Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


23/06/2011

Arte de sus Huesos


Abadía irlandesa Mount Mellory
| foto: O.C.S.O. |
Tal vez esto pueda verse como otro modo de recordarnos cuál es nuestro verdadero destino, igual que el caso de los monjes de la abadía de Mount Mellory, de los que nos cuenta John Huston en su hermosa película Dubliness (1987), basada, por supuesto, en el relato homónimo de James Joyce. En el diálogo, se cuenta que los silentes monjes duermen en los que serán sus futuros ataúdes, con el fin de no olvidar su final, en este reino material, mientras se dedican a hacer penitencia por los pecados de los prójimos extramuros...


Pero no lo se con certeza.



El caso es que en la Iglesia de Santa María de la Concepción, en la Vía Véneto, hay un cementerio con paredes, arcos y bóvedas recubiertas de huesos y cráneos de unos cuatro mil monjes capichinos, dispuestos en fajas, círculos, rosetas y flores, como también nichos con los esqueletos enteros, vestidos con las ropas de la Orden. La iglesia fue construida por el cardenal Antonio Barberini en 1626. 



Se la conoce como la Cripta de los Frailes Capuchinos y hasta los artefactos de luz del pasillo que conduce a la bóveda están hechos de huesos. Sólo la capilla que se usa para la Misa -una celebración para los católicos- no tiene huesos. Parece que a principios del siglo XVII, los frailes capuchinos -llamados asi por la capucha que llevan en su hábito-, dejaron el convento de San Buenaventura llevando consigo los restos de sus difuntos, para trasladarlos a su ubicación actual, de las cuales sólo continúan en pie el cementerio y la iglesia. Colocaron los huesos a lo largo de las paredes y techos de las bóvedas, y los nuevos frailes de la orden siguieron enterrando a sus muertos allí. En este lugar iban todas las noches a rezar. En 1870 dejaron de enterrar a sus miembros allí, el año en que se dejaron de enterrar a los muertos en las iglesias católicas.

'El Niño Segador'
representación de La Muerte, con su guadaña.

En una de las criptas -conocida como de los Cráneos-, están ellos clavados en la parte posterior de la sala, formando un muro con tres arcos. Delante de ese muro de cráneos hay tres esqueletos de frailes. Cada pared lateral contiene los esqueletos de dos capuchinos, en nichos curvos. El techo está hecho de vértebras, costillas y huesos pequeños, formando tres círculos de flores.


En la Cripta de la Pelvis las paredes laterales tienen dos frailes capuchinos reclinados en un nicho con arcos. En la parte posterior, los huesos de pelvis de tres frailes forman el telón de fondo. Una roseta central de la sala está formada por siete omóplatos, con colgaduras de vértebras. Pero el mayor número de huesos está en la Cripta de los Huesos de las Piernas y los Muslos: Las dos paredes laterales están formada de huesos de las piernas y muslos, apilados y luego mezclados con calaveras. Cada pared lateral contiene cuatro nichos, con el esqueleto de un fraile de pie con su hábito. En el techo hay otras dos grandes flores hechas con omóplatos, y entre ellas un marco ovalado grande, de mandíbulas y vértebras.






Podría dar una pequeña reflexión provisional para cerrar este post, pero realmente prefiero no hacerlo. Las razones de ello no son incomprensión con esta decisión monacal, ni desaprobación. Pero los argumentos que demostrarían la ausencia de estos juicios condenatorios, se me hacen algo fragmentarios y poco claros. Supongo que son esas estructuras que mi tiempo y espacio -que algunos condensan en la palabra sociedad- me exhortan a aplicar, y que, cuando quiero eludir, dejan mi interior en la certeza de que 'hay algo más para pensar y decir' pero se hace muy difícil hacerlo. Por suerte, ya puedo permanecer en ese incómodo estado, sin aún avanzar a uno superador. Por un breve tiempo... luego vuelvo a la comodidad que me da esa señora que llenó mi cabeza de juicios, y que no le gusta que no los use. Lo malo de ello es que no puedo denunciar por sus eventuales atropellos a esta dama, la totalizadora sociedad.








No Tendrán Tu Verdad.


Un hombre que algunos señalan como un maestro (es decir, la versión reivindicativa del denostado término gurú), pero que -como todos los otros hombres y mujeres- es sólo un aprendiz, encontró un buen modo de explicar cuál es la búsqueda que será legítimamente valiosa para cada individuo (y necesariamente, nunca más allá de él mismo). 

Como siempre, no nos detendremos en el nombre del que expresó su idea con la siguiente historia corta, ni repararemos en los detalles locales o históricos del pasaje (o alguno de sus personajes):


En algún pueblo, un hombre decidió abrir una tienda de pescado, y puso en su puerta un gran cartel que decía: "Aquí se vende pescado fresco". El primer día que abrió, un cliente le dijo: "¿'Pescado fresco'? ¿Para qué aclaras que es 'fresco'? ¿Acaso venderías pescado rancio?" El tendero creyó que era sensato, porque, curiosamente, la idea de 'fresco' traía a la mente, también, la idea de 'rancio' a los clientes. Ahora se leía: "Aquí se vende pescado". Una ancianita llegó a la tienda al día siguiente, y le preguntó: "¿Usted vende pescado también en alguna otra parte?" El tendero dijo que no, y se dió cuenta que la palabra 'aquí'  debía ser eliminada, y así lo hizo. Al tercer día, otro cliente vino le preguntó: "¿Acaso alguien obsequia pescado?"... y el tendero decidió eliminar el verbo 'Se vende'. Ahora sólo quedaba 'Pescado'. En ese momento otro cliente le reprochó: "¿'Pescado'?. Incluso desde lejos, hasta un ciego podría olerlo". Y por eso el comerciante sacó la última palabra, dejando un cartel en blanco. Un momento después, un transeúnte le gritó: "¿Para qué tener un cartel en blanco sin sentido?". Y así el vendedor sacó el cartel dejando el vacío. La última referencia que tuvo de su cartel primero mutilado y ahora directamente desaparecido fue de un caminante que se detuvo por curiosidad: "Habiendo abierto una tienda tan grande, por qué no cuelgas un cartel que diga Aquí se Vende Pescado Fresco?.


Así es como sucede: todos ponen en juego una versión -seguramente bienintencionada- de una situación que, mientras los complacemos, no sólo vamos mutilando nuestro/s criterio/s, sino que luego de ese recorrido, se nos reclama por qué no hacer lo que ya habíamos pensado al principio... Eso sucede porque cada uno aporta una verdad, presentándola como 'la' verdad (aunque lo peor no es eso, sino que del mismo modo la compramos).  

La cuestión parece residir en la consciencia. En la consciencia del que recibe el consejo ajeno, y en la del que se atreve a darlo. Las personas valiosas no aconsejan, prefieren ayudarnos a ser (y a hacer) más conscientes nuestras propias decisiones. Claro que se pueden permitir -y aquí debemos agradecerles- darnos una intuición, o una perspectiva... pero lo fundamental para ellos será hacernos más despiertos para escoger entre la mejor opción, valida sólo para el momento y la posición en que nos encontremos (y concebida en nuestra propia consciencia, claro está). El fin de ello no es nada despreciable: despertándonos, podremos tener la confianza de que podremos escoger, en otro tiempo y posición diferente, también la mejor opción entre varias (aún cuando ésta no sea siquiera parecida a la primera. De hecho, reprochamos la falta de coherencia ajena, pero nunca pensamos en la coherencia que deberíamos reclamar a las situaciones en que esas personas decidieron... en otras palabras, olvidamos que deberíamos reprocharle a las circunstancias la misma carencia. Pero hacerlo -es decir, enrostrarle algo a una 'situación'- es, a toda vista, absurdo... aunque si lo hiciésemos, tal vez nos daríamos cuenta de que el reclamo que hacemos a las personas no es muy consistente...).

