Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


26/10/2013

Pena que son sólo tres.

Esto de la serendipia es maravilloso, pero tiene su mezquindad, también: a veces, damos con algo buenísimo, pero es sólo una muestra. Es, literalmente, un botón -cuando tener la prenda completa sería tan, pero tan interesante... 


Pero bueno, las cosas son como son, y he aquí un hallazgo: tres muestras de tres prostitutas vienesas en tiempos de auge vistoriano (circa 1965). Eran una suerte de menú (el término concreto es carte-de-visite) para los clientes (fuente es www.gettyimages.com)









Aparentemente atrevidas. Definitivamente vulgares. Y muy, muy vestidas.






21/10/2013

Basta de Pruebas

No aludiré a que una imagen vale más que mil palabras. En alguna oportunidad lo he hecho y me arrepiento. No sólo por lo trillada que resulta, sino porque es una idea con la que últimamente no concuerdo tanto. La fotografía -o la imagen en general-, no me resulta ya tanto una buena 'prueba de', sino un hecho en sí mismo. Poco importa de qué da cuenta (qué situación repite en nuestra retina, que vivencia actualiza en nuestra memoria), sino que resulta más interesante, más productivo, qué produce en el momento en que la contemplamos (allende de dónde dalió o cuándo fue tomada). Eso es un hecho, una experiencia. Una misma imagen, puede servir para generar miles de millones de hechos en diferentes personas, o unos cuantos en una misma, a lo largo de toda su vida... y mil palabras, al lado de eso, no son nada.


He aquí unos generadores de experiencias acerca de lo que otros vivieron:



Evelyn McHale (una modelo de 23 años) se
arrojó del piso 83° del Empire State en 1947
Cayó arriba de la limousine de la ONU.




Esta es Annette Kellerman en 1907.
Promovía el derecho de las
mujeres a usar trajes de baño
 ajustados de una pieza. La arrestaron por indecencia.



Prótesis de piernas y pié
(Reino Unido, circa 1890)




Werfel, un niño austríaco huérfano de 6 años
recibe un par de zapatos nuevos
por la Cruz Roja norteamericana



Jaula para bebés, usada para que
tomaran sol y aire fresco seguros,
viviendo en un departamento (circa 1937)







Adorable hipopótamo moviendo un carruaje (circa 1924)














Primero día luego que Suecia cambió el manejo
del lado izquierdo al derecho de los automóviles (1967)




Dueño de un hotel arroja ácido
para expulsar a personas
afroamericanas que la
usaban (circa 1924)



Alcohol ilegal desechado por las ventanas
durante la Prohibición (Detroit, 1929)




Últimos prisioneros en el traslado por
el cierre de Alcatraz (1963)



Una niña con su muñeca sentada en las
ruinas de su casa bombardeada
(Londres, 1940)



Martin Luther King (con su hijo) saca de su jardín
delantero una cruz prendida fuego (1960)




Medida obligatoria del largo de los trajes de baño: si resultaban muy cortos, las mujeres eran multadas (circa 1920)



Muñecos de cera derretidos/dañados luego del incendio
del Museo de Cera Madam Tussaud (Londres, 1930)




Venta de niños en Chicago (1948)
(se dice que la mujer del fondo sería la madre,
quien se tapa la cara por ser fotografiada)




El primero Ronald McDonald en 1963















El Winnie The Pooh real y su dueño,
Christopher Robin (circa 1927)



Desenvoltura de la
Estatua de la Libertad, 1885



Soldado (no identificado),
Vietnam (1965)




Uno de los primeros pacientes en recibir una cirugía de transplante de piel
Su nombre era Walter Yeo  (1917)





 Me ha costado muchísimo no comentarlas... y por suerte logré no hacerlo. Mejor dejar las impresiones a quienes las experimenten.






18/02/2013

Un diálogo entre Cruz y Bernal


Por Diego Reynoso.



Corrí como un loco, se puede decir. Nunca hice menos de 10 kilometros por día. Tanto al mediodía, como al atecerdecer o a la mañana temprano, encontraba un hueco para ir a correr por la playa o por las chacras, por esos caminos que cruzan en subida y bajada repleto de eucaliptos a los costados. Junto con mis corridas diarias, me reservé otras horas para las novelas. Ah, si! El verano es el tiempo para leer novelas.

