Musicoterapia, más que nunca. |
En el vientre de su madre, asistía a los sonidos que salían del violín de su padre, el director de la Orquesta de Salzburgo. Su madre, era como Wolfgang, hija de un músico, y lo creó entre melodías y serenatas. El camino, se lo haría por él solito: a los seis años compuso su primera obra -Minueto y Trío para teclado-, y luego continuarían diecisiete óperas, cuarenta y una sinfonías, veintisiete conciertos y diecisiete sonatas. Después de todo eso, se había ganado el derecho de retirarse a los treinta y cinco años de esta vida. Ya era, como dice Barenboimm, algo aparte de la música (parece que, en la historia de la música, están por un lado los músicos geniales -como los destacados y aquellos que son malos-, y aparte de todos ellos, muy, muy aparte, está Wolfgang Amadeus Mozart).
La música de Mozart posee propiedades particulares: sus ritmos, melodías, tonos y frecuencias logran reforzar las vías neuronales estimulando sus habilidades espacio-temporales en la corteza cerebral (conocido como el 'Efecto Mozart'), especialmente lo relacionado con el hemisferio derecho. Su secreto reside en que los sonidos de sus melodías son simples y puros (ni un tapiz deslumbrante como el genio matemático de Bach, ni una marejada de emociones como el torturado Beethoven, diria Capbell) . Pero no toda la música produce algo en nuestras neuronas, sino aquella de frecuencia alta (con ondas musicales de largo plazo, es decir, con una media de 30'') como los conciertos para violín 3 y 4, para alcanzar efectos a nivel cognitivo (desde ya, la música simple y repetitiva no produce plasticidad cerebral, antes por el contrario...). En el caso de la hecha por Mozart, el efecto es el estado de distensión neuronal, propicio para la creatividad. El efecto se produce debido a los ritmos, melodías y frecuencias, extremadamente armónicas, y que conforman un relato o un cuento de hadas. Ello estimula el neo-córtex y el sistema límbico; permitiendo de esta forma que la persona que escucha la música vibre de forma cognitiva y también emotiva. Aquí es donde la música se transforma en acción: los que sostienen esta teoría, como el Doctor Gordon Shaw y el neurobiólogo Marc Bodner, asumen que las emociones no son sentimientos, sino impulsos instantáneos con los que nos enfrentarnos a la vida. Y es por ellos que la música activa las redes neuronales e incide en la concentración, atención y memoria, factores fundamentales en el proceso del aprendizaje.
Albert Einstein creía que apreciar la buena ciencia y buena música demandaban procesos mentales similares. Era muy conocida su distracción con el violín durante sus estudios. Sus biógrafos refuerzan este halo que rodea a Einstein y el efecto Mozart sosteniendo que el físico escuchaba su música cuando estudiaba: Amaba la Sonata K448 y la Sonata para dos pianos en Re Mayor.
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