El punto aquí es no recortarnos según el deseo de los otros, y así acabar por ser un vacío que un otro viene a exigirnos que deberíamos llenar... es decir, no ser como el tendero, ni como los clientes... no dar consejos acerca de qué hacer en una situación determinada, sino ayudar a que el otro vaya encontrando sus decisiones... y no decidir según lo que otros creen, sino desde lo que nosotros estamos experimentando. Y así una y otra vez. Una y otra vez...

Por eso, no les recomendaría leer este post, y menos aún, que lo recomienden. 









11/06/2011

Sin título (XV)


Los argumentos son tan útiles contra los prejuicios, como lo son las galletas de chocolate contra el extreñimiento.


Max Pallenberg.






Groucho y El Hombre de la Bolsa

El Hombre de la Bolsa (the 'Booggie Man', o Bicho-papão) es alguien a quien deberíamos referirnos con mayúscula. No es un nombre propio, tampoco un ser ilustre, pero si es un ser... genérico. No en el sentido en que solemos pensar esa colectividad (como un número múltiple de individuos -diseminados o agrupados, pero en todo caso, muchos más que los que contaríamos con los dedos de la mano-), sino en el sentido determinante: por todos los que han vivido en cada una de nuestras mentes infantiles (y que contienen a todos los que nuestros padres han invocado para que la amenaza ante nuestra conducta se hiciese creíble). A veces venía en esos truenos que no tienen piedad, otras cuando creíamos que nos habían pescado in fraganti, y otras, cuando ya grandes, caminamos alguna calle oscura que parecía ir convirtiéndose en una jungla de monstruos a nuestra espalda a medida que la íbamos caminando (y en la que jamás nos volveríamos a mirar el recorrido hecho, por temor a comprobarlo). 

Lo importante es saber que el Hombre de la Bolsa que asusta a los chicos (y los grandes que jamás lo admitiríamos), no es el único hombre de la bolsa que existe. Y como si esto no alcanzase, tampoco es el único hombre con bolsa que asusta.  En el texto que sigue, Groucho Marx nos cuenta cómo eran los de su tiempo, con los que podríamos utilizar el mismo criterio que usamos para el que asociamos con el cuco, y dejarlos a todos, condensados en la idea genérica de El Hombre de la Bolsa. Suspendamos el efecto amedrentador por un momento, y dejemos que Groucho nos cuente, a su manera, como los especialistas en especulación fueron alimentando la gran bomba, hasta que ella se cansó y les explotó en la falda ese martes negro.




Cómo fui Protagonista de las Locuras de 1929.
Por Groucho Marx.


Muy pronto un negocio mucho mas atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntito llamado mercado de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero ¿Quien lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a 30 cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor. Mi sueldo semanal en 'Los Cuatro Cocos' era de unos U$S 2000, pero esto era una changuita en comparación con la guita que ganaba teóricamente en Wall Street. Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días. Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo:
-Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. No voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: "Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation".
-¿Cómo se llaman esas acciones? -pregunté. Me lanzó una mirada burlona.
-¿Que pasa, mi amigo? ¿Tiene algo en las orejas que no le funciona bien? Ya se lo he dicho. El hombre ha mencionado la United Corporation...
Le di U$S 5 y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informé inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía estaba con su bata.
-En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo- . Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia.
-Harpo -dije- ¿estas loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!. De modo que con mis ropas de calle y Harpo en bata, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la United Corporation por U$S 160.000, con un margen del 25%.

Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa ese margen del 25%. Por ejemplo, si uno compraba 80.000 dólares de acciones, solo tenia que pagar en efectivo U$S 20.000. El resto se le quedaba a deber al agente. Era, como robar dinero. 

El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, que le susurró:

-Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que de Cobre Anaconda. Se vende a U$S 138 cada acción y se rumorea que llegará  hasta los U$S 500. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo se de muy buena fuente. Chico corrió inmediatamente hacia el teatro con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del telón hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir 600 acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietario de 200 acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó: -No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una compañía como Anaconda. 

El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde New York, sólo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran "arriba, arriba, arriba". Hasta entonces yo no había imaginado que se pudiera hacerse rico sin trabajar. Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles ahora inexistente.
-Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde. Luego añadió: -¡Por qué no abandonas ´Los Cuatro Cocos' y olvidas esos miserables U$S 2000 semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo 8 funciones semanales en Broadway.
-Max -contesté- no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor, Sam Harris (lo que por entonces no sabía era que Kaufman, Ryskind, Berlin y Harris compraban también con margen y que finalmente iban a ser aniquilados por sus asesores financieros). Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara 500 acciones de la Auburn Motor Company.

Pocas semanas mas tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo con el señor Gordon. Grandes y costosos cigarros habanos colgaban de nuestros labios. El mundo era una delicia y el cielo asomaba en los ojos de Max (y también unos símbolos de dólar). El día anterior las Auburn habían pegado un salto de 38 enteros. Me volví hacia mi compañero de golf y dije: -Max ¿cuanto tiempo durara esto? -Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson: -Hermano, ¡todavía no has visto nada! Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción: todo el mundo las compraba sin cesar.


Un día, con cierta timidez, hable a mi agente en Great Neck acerca de este fenómeno especulativo.
-No se gran cosa sobre Wall Street -empecé a decir en tono de disculpa-, pero ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debería haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones?. Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo:
-Señor Marx, tiene mucho que aprender acerca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para escribir un libro.
-Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora, ¿qué estaba usted diciendo? Adecuadamente castigado y amansado, respondió:
-Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha dejado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial. Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar 1000 acciones de tuberías Crane. Con cierto cansancio, pregunté:
-¿Cree que es una buena compra? 
-No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías (se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que aparecieren en las listas de cotizaciones.)
-Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías.- Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de tuberías Crane? Hummm. Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para 200 acciones; no, mejor aún, que sean 300. 
Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás tipos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba a doblar su valor en pocos meses. En los diarios actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta U$S 100 por dos entradas para ver My Fair Lady -personalmente, opino que vale esos U$S100-…

Bueno, una vez pagué U$S 138.000 por ver a Eddie Cantor en el Palace. Todos sabemos que Eddie es un cómico estupendo. Incluso él lo reconoce sin ningún inconveniente. Tenía una revista maravillosa. Cantaba Margie Ahora es el Momento de Enamorarse y Si Conociesen a Sussie. Mataba de risa al público con sus bromas características, y terminaba cantando Whoope. En resumen, era un exitazo. Tenía ese algo magnético que hace destacar a una estrella del montón anónimo. Cantor era vecino mío en Great Neck. Como era viejo amigo suyo, cuando terminó la  representación fui a verle a su camerino. Eddie es un conversador muy persuasivo, y antes de que yo pudiera decirle lo mucho que había disfrutado con su actuación, me hizo sentar, cerró rápidamente la puerta, miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie le escuchaba y dijo: -¡Groucho, te adoro! No había nada de peculiar en aquel saludo. Así es como la gente del teatro habla entre sí. En el teatro existe una ley no escrita respecto a que cuando dos personas se encuentran (actor y actriz, actriz y actriz, actor y actor, o cualquier otra de las variaciones y desviaciones del sexo) deben evitar cuidadosamente los saludos habituales de la gente normal. En cambio, deben abrumarse mutuamente con frases de cariño que, en otros sectores de la sociedad, suelen estar reservadas para el dormitorio.

