De algún modo, esta búsqueda describe todas las búsquedas. Logra intercambiarlas, por lo que el resultado es el mismo: una única búsqueda.
Lo que la define es la falta de éxito. En esa búsqueda, nunca se llega al objeto procurado, pero también es imposible sustraerse de ella, claudicando... El resultado es evidente: ellos se encuentran atados a una vorágine constante (a veces más estrepitosa que otras), de la que saldrán sólo cuando el futuro se les acaba.
Este es mi humilde homenaje a esos hombres que viven buscando a ella, la mujer que no reaparece:
Hacia allí, después de seis días y seis noches, el hombre llega a Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como un ovillo. Esto se cuenta de su fundación:
hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, la vieron de espaldas, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehizo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva, cada uno ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros, de modo que no pudiera escapársele más. Esta fue la ciudad de Zobeida donde se establecieron esperando que una noche se repitiese aquella escena.
Ninguno de ellos, ni en el sueño ni en la vigilia, vio nunca más a la mujer.
Las calles de la ciudad eran aquellas por las que iban al trabajo todos los días, sin ninguna relación ya con la persecución soñada. Que por lo demás estaba olvidada hacia tiempo. Nuevos hombres llegaron de otros países, que habían tenido un sueño como el de ellos, y en la ciudad de Zobeida reconocían algo de las calles del sueño, y cambiaban de lugar galerías y escaleras para que se parecieran más al camino de la mujer perseguida y para que en el punto donde había desaparecido no le quedara modo de escapar. Los que habían llegado primero no entendían qué era lo que atraía a esa gente a Zobeida, a esa fea ciudad, a esa trampa (*).
(*) De 'Las Ciudades y el Deseo' en Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino.
2 comentários:
Hermoso, la mujer que no reaparece, algo real.
Gracias, Guille! Me alegro que te guste... :)
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