Una de las que me dovoré (o me devoró, no  tengo muy claro quién se devora a quién), es de Carlos Fuentes: "La Muerte de Artemio Cruz". El protagonista está en su lecho de muerte y recuerda todos los pasajes de su vida. Es de casualidad, por una mala interpretación de su cobardía, un héroe de la Revolución Mexicana devenido en un gran empresario político. Artemio Cruz, un hombre de origen humilde y militar formado en el proceso revolucionario, tiene un diálogo con Gonzalo Bernal, un joven licenciado proveniente de una familia rica de Puebla quien se había sumado a la revolución a pesar de su procedencia. La revolución está en su fase de guerra de facciones, donde los partidarios de la misma se enfrentan en una guerra que comienza en 1914 y termina en 1917, con el triunfo de Obregón y Carranza y la derrota de Villa y Zapata.

Ambos han caído prisioneros en manos de las tropas villistas. Carranza ha enviado a Bernal a parlamentar con los villistas que ya estaban en retirada y derrotados. Cruz es apresado en un combate. Bernal será fusilado esa misma noche. Antes de ser fusilado tienen un diálogo clave, con Cruz. Ese diálogo permite cerrar el círculo para el desenlace de la historia. Cruz no será fusilado, porque a cambio le pasa información al general villista sobre la posición de las tropas de Obregón a las que el pertencía. Luego del fusilamiento de Bernal, las tropas de Obregón caen en la prisión y acaban con los villistas. Artemio Cruz visitará al padre de Bernal, lo chantajeará, y desposará a la hermana de Gonzalo. Hará fortuna a partir de la fortuna de la familia Bernal.

El diálogo (p. 210-211) me resultó de lo mejor, para ilustrar algunas impresiones generales que desde hace tiempo tengo.

¿Tu traidor? [pregunta Cruz]
Depende de cómo lo mires. Tú nada más has andado en las batallas; has obedecido órdenes y nunca has dudado de tus jefes [responde Bernal]
Seguro, se trata de ganar la guerra ¿que tu no estás con Obregon y Carranza?
Cómo podría estar con Zapata o Villa. No creo en ninguno.
¿Y entonces?
Ese es el drama. No hay más que ellos. No sé si te acuerdas del principio. Fue hace tan poco, pero parece tan lejano... cuando no importaban los jefes. Cuando esto se hacía no para elevar a un hombre, si no a todos.
¿Quieres que hable mal de la lealtad de nuestros hombres? Si eso es la revolución, no más: lealtad a los jefes.
Sí hasta el Yaqui que antes salió a pelear por sus tierras, ahora sólo pelea por el general Obregón y contra el general Villa. No, antes era otra cosa. Antes de que esto degenerara en facciones. Pueblo  por donde pasaba la revolución, era pueblo donde se acababan las deudas del campesino, se expropiaba a los agiostistas,  se liberaraba a los presos políticos y se destruía a los viejos caciques. Pero ve nada más cómo se han ido quedando atrás los que  creían que la revolución no era para inflar jefes sino para liberar al pueblo.
[....]
Se lo dije desde al año 1913 a Iturbe, a Lucio Blanco, a Buelna, a todos los militares honrados que nunca pretendieron convertirse en caudillos. Por eso no supieron parale el juego al viejo Carranza, que toda su vida se ha dedicado a sembrar cizaña y a dividir, porque de otra manera, ¿quien no le iba a comer el mandado, viejo mediocre? Por eso ascendía a los mediocres, a los Pablo Gonzalez, a los que no podían hacerle sombra. Así dividió a la Revolución, la convirtió en guerra de facciones.



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Este post fue publicado aquí, en Corro, Luego Existo el blog de Diego Reynoso.




27/01/2013

Sin título (XIX)

El material del que estás hecho es blando y flojo, carece de resistencia, y su energía depende de la oxidación ineficiente del material orgánico.



Isaac Asimov.



'Imagología' mata 'periodismo' (que mata 'política').