-Encanto -prosiguió Cantor- ¿qué te ha parecido mi espectáculo? Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente, no era así, y comprendí que se dirigía a mí.
-Eddie, cariño -contesté con entusiasmo verdadero- ¡has estado soberbio! Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo: -Guapo ¿tienes algunas Goldman-Sachs?
-Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas. ¿Qué es Goldman-Sachs? ¿Una marca de harina? Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia sí. Por un momento pensé que iba a besarme.

-¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman-Sachs! -exclamó  incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores. Luego consultó su reloj y dijo:

-Hum. Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, muchacho, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar 200 acciones de Goldman-Sachs. Creo que hoy ha cerrado a 156... ¡y a 156 es un robo! Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y me fui... 
¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Imaginate, si no llego a ir aquella noche al teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia. A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento que se abría la Bolsa. Aflojé el 25% de U$S 38.000 y me convertí en afortunado propietario de 200 acciones de la Goldman-Sachs, la mejor compañía de inversiones de América. Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. 
Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Brodway. Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones sólo hablaban de la cantidad que tal o cual valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El plomero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos, los ahorros de toda la vida- en Wall Street. 

Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba de la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión. De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos precavidos tontos y a sus palabras idiotas de cautela. Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: "Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha llegado la hora de retirarse".

Yo no estaba presente en la Fiebre del Oro del 49. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba a todo el país. El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición. Un día concreto, el mercado empezó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos cayeron presas del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus acciones, que por entonces sólo tenían el nombre de tales.

Luego el pánico alcanzó a los agentes de bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando los márgenes adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el banco. Para evitar que vendieran mi efectivo empecé a firmar cheques febrilmente, para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando. Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron U$S 240.000 (o 120 semanas de trabajo, a U$S 2000 por semana) Hubiese perdido más, pero ese era todo el dinero que tenía. 

El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde New York. En cinco palabras, lanzó una afirmación que, con el tiempo, creo que ha de compararse con las citas más memorables de la historia americana. Me refiero a citas tan imperecederas como "No abandonéis el barco", o "No disparéis hasta que veáis el blanco de sus ojos", "¡Dadme la libertad o la muerte!", y "Sólo tengo una vida que dar por la patria". Estas palabras caen en una insignificancia relativa al ponerlas junto a la frase del famoso Max. Pero charlatán por naturaleza, esta vez ignoró incluso el tradicional hola. Todo lo que dijo fue:



"¡Marx, la broma ha terminado!"



Antes de que yo pudiese contestar, el teléfono se había quedado mudo. En toda la bazofia escrita por los analistas de mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas cinco palabras lo dijo todo. Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía. Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del banco para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Las acciones de Cobre Anaconda (recuerda que retrasamos treinta minutos la subida del telón para comprarlas) se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (¡no creas que no he leído a Hemingway!), y finalmente se estabilizaron a U$S 2,78. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a la United Corporation se saldó a U$S 3,12 ¡Las habíamos comprado a U$S 60! La función de Cantor en el Palace fue magnífica y de tanta calidad como cualquier actuación en Broadway. Pero ¿Goldman-Sachs a U$S 56? Eddie, cariño ¿cómo pudiste? Durante la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un U$S 1 cada una. El ir a la ruina financiera no constituyó una pérdida total.

A cambio de mis U$S 240.000 obtuve un insomnio galopante, y en mi círculo social ese insomnio empezó a sustituir al mercado de valores como principal tema de conversación…







Restan sólo dos comentarios: el primero, que todos los destacados son míos. Y el segundo, que cualquier semejaza con lo acontecido hace unos pocos años, y lo que vuelva a pasar dentro de otros tantos, es mera casualidad... Sin excepción: no insista.




08/06/2011

Salve Dziga Vertov!

       De 'Entusiasmo' (Vertov, 1930) 
imagen MOMA
Sabía que el melodrama cinematográfico es el opio de los pueblos. La fabulación burguesa vedaba la vida tal y como es (era). Y agregaba: 'nosotros/as consideramos simplemente que lo esencial en el cine es fijar los documentos y hechos, fijar la vida y los acontecimientos históricos'.

Su cámara rompía la maldición de la inmovilidad del ojo humano y así, ese cine-ojo se deshacía de la -ahora- no tan ineludible estructura de tiempo-espacio, y por fin (POR FIN) podía coordinar todos los puntos del universo... porque podía registrarlos. La misión de todo ello era a toda vista exitante: crear una nueva percepción del mundo: ¡La posibilidad de ver un mundo desconocido! Aunque no era tan simple, o, al menos, no tan inmediato: antes había que pasar por la labor de montaje, donde todas esas tomas, se organizarían temáticamente para que el mismo todo se convirtiese en verdad.

La cámara tenía que alejarse cada vez más de la simple copia: sobreimpresiones, pantallas que se parten, mosaicos, pantallas en espejo, picados y contrapicados, movimientos acelerados, montaje rítmico y de acción invertida... Distanciándose de como vemos con los ojos al desnudo, nos hace captar más con ellos. Lo real proviene de haber hecho -de un modo específico- una construcción 'irreal'. Es una 'artificialidad' que expande la acotada naturaleza de nuestros ojos. Y el trabajo restante, pues lo hará la mente, cosiendo esas partes, asociándolas, resignificándolas. La cámara no es un modo cómodo de recabar datos y más datos, sino un facilitador, para que nuestros ojos, capten y trabajen más de lo que la selección natural en su evolución le han dado. 


Esto era sólo una parte de su entusiasmo. Y es, además, una parte pequeña, mínima, de todo lo que le debemos. Salve, Dziga Vertov!




01/06/2011

Bendito Fracaso.

Hace unos seis años, un señor que había fracasado -luego de ser exitosísimo-, dio un discurso a los graduados de la Universidad de Stanford en Estados Unidos. La razón de ello fue que, volvía a ser exitosísimo en otro emprendimiento, y hasta llegó, por medio de él, a ser recibido en el lugar del que lo habían echado en primero lugar. Su nombre era Steve Jobs. Es el presidente/CEO de la Apple Computers y de los Estudios Pixar. Y la historia de su bendito fracaso, es la que sigue:



Tuve suerte — supe pronto en mi vida qué era lo que más deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en 10 años Apple creció de ser sólo nosotros dos a ser una compañía valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados. Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación — el Macintosh — un año antes, y hacía poco que había cumplido los 30. Y me despidieron. ¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado? Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a divergir, y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte. Así que a los 30 estaba fuera. Y de forma muy notoria. Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido, y fue devastador.

Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dado de lado a la anterior generación de emprendedores – que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard [de Hewlett Packard] y Bob Noyce [inventor del circuito integrado Intel], e intenté disculparme por haberla fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir de Silicon Valley. Pero algo comenzó a abrirse paso en mí — aún amaba lo que hacía. El resultado de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso ni un ápice. Había sido rechazado, pero aún estaba enamorado. Así que decidí comenzar de nuevo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de Apple fue lo mejor que jamás me pudo haber pasado. Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida.

Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa. Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, regresé a Apple, y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.

Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No pierdan la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tienen que encontrar qué es lo que aman. Y esto vale tanto para su trabajo como para sus amantes. El trabajo va a llenar gran parte de sus vidas, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideran un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hacen. Si aún no lo han encontrado, sigan buscando. No se conformen. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabrán cuando lo hayan encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se conformen.




Si pudo lograr su éxito descomunal dos veces (su fracaso, estuvo determinado por decisiones ajenas), parece que habría que hacerle caso.





30/05/2011

Sin título (XIV)



Antes de la iluminación, cortar leña y llevar agua.
Después de la iluminación, cortar leña y llevar agua.




Koan zen






De Arriba para Abajo (y viceversa).

Dejemos de lado los detalles prescindibles: el nombre de pila del profeta, sus discípulos, el momento en que esta historia fue narrada por primera vez (aunque nos separa de ello varios siglos, la vigencia no se perdió en ese camino), y hasta el exegeta que la recrea. Hagámosla válida para cualquier creencia, digna de cualquier maestro, válida para todo discípulo, vigente en todo tiempo, y hasta pasible de ser recreada aquí, con tan poca destreza.


Un día, unos discípulos creyeron que era una buena ocasión para que sus vidas se despegasen del humilde origen que les había tocado: tenía que hacerse realidad, por fin, el salir del anonimato, el comenzar a dominar y finalmente ocupar los primeros puestos de lo que sería el nuevo orden que inauguraría su maestro. Luego de decírselo, el guía decidió invitarlos a lo alto de una montaña. Ellos pensaron que así, además, podrían eludir todo lo que pasaba debajo de esa altura, donde los actualmente poderosos, querían erradicar a su profeta para evitar que siguiese con sus enseñanzas. Pero el Maestro, una vez arriba, les mostró la esencia de su mensaje y los invitó a bajar de la montaña junto a él... Y ésa era su valiosísima enseñanza. 

Con los discípulos pasó lo que sigue pasando a diario: los de abajo, desean subir sólo para quedarse arriba y nunca bajar. Por eso el más sabio de esos hombres los invitó a que bajen, a que vuelvan a la gente, al mundo, a la tarea cotidiana y al servicio interminable. Así les mostró que debería dejar de haber unos arriba y otros abajo, pero para lograrlo, los de abajo deberían renunciar a subir y permanecer arriba, y los de arriba deberían bajar para servir sin fin. 






21/05/2011

¿'Buddha' o 'Buda'?

Hay cosas que parecen estar más allá de la ortografía. Y aún de los purismos. Una de esas tantas, es el criterio de Ronald Martínez-Lahoz y Alejandro Córdova*, para la palabra que nomina al ilumnado, al despierto, al Buddha. La palabra como la conocemos ('Buda'), es la versión castellanizada de la original: 'Buddha'. La verdadera diferencia reside en que, la original mantiene el significado inscripto en su raíz pali, lengua en la que se escribe 'Budha' y significa, específicamente, despertar, iluminar. A esa raíz 'budha' se le coloca el sufijo de derivación primaria ta y se obtiene Buddha.


Buddha designa, como ya se dijo, al ser totalmente despierto, totalmente iluminado; por eso no es un nombre propio -y como tal modificable-, sino que es un adjetivo usado para designar al Completamente Iluminado. En algunas lenguas, se mantiene esa transliteración del vocablo original, como por ejemplo, en inglés y alemán, o bien 'Bouddha' en francés. Para el caso de las palabras derivadas, conformadas por los sufijos -ismo, -ista, -ico, se mantiene la base derivativa, y por ello se emplea Buddhismo, Buddhista o Búddhico, en coherencia con el procedimiento empleado con la voz principal.

Es posible que el corrector de Microsoft Word o de algún otro servicio de Google -como Blogger mismo- se embandere de rojo al no reconocerla entre su vocabulario... o que alguien que lea el término, piense que viene de una pluma bastante snob, pero existe una razón muy válida para ignorar a todos ellos, y todo budista la conoce: esas opiniones son una simple ilusión. Lo ventaja para ellos es que, hacerse eco de la palabra 'Buddha' o 'Buda', también lo es.




* de entre todas las producciones hechas para el Fondo Damma Dana.


20/05/2011

Los Hombres Huecos

Vaciados por perseguirla.
(pero no lo dice Eliot, que sólo señala la vacuidad.
La razón de ella en el deseo, es una sospecha mía...)

...o la transición (quiero decir, que el post debería haberse titulado: 'Los hombres Huecos o la Transición'. Transición de 'El Jugador' de Dostoievsky al mundo trifásico de estos hombres vacíos, el Corazón de las Tinieblas de Conrad y Apokalypse Now de Cóppola).

Ingresar a ese mundo de tres fases por el poema es una posibilidad. Las otras dos son, obviamente, la película y la novela de 1902. Sin duda no existe una razón interesante -o que importe en el más mínimo sentido- para escoger por alguna primero (están las tres imbricadas irremediablemente: el poema dentro de la película, la película basada en la novela y el poema inspirado en la novela), así que tomemos el caso del poema, simplemente.

Por suerte, aquí ahorraré la parte más desagradable: el trabajo sucio (y sacrílego al mismo tiempo). Me refiero concretamente a la traducción, pecado que cometerá Jaime Augusto Shelley. Y además, de afirmar algunas cosas acerca de T.S. Eliot, como que publica el poema en 1925, en medio de una desdicha conyugal. Pero, desdichado e el amor pero afortunado en los negocios, ese año ingresa a la Casa Faber. Ya había mostrado su  Waste Land -otro canto igual de autobiográfico- es también un homenaje al Dante del Canto Tercero de la Commedia, que mostró personajes anónimos que divagan sin consuelo, apartados de la inteligencia de Dios. Esta circunstancia reside detrás (adelante, al lado, en diagonal y por debajo) del poema de Eliot. Al menos, para J.A. Shelley (prefiero quedarme con lo que el autor dejó expreso -en un detalle prescindible e innegable como es sus dos epígrafes-: Mistah Kuriz - él muerto (está dicho de manera incorrecta -sin verbo-, porque expresa el modo de hablar del sirviente de Marlow) y Una monedita por el viejo Guy!' es la frase que suelen decir los niños cuando piden una moneda para comprar pirotecnia en los festejos del 5 de noviembre, el Día de Guy Fawkes, quien intentó incendiar el Parlamento inglés en 1605). Primero, la pluma de Eliot. Luego, la pluma sacrílega. Y al final de todo eso, se encontrarán una yapa.



The Hollow Men (1925)



'Mistah Kuriz --he dead'.

'A penny for the Old Guy!'

