Friedrich ya sabía que esto funcionaba así. |
El santo Talmud nos enseña -además de otros puntos condenadamente buenos- que las cosas no son como parecen, son como somos nosotros. Esta idea vino a mi mente hoy, mientras miraba los cuadernos que son digitalizados en este blog, en los que encontré una idea de Patrick Landon que es realmente notable. Y aprovechable.
Dice algo así: 'Al ir relacionándonos con el mundo, saliéndole al paso a las dificultades que se nos presentan, los seres humanos vamos construyendo nuestra percepción según el registro de lo que vivimos, y, en este sentido, para bien o para mal, nuestro juicio depende muchas veces de nuestra disposición de ánimo general derivada de esa experiencia, y es el motor de la actitud que en consecuencia adoptamos, actitud que siembra y cosecha nuestra vinculación con el mundo. Veamos por ejemplo esta historia: Un anciano estaba sentado fuera de las murallas de una gran ciudad. Cuando llegaban los viajeros, le preguntaban: ¿Qué clase de gente vive aquí?. A lo que el viejo respondía: '¿Qué clase de gente vive en el lugar de donde vienen? Si los viajeros contestaban 'sólo vive gente mala en el lugar de donde venimos', el anciano decía: Sigan su camino, aquí solamente van a encontrar gente mala. Pero si los viajeros respondían: 'Sólo vive gente buena en el lugar de donde venimos', entonces el anciano decía: 'Entren, pues aquí también encontrarán sólo gente buena...' La parábola es de Noah Benshea, y nos enseña que la verdadera naturaleza de las cosas y de las personas, como en un juego de espejos, habita también en nuestro interior, en el que también se asienta el poder moral, mental y espiritual de encauzarla'.
La idea de Landon me resultó hoy, hace unas pocas horas, realmente imprescindible.
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