Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


20/12/2012

Sin título (XXVIII)

Dentro de un momento, con la primera estrella, caerá la noche sobre la escena del mundo. Los resplandecientes dioses del día tornarán a su muerte cotidiana. Pero otros dioses vendrán.


Albert Camus.




Jodida Realidad.

Cuanto más ves, menos sabes. 
En una película maravillosa (The Man Who Wasn't There, Joel Cohen, 2001) donde se cuestiona permanente y consistentemente el acceso a la verdad en la vida cotidiana, un abogado cínico, pedante y muy poco distinguido (tal vez por esa misma manera de ser), nos muestra cuán elusiva puede volverse la realidad... Pero no lo hace del modo previsible (mostrándonos -una vez más-, la distancia entre la ley y la justicia, la potencia de los artilugios legales y la cantidad determinante de performance que tiene un juicio oral). 

Pongamos el film en un mapa imaginario que nos permita conocer su escenario de fondo y lo que de él quiero rescatar. La historia muestra los diversos equívocos a la hora de reconstruir un hecho. En este caso, un asesinato. Pero no conforme con eso, también se da el lujo de jaquear todas las manifestaciones de 'la verdad': el pasado heroico de uno de sus personajes, la acusación de la autoria material de un crimen, la reconstrucción que hace la justicia de lo ocurrido, el modo en que se explica lo sucedido la esposa de la víctima (una incursión de OVNIs), entre otros equívocos a los que los protagonistas están sujetos pero no pueden sobreponerse.

En algunas narraciones (sea que estén construidas con palabras, imágenes, notas musicales, objetos o  sonidos) existe un personaje que reproduce de manera condensada el mensaje más profundo de esa historia. Aquí, es el inefable Freddy Riedenschneider, abogado exitoso que no se permite perder un caso. Técnicamente, Freddy explica lo que se conoce como principio de incertidumbre (y que ha sido ilustrado con el experimento del Gato de Schrödinger)... pero no importa. No nos ocuparemos de lo que ese principio significa para la fisica cuántica... Aquí lo transpondremos, sencillamente, al conocimiento de la realidad misma. Nuestro vector será el parlamento de Riedenschneider (... quién diría que ese hombre tan vulgar pero enriquecido, suturaría uno de los asuntos más complejos del conocimiento físico teórico y lo arrojaría hacia la realidad... ¿o soy yo la que en realidad lo está haciendo? En fin. No importa. Avancemos).


Empecemos por el final. He aquí la escena completa:




Pasemos ahora, al texto (**). He colocado primero el producto final (la escena) y luego el guión traducido, porque la primera es un hecho logrado por artistas profesionales y conlleva toda una composición cinematográfico-narrativa donde realmente vale la pena atender las luces y sombras, los planos y las direcciones en que la cámara asesta a los actores... en fin, la escenificación de todos sus componentes. En el caso que sigue (el del guión) simplemente tenemos una mala traducción (propia) y mis torpes destacado en función de la idea que quiero presentar aquí (la poco original transposición de ese principio cuántico a la realidad misma).


(...) "Está este tipo en Alemania, Fritz algo o parecido. O es... tal vez es Werner. No importa... Tiene una teoría. Cuando querés probar algo, tú sabes, cientificamente... cómo gira el planeta alrededor del sol, de qué están hechas las manchas del sol, por qué sale agua de la canilla... bueno, tienes que mirarlo. 

Pero a veces, miras y tu mirada lo cambia. Pero no puedes saber lo que realmente acontece o qué debería haber acontecido si no te movés más allá de tu jodida nariz. 

Entonces, no existe tal cosa como 'qué sucede'. Mirar algo, lo cambia. Ellos lo llaman principio de incertidumbre. Seguro que suena retorcido, pero incluso Einstein dice que estos tipos tienen algo bueno ahí. 

Ciencia. Percepción. Realidad. Duda. Sensata... duda. 

Digo que a veces cuanto más ves, menos realmente sabes. Es un hecho, un hecho probado. En algún sentido, es el único hecho que existe. Este alemancito incluso lo puso en números (...).