I
We are the hollow men
We are the stuffed men
Leaning together
Headpiece filled with straw. Alas!
Our dried voices, when
We whisper together
Are quiet and meaningless
As wind in dry grass
Or rats' feet over broken glass
In our dry cellar
Shape without form, shade without colour,
Paralysed force, gesture without motion;
Those who have crossed
With direct eyes, to death's other Kingdom
Remember us - if at all - not as lost
Violent souls, but only
As the hollow men
The stuffed men.

II
Eyes I dare not meet in dreams
In death's dream kingdom
These do not appear:
There, the eyes are
Sunlight on a broken column
There, is a tree swinging
And voices are
In the wind's singing
More distant and more solemn
Than a fading star.
Let me be no nearer
In death's dream kingdom
Let me also wear
Such deliberate disguises
Rat's coat, crowskin, crossed staves
In a field
Behaving as the wind behaves
No nearer -
Not that final meeting
In the twilight kingdom

III
This is the dead land
This is cactus land
Here the stone images
Are raised, here they receive
The supplication of a dead man's hand
Under the twinkle of a fading star.
Is it like this
In death's other kingdom
Waking alone
At the hour when we are
Trembling with tenderness
Lips that would kiss
Form prayers to broken stone.

IV
The eyes are not here
There are no eyes here
In this valley of dying stars
In this hollow valley
This broken jaw of our lost kingdoms
In this last of meeting places
We grope together
And avoid speech
Gathered on this beach of the tumid river
Sightless, unless
The eyes reappear
As the perpetual star
Multifoliate rose
Of death's twilight kingdom
The hope only
Of empty men.

V
Here we go round the prickly pear
Prickly pear prickly pear
Here we go round the prickly pear
At five o'clock in the morning.
Between the idea
And the reality
Between the motion
And the act
Falls the Shadow
For Thine is the Kingdom
Between the conception
And the creation
Between the emotion
And the response
Falls the Shadow
Life is very long
Between the desire
And the spasm
Between the potency
And the existence
Between the essence
And the descent
Falls the Shadow
For Thine is the Kingdom
For Thine is
Life is
For Thine is the
This is the way the world ends
This is the way the world ends

This is the way the world ends
Not with a bang but a whimper.




Los Hombres Huecos (1925)


I

Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos

Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan —si acaso—
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.

II
Ojos que no me atrevo a mirar en sueños
En el reino del sueño de la muerte
Allí no aparecen:
Allí, los ojos son
Rayos de luz sobre una columna rota
Allí, es un árbol que se agita
Y voces
En el viento cantando
Más distantes y más solemnes
Que una estrella que se apaga.

No me dejen adentrarme más
En el reino del sueño de la muerte
Permítanme también que use
Disfraces convenientes
Piel de rata, plumaje de cuervo, maderos en cruz
Esparcidos por el campo
Comportarme como lo hace el viento
No más allá—

No ese encuentro último
En el reino crepuscular.

III
Esta es la tierra muerta
Esta es la tierra de los cactos
Aquí se erigen
Imágenes de piedra, aquí reciben la súplica
De la mano de un hombre muerto
Bajo el parpadeo de una estrella agonizante.

¿Es esto así
En el otro reino de la muerte
Despertar a solas
A la hora en que temblamos de ternura?
Labios que quisieran besar
Formulan oraciones a la piedra rota.

IV
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas moribundas
En este valle hueco
Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos

En éste el último de los lugares de reunión
Nos agrupamos a tientas
Evitando hablar
Congregados en esta playa del tumefacto río
Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la perpetua estrella
La rosa multifoliada
Del reino crepuscular de la muerte
La esperanza única
De los hombres vacíos.

V
Y damos vueltas al nopal
Al nopal, al nopal
Y damos vueltas al nopal,
A las cinco de la mañana.

Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
Cae la sombra
Porque Tuyo es el Reino

Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga

Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la Existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la Sombra
Porque Tuyo es el Reino

Porque Tuyo es
La vida es
Porque Tuyo es él.

Así es como se acaba el mundo
Así es como se acaba el mundo
Así es como se acaba el mundo
No con un golpe seco sino un gemido.




La Yapa:
El Kurtz de Brando y Cóppola, nos recuerda que los hombres están huecos:








15/05/2011

Es Palabra de Bart Simpson II

Aquí va la segunda parte de las enseñanzas bartianas para una vida digna de todo pequeño demonio, que se precie de tal. Estas dos secciones me parecieron las más graciosas. La primera, tiene que ver con una encuesta oficial de Bartolomeo Simpson acerca de dónde vienen los bebés. La segunda, enumera modos de volver locos a los padres (alguno practicado en mi caso, y temido en la actualidad, ahora que me encuentro del otro lado del mostrador...). Vean si no son simpáticos:


¿De dónde vienen los bebés?

Marge: 'eeee... espera a que vuelva tu padre y él te lo explicará'.
Milhouse: 'los hacen los pequeños elfos felicies en el Polo Norte'.
Edna: 'Maridos ineptos se los dan a sus jóvenes ý núbiles secretarias. Los mejores años de mi vida echados en el retrete y ahora juega a papás y mamás con esa bollycao de su secretario. ¿Satisfecho?'
Ralph (el hijo del policía regordete): 'Mis padres me han contado que me eligieron en un catálogo de venta por correspondencia'.
Todd Flanders: 'No estoy seguro, pero puedes irte al infierno por hacerme esa pregunta.
Willie: 'Vuélveme a hacer esta pregunta muchachito, te verás realizando tu pequeña encuesta desde el fondo de un pozo'.
Barney: 'Oh, Dios mío! Estoy embarazado de nuevo?'
Moe: 'No te preocupes, Barney. Haré un hombre de ti'.
Lisa: 'Se que tú eres el resultado de un experimento biogenético que salió mal. Pero mamá y papá me hicieron jurar que guardaría el secreto, así que si se los preguntas, se negarán'.
Kent Brockman: '¿Bebés? Bebés... vamos a ver... hmmm... ¿por qué no le preguntas a aquél estudiante universitario?'
Krusty: 'Debido a la gran cantidad de cartas recibidas por Krusty, sentimos decirte que no puede contestar a tu pregunta. ¡No se pierdan el programa, chicos!
Nelson: 'A juzgar por tu aspecto, yo diría que del zoológico! Joa-Joa!'
Abuelo Simpson: '¿Rabia? Ponte esta cataplasma de mostaza en el pecho en seguida te sentirás mejor'.
Homero: 'Ve a preguntarle a tu madre'.



Cómo Volver Locos a los Padres:

En el Coche:
-No ir al baño antes de salir de viaje.
-Preguntar '¿Ya llegamos?' cada 30 segundos.
-Espera a que estén en un tramo de autopista desolado, y diles que te mueres de hambre.
-Gime.
-Empieza una competición con tu hermanita a ver quién puede chillar con voz más aguda.
-Expresa tu malhumor mediante escupitajos, sollozos, malas caras y aullidos.

En la Iglesia:
-Aplaude el sermón.
-Retuércete.
-Haz garabatos en el misal.
-Cuando pasen la bandeja, róbate unas monedas.
-Impaciéntate.
-Si el sacerdote te mira, sácale la lengua.
-Bosteza.
-Duérmete.
-Ahora, ronca.
-Eructa con fuerza en la homilía.
-Mira fijo a quienes están en el banco posterior al tuyo.