Era el mejor y el peor de los tiempos...
A diario comprobamos las ligazones entre la política y el periodismo. Conocemos las más obvias (y superficiales, seguramente) como cubrir, criticar, cuestionar el proceder de la política; pero seguramente no sean las únicas... Aquí tomaremos una que ya es estructural, porque hace a los mismos fundamentos de la relación entre política y periodismo en la actualidad. La calidad de la prosa y el contenido lo tenemos asegurado: escribe el genial Milán Kundera. Pero antes de eso, tenemos que recuperar una cuestión fundamental para ese texto: el origen del término 'imago'.


Seguramente nos hemos cruzado en algún momento con la palabra. Imago fue la Revista creada por Sigmund Freud en 1912 (y que dirigió junto a los prestigiosos Hanns Sachs y Otto Rank)... también, denomina al concepto acuñado por Karl Jung referido a ese prototipo imaginario adquirido que orienta la forma en que los sujetos aprehendemos a los otros (proveniente de las primeras relaciones intersubjetivas -reales y fantaseadas- en el ambiente familiar). En cualquier caso, tanto Freud como Jung, obtuvieron este término latino de una famosa novela publicada en 1906. Su autor fue Carl Spitteler, Nobel de literatura en el convulsionado año de 1919. Novela muy aclamada por entonces, en su argumento entenderemos por qué fascinó a los psicoanalistas: su protagonista -Viktor- es el campo de batalla en que se enfretan el artista (que renunció al amor de una hermosa joven, Imago, por una obra de arte donde ella sería musa) y el hombre de carne y hueso (obsesionado por una mujer tangible, Pseuda). Esta doble existencia femenina hace que se produzcan más enfrentamientos reflejos: entre Imago y Pseuda, entre el artista y Pseuda -al defender la necesidad de un sacrificio amoroso en pos de la arte-, entre el hombre e Imago -al ser una mujer ideal no puede satisfacer las necesidades del amor-, y así... En resumen, entre Viktor y lo que lo redea se genera una compleja polifonía (de personas ideales y reales) que disputan su postura y existencia. Todo este enredo acontece hasta que Viktor comprende que Imago y Pseuda pueden juntarse en una misma mujer (que será Theuda). He ahí el origen de Imago. 


Pero en lo que sigue no será exactamente eso lo que veremos. Kundera teje las relaciones entre política e imagología -sin saltearse al periodismo en el medio- para mostrarnos la base de la verdad. De esa verdad contingente, mucho menos digitada de lo que a varios les encantaría pensar, y más lábil que una mera alternancia de mentiras.

Fabricar verdades no es un oficio nuevo. Tampoco monopolio de imagólogos. Cuando no la inventan los narradores de perogrullo que nos rodean, nos inventamos una propia: más o menos plausible, más o menos consistente, más o menos creíble. En el caso de la realidad imagológica (la única que conocemos), fluctúa entre la síntesis mutiladora -ríos de tinta de algún estudioso reducidos a unas pocas cláusulas-, el uso de las armas -los sondeos de opinión- y Groucho Marx ('si no le gustan estos principios, tengo otros').


...aunque mejor dejo a Milán Kundera. Es de tal vulgaridad retrasar al quien tiene algo para decir:




La Imagología


El político depende del periodista. ¿Pero de quién dependen los periodistas? De los que pagan. Y los que pagan son las agencias publicitarias, que compran de los periódicos el espacio y de la televisión el tiempo para sus anuncios. A primera vista se diría que se dirigirán sin vacilar a todos los periódicos que se venden bien y que pueden por tanto incrementar la venta del producto ofrecido. Pero ésa es una visión ingenua del asunto. Vender el producto no es tan importante como creemos. Basta con fijarse en los países comunistas: no es posible afirmar que los millones de retratos de Lenin que cuelgan por todas partes pueden incrementar el amor por Lenin. Las agencias de publicidad de los partidos comunistas (los llamados departamentos de agitación y propaganda) olvidaron hace ya mucho tiempo el objetivo práctico de su actividad (hacer que el sistema comunista sea amado) y se convirtieron en un fin en sí mismas: crearon su idioma, sus fórmulas, su estética (los directores de estas agencias tenían antes un poder absoluto sobre el arte en sus países), su idea sobre el estilo de vida, que cultivan, difunden e imponen a las pobres naciones. ¿Objetarán ustedes que la publicidad y la propaganda no pueden compararse, porque una está al servicio del comercio y la otra al de la ideología? No entienden ustedes nada. Hace unos cien años, en Rusia, los marxistas perseguidos comenzaron a reunirse en secreto en pequeños círculos para estudiar el Manifiesto de Marx; simplificaron el contenido de esta sencilla ideología para difundirla a nuevos círculos cuyos miembros, simplificando aún más esta simplificación de lo sencillo, la transmitieron a otros y éstos a otros, de modo que cuando el marxismo se hizo conocido y poderoso en todo el planeta no quedaba de él más que una colección de seis o siete consignas, tan deficientemente ligadas entre sí que es difícil llamarlas ideología. Y precisamente porque lo que quedó de Marx hace ya tiempo que no constituye un sistema lógico de ideas, sino apenas una serie de imágenes y consignas sugerentes (un obrero que sonríe con un martillo, un hombre negro, uno blanco y uno amarillo que se dan fraternalmente la mano, la paloma de la paz que echa a volar hacia el cielo, etcétera, etcétera), podemos hablar justificadamente de la gradual, general y planetaria transformación de la ideología en imagología.


