobre un tema ineludible: George Orson Welles. No me presentaría como una biógrafa versada, por una razón muy simple: no quiero serlo. Y esto por dos cuestiones. La primera, es que no me interesa 'conocer' a Orson Welles, ya que con amabilidad cómplice haría caso de su intenso deseo por no revelarse nunca a los demás (así que le contaría al vástago, la historia del cineasta con baches, 'equivocaciones' en algún dato de su vida privada, y lo que se me ocurriere para así preservar su vida de los demás... en realidad, lo mejor que podría hacer para ello, sería apelar a la 'historia oficial', ese lugar común de lugares comunes, que acaba por preservarnos tanto -y tan bien- de la verdad, a quienes se la atribuímos como a quienes la oímos, a un mismo tiempo). La segunda cuestión reside en mi circunstancia: estaría adoctrinando un infante, y para ello necesitaría algo de creatividad, si quiero hacer del proceso un momento ameno, con la necesidad imperiosa que, con los años no se convierta en aversión por el protagonista...
Estimo que le contaría algo así como: 'George Orson Welles nació 1915, en Wisconsin -que queda en Estados Unidos de Norteamérica, en una familia acomodada. La mamá de Orson, una gran aficionada a la música, murió cuando él tenía sólo tenía nueve años, pero antes le trasmitió el gusto por la música. Dicen que a los diez años produjo su primera obra teatral («Doctor Jekyll & Mr. Hyde»), dirigiéndola, adaptándola y protagonizándola. En 1936, con cierto renombre incipiente en el ambiente artístico, estrenó su primera producción teatral propia, un «Macbeth» hecho con todos actores afroamericanos. Luego de esta picardía para los tibios y un manifiesto para los perspicaces, empieza en 1937 el serial radiofónico «The Shadow», con lo que se hizo conocido masivamente al público norteamericano' (supongo que en este momento, le mostraría una grabación de no más de 30'' que disfruto muy seguido, donde un aterrador Welles dice: "Ja, Ja, Ja, Quién sabe qué mal reside latente en el corazón de los hombres? Ja, Ja, Ja... La Sombra lo sabe..." ('Ha, Ha, Ha, Who knows what evil lurks in the hearts of men? Ha, Ha, Ha... The Shadow knows'...). Junto a actores que más tarde tuvieron mucha importancia para Welles, como Joseph Cotten, George Colouris, Vincent Price, Agnes Moorehead, Everett Sloane, fundó, junto a John Houseman el famoso 'Mercury Theater'. A la primera producción, «Caesar», basada en «Julio Cesar» de Shakespeare, siguieron muchas obras de teatro y retransmisiones radiofónicas. Una de ellas, tuvo consecuencias muy serias: «La guerra de los mundos», según la obra de H.G.Wells le lanzó a la popularidad, pero su credibilidad entre los boletines de noticias y los testimonios de los 'testigos' oculares sobre la llegada alienígena a Nueva Jersey devino en un pánico colectivo nacional, y en el suicidio de varios habitantes. Este impacto mediático hizo que la RKO le ofreciera algo que jamás se había ofrecido y jamás se volvería a ofrecer: un contrato en 1939 para filmar dos películas como director, productor y guionista con libertad artística absoluta, o, como los cineastas dicen, con 'el corte final'. Orson sólo tenía 24 años cuando debutó con una historia basada en la vida ficcionalizada de William Randolph Hearst, que inicialmente se iba a llamar «American» pero que salió a cartel con el título de Ciudadano Kane (Citizen Kane). Aquí, Hearst se trasnformaba en Charles Foster Kane, quien hizo de todo para parar el estreno y luego boicoteó la exhibición, dañando lo suficiente el primero período de exhibición del film, al impedir toda promoción en sus periódicos. Pero algo no podría complicarse por el poder del particular Hearst: El halago de los entendidos, y su apertura a un nuevo camino para una estética fílmica diferente a lo hecho hasta el momento... (Casi lo olvido!) La segunda película de esas dos que la RKO le ofreció fue 'The Magnificent Amberson'. Aquí también los planos, tal vez no tan contrapicados como para filmar la magnificencia de Kane, eran wellesianos (que en este caso significa 'muy buenos').