En el Supermercado:
-Mete furtivamente artículos en su carro de compra (latas de conserva, uñas postizas, etc.)
-Di que te has perdido y haz que llamen por los altavoces a tu mamá.
-Haz malabarismos con los huevos más caros.
-Lame la fruta.
-Cómete todo lo que puedas antes de llegar a la caja.
-Exige sentarte en el carrito.
-Saquea las cajas de cereales -y demás- y quédate con los premios.
-Intenta quitar la lata de abajo de la gran pirámide de conservas.

En el Restaurant de Moda:
-Pide un almohadón para tu silla.
-Llama 'garcon' al mozo.
-Átate la servilleta a la cabeza.
-Come con los dedos.
-Pide saludar al chef.
-Come sól unos bocados  deja la comida diciendo que te duele la panza.
-Pide que te cambien el agua alegando que no está lo bastante fría.
-Si tus padres no te dejan pedir postres, dales una rabieta.

SIEMPRE:
DILE A TUS PADRES QUE LES QUIERES TANTO, TANTO, QUE NUNCA, NUNCA, TE IRÁS DE TU CASA.



Esos fueron los mejores consejos de Bart (dignos de él mismo, claro)...


Y por cierto, dividir este post en dos partes, fue de las ideas menos cómodas que he tomado en este blog (así que descarto, de aquí en adelante, cualquier corrección en el arte de bloguear).







Es Palabra de Bart Simpson.

Ese curioso niño, que si no fuese amarillo, tuviese cuatro dedos y nueve picos por cabellera, sería un ser humano con piel rosada, cinco dedos y con cabello (que podría estar comenzando a desertar de la batalla, dado que ya se acercaría a la treintena); tendría como nombre de pila un simple 'Matt' y con su apellido, Groening, completaría el titular de una gran fortuna hecha a costa de la vida de esa familia tan, tan, pero tan imperfecta como The Simpson (y como todas las demás familias existentes, aunque no tan televisadas, claro...). Entre todo el maremagnum de merchandising que estos dibujos han generado, hace más de una década, salió una guía para la vida, escrita por este pequeño demonio, y que, aún cuando está destinada a preadolescentes y adolescentes, al igual que con la mayoría de los dibujos animados o películas de animación  destinadas a niños (como videojuegos y juguetes, en casos más graves que el mío) también la leímos algunos adultos. Vale decir que tiene cosas graciosas y otras simpáticas e interesantes -a un mismo tiempo-. Unas pocas de ellas son sus consejos, como:


Preguntas Irritantes para tu Profe:
¿Cómo podemos saber que el cielo no es en realidad verde y nosotros somos daltónicos?
Lo que nos enseñan, ¿sirve para algo en la vida real?
¿Por qué somos amarillos?
Preguntas para Incordiar a tu Profesor de Religión:
¿Por qué existe el sufrimiento?
Si existe la vida en otros planetas ¿Hay alienígenas en el Cielo?
¿Está el Hombre de Neanderthal en el Cielo?
¿No cree que la dicha eterna, con el tiempo, debe acabar haciéndose aburrida?
Si contara un chiste muy, muy bueno, ¿podría hacer reír a Dios?

Cielo (Todd, uno de los hijos de Flanders) contra Infierno (Bart): ¿Qué es mejor?
Bart: Bandas de rock duro.
El Hijo de Flanders: Coros angelicales.
Bart: No tener que ver nunca más a la abuelita.
El Hijo de Flanders: Ver de nuevo a la abuelita.
Bart: Pica y rasca.
El Hijo de Flanders: Todas las pequeñas criaturas de Dios.
Bart: Dr. Frankenstein
El Hijo de Flanders: Dr. Seuss
Bart: Gaitas chirriantes.
El Hijo de Flanders: Paz y tranquilidad.
Bart: Gigantezcas lenguas de fuego.
El Hijo de Flanders: Una gran sección de no-fumadores.
Bart: Telefilmes.
El Hijo de Flanders: Visiones celestiales.
Bart: Ningún orden.
El Hijo de Flanders: El orden celestial de las cosas.
Bart: Negras mortajas.
El Hijo de Flanders: Nubes esponjosas.
Bart: Interminables solos en batería.
El Hijo de Flanders: Dicha eterna.
Bart: Fuego y azufre.
El Hijo de Flanders: Leche y miel.
Bart: Chicas motoristas tatuadas.
El Hijo de Flanders: Querubines de mejillas sonrojadas.
Bart: Atila, el Rey de los Hunos.
El Hijo de Flanders: Winnie-the-Pooh.
Bart: Fiestas locas.
El Hijo de Flanders: La armoniosa reunión de todas las razas y todas las creencias.  


La Vieja estrategia del 'agujero en el balde' (a colación del arte de no hacer nada, y evitar que [tu] Homero te mande a hacer algo en la casa):


Homero (enojado, al lado de Bart): -Bart, barre la escalera!
Bart (mirando TV en el sofá): -¿Con qué voy a barrerla?
Homero: -¡Intenta con la escoba!
Bart: -La escoba tiene el palo roto.
Homero: -Pues arréglala!
Bart: -¿Con qué?
Homero: -Prueba con la barra de la cortina.
Bart: -Pero la barra de la cortina es demasiado larga.
Homero: -¡Pues córtala!
Bart: -¿Con qué? 
Homero: -¡Prueba con la sierra!
Bart: -¿Dónde está la sierra?
Homero: -En el garaje.
Bart: -El garaje está hecho un asco.
Homero: -Pues límpialo.
Bart: -¿Y con qué podría limpiarlo?
Homero: -¡Con la escoba!
Bart: -Pero es que la escoba tiene el mango roto.
(repetir, si es necesario, hasta que el padre lo entienda).




Restan dos pasajes más (que me resultaron MUY buenos). Los dejo para un próximo post inmediato, porque los posts largos (uno de los principales defectos de este blog, entre otros), son algo que ya debería comenzar a  mejorar (aún cuando sepa que me olvidaré de ello y nunca lo lograré completamente)...


Dos Detalles Indescriptibles...


Aquí hay algo que falla...
Escribía un post nada bueno -como los demás- pero sin duda sobre obras realmente valiosas, cuando dos detalles de la 'realidad' (=lo que es presentado como ella) se cruzaron por aquí... Lo único bueno, es que dejaré que hablen por sí solas (ahorrando la innecesaria pérdida de tiempo propia y ajena a quienes lean).

El primero, es una publicidad en un canal de TV por cable conocido como Glitz (al que me abono cuando pasan, como hoy, un programa donde puedo escuchar a Jerry Seinfeld y Alec Baldwin -con una chica que hace un buen relleno y un conductor simpático- hablando en un living, sobre situaciones que seguro nada tienen de reales, pero que remiten a problemas cotidianos que muchas veces surgen en la convivencia de pareja... El punto es que en una tanda, enviaron una promoción de un programa que aparentemente se dedica a armar parejas, con una también aparente profesional (de un temible perfil obse, si me permiten la psicología barata por un segundo) que se ocupa de la tarea. La señorona cobra bastante por ello y también se la ve bastante preocupada por lograr su tarea (quiero decir, la unión de dos individuos, no su felicidad, claro está). En alguno de esos 'reportajes' tan usuales en los reality show -donde el protagonista narra sus experiencias a un interlocutor que no  aparece en cuadro y está con la cámara fija a su lado-, la celestina asegura: 'Realmente estoy haciendo, de algún modo, un servicio a la humanidad'.