¡Imagología! ¿Quién inventó primero este magnífico neologismo? ¿Paul o yo? Al fin y al cabo eso no es lo que importa. Lo importante es que esta palabra nos permite finalmente unir bajo un mismo techo lo que tiene tantos nombres: las agencias publicitarias, los asesores de imagen de los hombres de Estado, los diseñadores que proyectan las formas de los coches y de los aparatos de gimnasia, los creadores de moda, los peluqueros y las estrellas del show business, que dictan la norma de belleza física a la que obedecen todas las ramas de la imagología.


Claro que los imagólogos existían antes de que hubieran creado sus poderosas instituciones, tal como las conocemos hoy. Hasta Hitler tenía su imagólogo personal, que se ponía ante él y le enseñaba pacientemente los gestos que debía hacer durante sus discursos para fascinar a las masas. Sólo que si entonces aquel imagólogo hubiera dado a los periodistas una entrevista en la que hubiese divertido a los alemanes contándoles que Hitler no sabía mover las manos, no habría sobrevivido más de medio día a su indiscreción. Hoy, en cambio, el imagólogo no sólo no oculta su actividad sino que con frecuencia habla en lugar de sus hombres de Estado, le explica al público lo que les ha enseñado y lo que ha logrado que olvidaran, cómo van a comportarse, de acuerdo con sus instrucciones, qué formulas utilizarán y qué corbata llevarán puesta.


Y no debe extrañarnos su autosuficiencia: la imagología ha conquistado en las últimas décadas una victoria histórica sobre la ideología. Todas las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados como simples ilusiones y la gente dejó de tomarlos en serio. Los comunistas, por ejemplo, creían que durante el desarrollo del capitalismo el proletario iba a empobrecerse cada vez más, y cuando un buen día se demostró que en toda Europa los obreros iban a su trabajo en coche, tuvieron ganas de gritar que la realidad estaba haciendo trampas. La realidad era más fuerte que la ideología. Y precisamente en este sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la realidad, que por lo demás hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela, que vivía en un pueblo de Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se hornea el pan, cómo se construye una casa, cómo se mata un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los edredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; todos los días se encontraba con todo el pueblo y sabía cuántos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los diez últimos años; tenía, por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía contarle que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer.


Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa (no hace mucho leí semejante sondeo), abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos.  Los sondeos de opinión pública son el instrumento decisivo del poder imagológico, que gracias a ellos vive en total armonía con el pueblo. El imagólogo bombardea a la gente con preguntas: ¿cómo evoluciona la economía francesa?, ¿habrá guerra?, ¿existe en Francia el racismo?, ¿es el racismo bueno o malo?, ¿quién es el mejor escritor de todos los tiempos?, ¿está Hungría en Europa o en Polinesia?, ¿cuál de los hombres de Estado del mundo es más sexy?