Aunque no podemos saber qué pasó realmente. Porque cuanto más miras, menos sabes. Pero la belleza de esto es que... no tenemos que saber. Sólo tenemos que mostrar, maldición, que ellos no lo saben. Gracias a Fritz o Werner o como demonios se llame..." (**) 



He ahí la prueba: Conocer la realidad. Conocerla, sin estar interviniendo en ella al mismo tiempo. Acercarse, sin poner sobre ella algo más que no posee, y que reside en los ojos del observador. Lo peor de todo esto, es que sólo podemos creer que esto es así (o creer lo contrario), porque no podemos comprobarlo. Si lo intentásemos, la prueba misma estaría adulterada por ese mismo principio.


Conocer, una compulsión irresoluble.





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(*) Los subtítulos de la escena y la traducción transcripta responden a distintos criterios de traducción, por lo que pueden no coincidir exactamente.

(**) ..."They got this guy in Germany. Fritz something or other. Or is it... maybe it's Werner. Anyway... He's got this theory. You want to test something, you know, scientifically... how the planet go 'round the sun, what sunspots are made of, why the water comes out of the tap... well, you gotta look at it. But sometimes you look at it... Your looking changes it. You can't know the reality of what happened, or what would have happened, if you hadn't stuck in your own goddamn schnozz. So there is no 'what happened'. Looking at something... changes it. They call it the uncertainty principle. Sure, it sound screwy, but even Einstein says the guy's onto something. Science. Perception. Reality. Doubt. Reasonable... doubt. I'm saying that sometimes the more you look, the less you really know. It's a fact, a proved fact. In... In a way, It's the only fact there is. This heinie even wrote it out in numbers. But we can't know who (...) We can't know what really happened. Because the more you look, the less you know. But the beauty of it is... We don't gotta know. We just gotta show that, god damn it, they don't know. Because of Fritz, or Werner, whatever the hell his name is"...


09/12/2012

Verdad y Verdad.

Todo siempre es múltiple.
La lógica. Esa carta a la que apelamos para legitimar las inconsistencias que decimos o reprochar lo que vemos en los otros (incluyamos ahí a personas, situaciones, intenciones y a la realidad en sí misma)... Lo cierto es que la lógica es también un espacio del conocimiento, y en tanto que tal, un universo. Aquí necesitaremos sólo una pequeñisima porción de ese universo, pequeña pero fundamental, que seguramente acabará por sonarnos más natural que lo que pensamos. La inició el gran Aristóteles (deberíamos pararnos para nombrarlo), nombrandola. Bautizó 'apofántico' a los enunciados que pueden ser considerados como verdaderos o falsos, y con ello los conviertió en el mismísimo objeto de la lógica clásica. En sus lares, las cosas (los enunciados acerca de la realidad) son, o bien verdaderos, o bien falsos. La realidad en sí misma es predicada como verdadera o como falsa. No hay tercera opción: Lo que decimos de ella -quitando las órdenes, las expresiones de deseo o los sentimientos- es verdadero. O falso. Son así o no son así. Y ya.

...el asunto comienza cuando la realidad niega la apofántica. Cuando no se deja poner en términos de verdadero o falso... no quiere, no le interesa. Cuando, simplemente, no es así. Básicamente, porque la realidad es como ella decide sin tomar en cuenta cómo hacemos los seres humanos para comprehenderla con estas poquitas herramientas que nos dimos. La realidad es, nosotros tratamos de ser. La realidad no puede reparar en nuestro cambiante y desprolijo sistema de valores, en nuestras múltiples y enormes ignorancias, en nuestros equívocos. No puede reparar en seres que tienen sólo dos ojos y no tienen otra opción que resignar grandes espacios de la realidad porque simplemente no pueden hacer mucho más con ella...