El segundo detalle, seguramente será 'carne de análisis' para semiólogos... como para cualquier persona que pueda articular la realidad con palabras (que sería, casi la totalidad del género humano). Es el extracto de una nota en un diario argentino de muy baja calidad (específicamente El Día, de la ciudad de La Plata), donde, comentando la situación de una modelo que perdió un embarazo con su pareja -como desgraciadamente le pasa a tantas otras a diario, aunque no salgan en el diario del domingo-, encuentra en ello la ocasión para  narrar la vida de esta señorita. En esa tarea, el inspirado periodista que escribe, hace una afirmación de ofensiva moralidad. Dejo, mejor, hablar a su pluma: '(...) Esa peritonitis, cuando tenía apenas 18 años, le costó algo más que un bebé. Ese día terminó para ella su carrera de tenista (....)'. 


Tal vez lo único bueno de todo esto, es que las dos situaciones son detalles, y todos sobreviviremos a su existencia... Pero qué curioso que en la realidad existan estos meros detalles que -aún cuando absurdos- pueden resultar un parámetro para algunas personas. Y es con esas mismas personas -que no sabemos con certeza quiénes son- tenemos que sobrevivir a diario...




13/05/2011

¡Vamos Cottard!

Entre tantas otras cosas que dejan huella de La Peste de Albert Camus (y que ya señalamos tres como genialidades, pero que por nada alcanzan a señalar todo lo que ese fuertísimo libro tiene entre sus líneas)*, está un pasaje curioso, gracioso, imposible de no rescatar como una bandera. El protagonista es Cottard, el libertario temeroso de ser encarcelado, que alterna entre el suicidio, sus asuntitos en el mercado negro, la obsesión por causar buena impresión en los demás (para que lo salven de la cárcel), prolongar el período de peste (también -por mal que suene- para que lo salve de la cárcel). Cottard es, definitivamente, un hombre mezquino (o que se ha tornado tal, por causa de algunas circunstancias, si es que prefieren verlo así... en cualquier caso, el resultado es igual de desagradable).

Pero, como todo tiene sus excepciones (todos los héroes transpiran, y los malos defienden lo que quieren con su vida, al igual que el mejor de los soldados), Cottard protagoniza el próximo pasaje. Unas líneas que pintan más una idea que una situación entre personaje: y que, sin esfuerzo, las ví como un manifiesto cotidiano -seguramente, mucho más para mí que para el personaje o para las intensiones del autor en su mismo oficio-. Por esto es que no dudo que Cottard define bien lo que ve, y aquí, sólo aquí, lo apoyo con toda simpatía... Por otro lado -y por suerte-, no existe ley contra lo que nos imaginamos al leer, y se me hace imposible no pensar que Cottard dice esa última línea, destacada aquí en negrita, hablado con la boca torcida, la frente relajada -bajándole así un poco los párpados- y señalándo en la dirección del juez con el pulgar rotado hacia fuera. En mi lectura, es tan necesario que así sea...


"-Ahí viene el juez de instrucción -advirtió Tarrou mirando a Cottard.
A Cottard se le mudó la cara. El señor Othon bajaba la calle, en efecto, y se acercaba a ellos con paso vigoroso pero medido. Se quitó el sombrero al pasar junto al grupo.
-¡Buenos días, señor juez! -dijo Tarrou.
El juez devolvió los buenos días a los ocupantes del auto y mirando a Cottard y a Rambert que estaban más atrás los saludó gravemente con la cabeza. Tarrou le presentó a los dos. El juez se quedó mirando al cielo durante un segundo y suspiró diciendo que esta era una época bien triste.
-Me han dicho, señor Tarrou, que se ocupa usted de la aplicación de las medidas profilácticas. No sé como manifestarle mi aprobación. ¿Cree usted, doctor, que la enfermedad se extenderá aún?
Rieux dijo que había que tener la esperanza de que no y el juez añadió que había que tener siempre esperanza porque los designios de la Providencia son impenetrables. Tarrou le preguntó si los acontecimientos le habían ocasionado un exceso de trabajo.
-Al contrario, los asuntos que nosotros llamamos de derecho común han disminuido. No tengo que ocuparme más que de las faltas graves contra las nuevas disposiciones. Nunca se había respetado tanto las leyes anteriores.
-Es -dijo Tarrou- porque en comparación parecen buenas, forzosamente.
El juez dejó el aire soñador que había tomado, la mirada como suspendida del cielo, y examinó a Tarrou con aire de frialdad.
-¿Eso qué importa? -dijo-. No es la ley lo que cuenta: es la condenación, y en eso nosotros no influimos.
-Este -dijo Cottard cuando el juez se marchó- es el enemigo número uno.
El coche arrancó."


Por supuesto, esto guarda relación no sólo con el carácter libertario (aunque vivió y murió atricherado imbécilmente) sino también con su pánico a que la ley lo prendiese. Pero, si dejamos en suspenso esta última situación -y no dudo que la intensión del autor era precisamente esa, la de jugar entre dos significados que resultaban ambiguos, vagos entre sí (pero que claramente se referían a esas dos situaciones)-, y pensamos sólo en lo que el narrador definió como 'opiniones muy liberales', la afirmación de Cottard... simplemente florece.






(*) Desde ya, ello implica que aún no hayamos 'terminado con él'. Es posible que le dediquemos alguna referencia futura acerca de las últimas páginas -de una profundidad descomunal-, y, que seguramente, en el futuro nos detendremos en lo que uno de sus personajes más deliciosos -Tarrou-, ve como 'la peste' y 'los verdugos que son siempre víctimas' (y viceversa)... En pocas palabras, una recomendable reflexión acerca de la pena de muerte.



09/05/2011

La Vorágine (pero reflexiva)


El amor, el número elegido y el
 futuro respiran lo mismo: azar.
Esta es la última insistencia. Lo prometo (y me lo impongo, para dejar espacio a otras obsesiones, como la de ese corazón lleno de sombras que cuenta el viejo Conrad, que me espera en los próximos posts...). Esta última insistencia, en realidad, fue, en realidad, el único motivo de traer al Dostoievsky de El Jugador a este prescindible blog. Lo que tanto me llamó la atención de su lectura -y que no cesa con la actual consulta- es la narración de aquello que padece y reproduce el protagonista: una adicción. Pero no quise nunca pensarla en clave psi (sea propiamente clínica o de la barata), sino en términos tal vez más generales, esto es, del modo en que vemos (padecemos) un yugo, una recurrencia, una condena -persistente, pero que, sin embargo, nos permite convivir con ella si le concedemos sus rituales- y que puede acontecer en el juego, en los tóxicos, en las costumbres -incluso muchas socialmente aceptables- o en los modos que tenemos o carecemos a la hora de enfrentar acontecimientos en nuestras vidas. Lo importante es que están ahí, como un objeto vivo dentro nuestro o como un ser interior que nos impulsa en momentos o por épocas, a actuar según sus pocas posibilidades (porque esos yugos, son persistentes en sus apariciones, aparentan tener muchas caras, pero en realidad nos llevan a dos o tres situaciones -- tal vez sea eso mismo lo que esclaviza).