Siguió filmando, bastante en contra de lo que Hollywood quería -y por eso, dificultando su crédito para financiar sus proyectos-... volvió al tapete comercial con 'La dama de Shanghai' (The Lady From Shanghai, 1948), muestra brillante de cine negro protagonizada por él mismo con su ya ex-esposa Rita Hayworth. La secuencia final en la sala de los espejos es ejemplo magnífico de la maestría de Welles para jugar con la profundidad, la luz y los efectos visuales... pero también, para mostrar esa pincelada de surrealismo que necesitaba narrativamente para expresar esa vorágine mental del protagonista, que no puede ser lo que todos somos: el tonto de alguien. En 1949, Welles era un exiliado. Literalmente. Emigró a Europa. Trabajó como actor para financiar Othello (como El Tercer Hombre (The Third Man 1949), de Carol Reed, adaptación de un guión de Graham Greene). Cuatro años después respondió a sus críticos con una impactante versión de Othello (1952), que tardó tres años en rodar, por la falta de dinero, pero también por el perfeccionismo de su director, factor que dió réditos al alcanzar el Gran Premio en Cannes.
Por estos años, Welles dejaría una cantidad de de proyectos que no pudo terminar... entre ellos, en 1955, la genial Don Quixote que se filmó en México y en París, con el genial Akim Tamiroff como Sancho Panza. La película nunca llegó a finalizarla, pero luego, la montaron Jesús Franco y Patxi Irigoyen para presentarla en la Exposición Universal de Sevilla, en 1992. En 1995, una comisión conformada por, entre otros, el prestigioso actor Fernando Fernán-Gómez, nos permitió ver esta genial obra que traslada al caballero armado a una España que alterna entre los siglos pasados y la televisión. En estas mismas tierras, dirige 'Mr.Arkadin', un abordaje de un hombre y lo que de él se dice (y de lo que es la verdad de todo ello). Vuelve a Hollywood para actuar y dirigir 'Sed de Mal' (1958), obra bellísima, con Charlton Heston y Marlene Dietrich. Welles es ahora Hank Quinlan, un inspector de Policía que no tiene empacho para su silueta como para echar mano de pruebas falsas contra los sospechosos. Quién sabe por qué, esta película no tuvo éxito comercial y así Orson no pudo volver a filmar en Estados Unidos hasta 'The Other Side of the Wind', obra que nunca pudo estrenar. Gracias a Emiliano Piedra y financieros suizos, Welles vuelve al primero amor, nunca ausente (Shakespeare) y realiza la película que él más adoró: Campanadas a Medianoche (Chimes at Midnight, 1966) donde su personaje, Falstaff, encarna escenas de «Ricardo V», «Las alegres comadres de Windsor» y de otras obras del viejo William. Como si esto fuese poco, está estrictamente documentada en su época. Su último film completo -Fraude ('F of Fake', 1973)-, es un collage de metraje destinado a engañar, montando gran cantidad de la películas con restos de otros films. Investiga eso que él había llamado sueños... o lo que separa la realidad de la ilusión, aplaudiendo a todos los embaucadores (lo que incluye al director, por supuesto).
Orson dijo basta con un ataque cardíaco, el 10 de octubre de 1985, mientras mecanografiaba unas directivas de escena para las tomas que tomaría ese mismo día, más tarde. Sus cenizas se encuentran en una hacienda en Ronda, provincia de Málaga, donde pasó un verano cuando tenia dieciocho años. Orson pidió expresamente, dejar sus restos en España, la tierra que más amó. Por suerte su legado, reside en todos lados, y su talento lo poseemos todos nosotros, como una posta que nos cede mientras se muestra ahí, en imágenes, o allá en las grabaciones de su programas de radio...'
Y sí, claro: a esta altura mis nietos estarían dormidos, o pensando en cualquier otra cosa... pero esa es su sabiduría. Yo me quedo con mi labor, hecha con mucha esperanza de rendir aunque más no sea, unos poquitos frutos.