En algún momento en que las dos opciones se nos hacen pocas, es posible que sea bueno tener en cuenta a Fernando Pessoa (de hecho, lo que aquí transcribo, llegó a mis manos en alguna circunstancia de mi vida en que no podía decidir con taxatividad. Porque ya saben: los libros y las personas no llegan por casualidad a nuestras vidas, obviamente). De Pessoa deberíamos recordar cuando dinamita la apofántica aristotélica y logra que tengamos más que dos modestos ojos... No ya porque nos muestre 'más verdades'. No nos muestra una 'tercera posibilidad' a la verdadera o falsa. Tampoco nos muestra 'varias perspectivas'. No. Nos dice que hay dos verdades. Dos, distintas y verdaderas al mismo tiempo. Y si hay dos, digamos que tenemos la posibilidad de que haya más... 

Lo hace de la manera más simple: "Hoy en la calle encontré, por separado, a dos amigos que se habían enojado mutuamente. Cada uno me contó la historia de por qué se habían enojado. Cada uno me dijo la verdad. Cada uno me contó sus razones. Ambos tenían razón. Uno no veía una cosa y el otro, otra; o que uno veía un lado de las cosas y el otro un lado diferente. No: cada uno veía las cosas exactamente como habían pasado, cada uno las veía con un criterio idéntico al del otro, pero cada uno veía una cosa diferente, y cada uno, en consecuencia, tenía razón. Me dejó confundido esta doble existencia de la verdad." (*)


Válido para cuando nos crucemos en una situación en que no es tan fácil decidir quién es el bueno y el malo, quién tiene razón y quién no, qué o cuáles razones de cada uno son las 'mejores'... En ese momento, no se olviden de Pessoa. No se olviden que el juicio entre el bien y el mal, no es tan fácil como muchos lo ejercen (y si esos muchos lo ejercen con facilidad, no por ello estarán en lo cierto)... La vida no es un Western.









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(*) "Encontrei hoje em ruas, separadamente, dois amigos meus que se haviam zangado um com o outro; cada um me contou a narrativa de por que se haviam zangado. Cada um me disse a verdade. Cada um me contou as suas razoes. Ambos tinham razão. Não era que um via uma coisa e outro outra, ou que um via um lado das coisas e outro um outro lado diferente. Não: cada um via as coisas exatamente como se haviam passado, cada um as via com um critério idêntico ao do outro, mas cada um via uma coisa diferente, e cada um, portanto, tinha razão. Fiquei confuso desta dupla existência da verdade"... ¬Fernando Pessoa, O Livro do Desassossego, 207.

17/11/2012

Una Nota Pasajera sobre la #Identidad

'El hombre no puede re-hacerse a sí mismo sin sufrimiento,
porque él es el mármol y el escultor, al mismo tiempo'.

Es difícil hablar (escribir) sobre algo que no se dice. No ya sobre algo que no se dijo (lo que pudo haber sido el caso de algunas personas), sino de algo que... no se dice: Algo que no se puede verbalizar. Algo que nos sucede con la misma naturalidad que todo eso que confundimos con nuestras certezas, pero que sin embargo, no es posible narrar.

Con esa premisa, estas líneas deberían terminar aquí mismo (escribir sólo es pintar una imagen con palabras). Pero aún cuando haya tenido el privilegio de experimentar y conocer a través de caminos que nada tienen que ver con las palabras, voy a intentar valerme de ellas, haciendo caso omiso de esa natura fallida, caída, que nos espera detrás de su belleza exterior, frecuentemente narcótica.

Lo que llamamos identidad es un devenir en el tiempo. Puede reencauzarse con un dato biográfico preciso o puede virar completamente con una precisión que aporte la biología. En otras palabras, puede variar su camino de un día para otro o ir reacomodándose en un periodo de tiempo. En cualquier caso, se lo admita o no, mucho de su contenido (o lo suficiente) reside sólo en las manos de quien la posee. De su titular por derecho inobjetable. La identidad es -aún cuando manipulada, no reconocida o desconocida- una posesión. Una residencia propia inalienable. Un templo del que no nos pueden echar y que -aún cuando nunca lo hayamos pisado- se mantiene intacto esperando la visita de su inequívoc@ dueñ@.