Y como la realidad es para el hombre de hoy un continente cada vez menos visitado y menos amado, para lo cual tiene motivos suficientes, los veredictos de los sondeos se han convertido en una especie de realidad superior o, por decirlo de otra manera, se han convertido en la verdad. Los sondeos de opinión pública son un parlamento en sesión continua que tiene la función de crear la verdad, la verdad más democrática que jamás haya existido. Como nunca entrará en contradicción con el parlamento de la verdad, el poder de los imagólogos vivirá siempre en la verdad  y, aunque sé que todo lo humano es perecedero, no soy capaz de imaginar qué es lo que podría acabar con este poder.  En cuanto a la comparación entre la ideología y la imagología, querría añadir lo siguiente: las ideologías eran como enormes ruedas tras el escenario que daban vueltas y ponían en movimiento las guerras, las revoluciones, las reformas. Las ruedas de la imagología dan vueltas, pero esto no incide sobre la historia. Las ideologías luchaban unas contra otras y cada una de ellas era capaz de llenar con su pensamiento toda una época. La imagología organiza ella misma la alternancia pacífica de sus sistemas al ritmo veloz de las temporadas. Dicho con palabras de Paul: las ideologías pertenecían a la historia, mientras que el gobierno de la imagología comienza allí donde termina la historia.


La  palabra  cambio, tan querida para nuestra Europa, ha adquirido un nuevo significado: no significa un nuevo estadio de una evolución continua (como lo entendían Vico, Hegel o Marx) sino un desplazamiento de un sitio a otro, de un lado a otro, de aquí hacia atrás, de atrás hacia la izquierda, de la izquierda hacia delante (tal como lo entienden los sastres que inventan un nuevo modelo para la nueva temporada). Si los imagólogos han decidido que en el club de gimnasia al que va Agnes todas las paredes estarán recubiertas de enormes espejos no es porque los que hacen gimnasia necesiten observarse durante sus ejercicios, sino porque en la ruleta imagológica el espejo se ha convertido en este momento en un número afortunado. Si en el momento en que escribo estas páginas todos han decidido que Martin Heidegger debe ser considerado un delirante y un perro sarnoso no es porque su pensamiento haya sido superado por otros filósofos, sino porque en la ruleta imagológica se ha convertido en un número desafortunado, en un anti-ideal. Los imagólogos crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tienen corta duración y cada uno de los cuales es rápidamente reemplazado por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones políticas y preferencias estéticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos, tan poderosamente como en otros tiempos eran capaces de dominarnos los sistemas de los ideólogos. Tras estos comentarios puedo volver al comienzo de la reflexión. El político depende del periodista. ¿De quién dependen los periodistas? De los imagólogos. El imagólogo es un hombre de convicciones y de principios: exige del periodista que su periódico (canal de televisión, emisora de radio) responda al sistema imagológico de un momento dado. Y eso es lo que los imagólogos controlan de tanto en tanto, cuando deciden si van a apoyar a éste o a aquel periódico.


Un día también observaron, así desde lo alto, la emisora de radio en la que Bernard es redactor y en la que Paul tiene todos los sábados un breve espacio llamado «El derecho y la ley». Prometieron conseguir para la emisora muchos contratos publicitarios y organizar además para ella una campaña con carteles por toda Francia; pusieron sin embargo condiciones a las que el director del programa, apodado «el Oso», no pudo sino someterse: poco a poco comenzó a acortar los comentarios para que el oyente no se aburriera con extensas reflexiones; hizo que los cinco minutos de monólogo de cada redactor fueran interrumpidos por preguntas de otro redactor para que diera la impresión de un diálogo; ponía muchas más cortinas musicales, dejaba con frecuencia sonar la música por debajo de la palabra y aconsejaba a todos los que hablaban por el micrófono que manifestasen al máximo una ligera soltura y una despreocupación juvenil, gracias a las cuales se embellecían mis sueños matinales, en los que las noticias del tiempo se convertían para mí en ópera cómica. Como le importaba que sus subordinados no dejaran de ver en él a un poderoso oso, intentó con todas sus fuerzas conservar en sus puestos a todos sus colaboradores. Sólo en una cosa cedió. El programa habitual «El derecho y la ley» era considerado por los imagólogos tan evidentemente aburrido que se negaron a discutir acerca de él y lo único que hicieron fue reírse mostrando sus dientes excesivamente blancos. El Oso prometió que en un plazo breve eliminaría el programa, pero después le dio vergüenza haber cedido. Le daba aún más vergüenza porque Paul era su amigo (*).






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(*) En La Inmortalidad. (todos los destacados -y sus combinaciones- son propios).