La identidad no sabe de pasividad. No puede no devenir. No puede no moverse, removerse y conmoverse. Es una energía. Está ahí, presente, aún cuando no lo sepamos. Está ahí, variando con nosotr@s, manteniendo algo intacto y cambiando de forma a cada instante. Es un medio que nos constituye, pero en el que tomamos parte e intervenimos. Es una construcción en el tiempo, que nos mantiene dentro de nosotr@s mism@s. Es un espacio en el tiempo que, si se vive de manera consciente, se podrá disfrutar aparte de poseer. Es una escultura con algunas zonas sutiles, otras descuidadas, y algunas aún salvajes. En el tiempo, las salvajes pueden ser las más sutiles, las descuidadas estar dando cuenta de un orden delicado y las sutiles ser las más prescindibles. La identidad es un cuerpo intangible que no tiene por qué manifestarse a un tiempo: puede revelarse como una intuición completa y acabada, pero no vale menos descubrirlo por etapas, de acuerdo a un cronograma único, que sólo su poseedor@ va descubriendo...

La identidad no es prístina. Tampoco es perfecta (lo perfecto está clausurado: no permite ninguna intervención humana). La identidad no es algo que debemos pensar inmaculado: refleja contradicciones, miedos, retrocesos, avances y apremios. Simulaciones, errores, grandezas, nimiedades alojados en su seno. No permanecen ahí para castigarnos, sólo nos dan la oportunidad de saber quienes fuimos, para poder pensar en quienes seremos.

Desde ya que la identidad no es sólo profunda . Es también superficial y cambiante. Eso no la hace menos importante: sólo la hace más real. Tiene lugar para las contingencias, y no sólo se describe por las características más caras de nuestra personalidad. Ella también contiene nuestra preferencia, en este preciso instante, por un helado de chocolate a uno de vainilla. No vivimos sólo de lo profundo y tampoco vivimos solamente en lo profundo. Saber que tenemos varias 'capas' para vivir esta gran experiencia que es la vida, y que en todas ellas estamos presentes construyendo eso que somos nosotros mismos nos hará ver a nuestra identidad con cotidianeidad, sin una artificiosidad que la haría distante, esquiva.

La identidad es similar a una madeja de lana. Y encontrar la punta del hilo puede tener los caminos más inhóspitos: una casualidad, una cesuda búsqueda, una persona no tan importante en nuestras vidas, un desafío personal o un momento de aburrimiento. Puede construirse a la luz de diferentes circunstancias cotidianas y elegir algunas como las que más la influyen: la laboral, la sentimental, la profesional, la familiar, un hobby. O una combinación de ellas. Puede encontrar espacios que la hacen sentir expansiva, como una adolescente en primavera: el arte, una compañía, un amor, un pasatiempo, un recuerdo, un lugar, una fantasía o una novedad de lo más trivial. Cualquiera de esas circunstancias (y otras que no se me ocurrieron) pueden transformarla en más idéntica a sí misma: allí la identidad se inflama de sí... Pero no se torna peligrosa, porque 'identidad' no es 'ego': ella no es un monito en guardia que se siente herido con facilidad y reacciona desproporcionadamente contra sí mismo... la identidad no se hiere, no se quita, no se aliena. Lo sepamos o no. Y es por eso que ella reside tranquila, activa pero segura. Inquieta e inofensiva.

La identidad es parte del amor que sentimos por nosotros mismos. Reconocer y aceptar nuestra identidad, es el amor que los demás reconocen en nosotros mismos y entregan como un don de gente. El amor y la identidad se asemejan en una idea que alguna vez escuché en boca de Antoine de Saint-Exupèry: Tal vez, amor es el proceso de llevarte suavemente de vuelta a ti misma”. Es por esto que la identidad es un parecido... un parecido a nosotros mismos. 'Identidad' nos hace idénticos... a nosotros mismos. En realidad, es aún más simple: ella es sólo un camino de vuelta a lo que ya somos. Y en ese acto de vuelta, es cuando devenimos en nosotros mismos. Esa vuelta, es en realidad un destino. Esa vuelta es una batalla ganada. Esa vuelta es nuestra afirmación tranquila y segura de que somos eso...: nosotr@s mism@s. Y que, de puro privilegiados que somos, ya nos encontramos.