Pero esto no es lo único que encontré en esa nueva consulta. También me crucé con algunas ideas interesantes acerca de algunas implicancias del comercio y algunas del juego, del modo de ser ruso, de las similitudes que tiene el amo que el protagonista soporta en la ruleta con un amor no (tan) correspondido, la hipocrecía que flota en el ambiente.


Sobre la codicia, y los modos de saciarla: 
[reflexionando acerca del jugar y su primera experiencia en frente a una ruleta] por ridícula que pueda parecer esa confianza en la ruleta, me parece todavía mucho más risible la opinión vulgar que estima absurdo el esperar algo del juego. ¿Es que es peor el juego que cualquier otro medio de procurarse dinero, el comercio, por ejemplo? Verdad es que de cien individuos, uno solamente gana, pero... ¿Qué importa eso? 


Sobre la  honestidad en lo deseado:
En primer lugar, todo me pareció sucio y repugnante. No hablo de la expresión ávida e inquieta de aquellos rostros que, por docenas, por centenares, asedian el tapete verde. No veo absolutamente nada sucio en el deseo de ganar de prisa la mayor cantidad posible. Siempre me ha parecido absurda la idea de un moralista rentista que al argumento de que "se jugaba flojo" contestó: "Tanto peor, puesto que se obedece entonces a un deseo mezquino y se gana menos". Como si la avidez no fuese siempre igual, cualquiera que sea el objeto [...] Como experimentaba un vivo deseo de ganar, un ansia, ese pecado general si se quiere, me era familiar en el mismo momento de entrar en la sala. Nada tan encantador como no hacer ceremonias, como conducirse abiertamente y con desenfado. Además ¿para qué censurarse a sí mismo? ¿No es la ocupación más vana e inconsiderada? Lo que no gustaba, a primera vista en esa reunión de jugadores, era su modo respetuoso de proceder, la seriedad y la deferencia con que todos rodeaban el tapete verde. He aquí por qué existe una precisa demarcación entre el juego llamado de mal género y el que es permitido a un hombre correcto. 

Juego caballerezco vs. Juego plebeyo (*):  
Hay dos clases de juego: uno para uso de los caballeros; otro plebeyo, rastrero, propia para la plebe. La distinción se halla aquí bien expresada; pero en el fondo ¡qué vileza hay en esta pasión! Un caballero, por ejemplo, arriesga cinco o diez luises, raramente más -si es rico llegará hasta los mil francos-, pero los arriesga por amor al juego, sólo por placer. Se proporciona el placer de la ganancia o la pérdida (...) en ningún caso obedecerá al plebeyo deseo de ganar.

Sobre lo relativo que nos rodea:
Todo es relativo en este mundo. Lo que es mezquino para Rothschild es opulento para mí, y en lo que refiere al lucro y a la ganancia, no es solamente en la ruleta, sino en todas las cosas, donde los hombres procuran enriquecerse a costa del prójimo. Otra cosa es saber si el lucro y el provecho son viles en sí mismos...  

Sobre la vorágine, propiamente dicha:
1- Como mandato ajeno: En lo que se refiere a mis convicciones morales íntimas, no pueden, naturalmente, encontrar sitio aquí. He de manifestarlo así tan sólo para descargo de mi conciencia. Anotaré, sin embargo, que desde hace cierto tiempo experimento una viva repugnancia a aplicar a mis actos y a mis pensamientos un criterio moral, sea el que sea. Experimenté otro impulso distinto (...) Empezaba a jugar por cuenta ajena (...) [me causaba] una sensación mórbida, unicamente para terminar cuanto antes (...) en lo sucesivo, no jugaría más por cuenta de ella (...) -"Así, persiste usted en creer que la ruleta es su única probabilidad de salvación?" -preguntóme con tono zumbón. Afirmé, con gran seriedad, que así lo creía.

2- Como única salida: Vivo, naturalmente, en perpetua inquietud, juego pequeñas sumas y aguardo algo que no sabría explicar (...)  Me quedaba el recurso de acudir a la ruleta y jugar una sola vez... Si la suerte me favorecía, por poco que ganase, podría continuar jugando; si perdía, me vería precisado a volver a mi condición de criado, si no encontraba algún compatriota que necesitase un preceptor.

3- Como amo infernal: Digame, aparte del juego, ¿No hace usted nada aquí? -No, nada...-dije. (me sometió a una especie de interrogatorio. Yo no sabía nada. Durante todo aquel tiempo no había leído los diarios, ni siquiera abierto un libro. -Usted se ha embrutecido -observó-. No sólo ha renunciado a la vida, a los intereses personales y sociales, a los deberes de hombre y de ciudadano, a sus amigos..., pues usted tenía amigos..., ha renunciado también a sus recuerdos, todo, a causa del juego (...) -Usted estará aquí todavía dentro de diez años-dijo-. Apostemos a que le recordaré esto, si para entonces vivo, aquí mismo, en este mismo banco...

4- Como destino insistente: Tengo una corazonada. ¡No puede fallar! ¡Me quedan quince luises y empecé a jugar con quince florines! (...) ¿quién me impide que rehaga mi vida? Con un poco de energía puedo en una hora cambiar mi suerte. Lo principal es tener carácter. No tengo más que recordar lo que me ocurrió hace siete meses en Ruletemburgo, antes de perderlo todo..., absolutamente todo... Al salir del casino siento que dentro de mi bolsillo se mueve algo. Es un florín. "Ya tengo bastante para comer", me dije. Pero después de haber andado un ciento de pasos, cambié de parecer  me volví. Puse el florín en el manque. Verdaderamente se experimenta una sensación singular cuando, solo, en tierra extraña, lejos de la patria y de los amigos, y sin saber si uno podrá comer el mismo día, se arriesga el último florín. Gané, y cuando veinte minutos más tarde salí del casino, me hallaba en posesión de ciento setenta florines. he aquí lo que son las cosas, lo que  veces puede significar el último florín. ¿ si yo ahora perdiese los ánimos y no me atreviera a tomar nuevas decisiones? ¡No, no; mañana...! ¡Mañana todo habrá concluído!

Sobre el catecismo occidental.  Su diferencia entre rusos y alemanes:
(...) la facultad de adquirir constituye, a través de la historia, uno de los principales puntos del catecismo de las virtudes occidentales. Rusia, por el contrario, se muestra incapaz de adquirir capitales, más bien los dilapida a diestro y siniestro. Sin embargo, nosostros los rusos tenemos también necesidad de dinero -añadí-, y por consiguiente, recurrimos con placer a procedimientos tale como la ruleta, donde uno se puede enriquecer de pronto, en unas horas, sin tomarse ningún trabajo. Esto nos encanta, y como jugamos alocadamente..., perdemos casi siempre. (...)

Sobre la utilidad y placer:
-¡Magnífico!-exclamé-. Usted ha pronunciado intencionadamente la palabra 'utilidad' para aplastarme. Leo en su alma. ¿Es inútil, dice usted? El placer es siempre útil y un poder despótico, sin límites, aunque ejercido sobre una mosca, es también una especie de placer. El hombre es déspota por naturaleza. Le gusta hacer sufrir. A usted le gusta eso enormemente.

 
Así vivía nuestro jugador. Todo un preso encadenado. Y, como cualquier adicto, con más barras de las que se pueden derribar en poco tiempo. Así que lo más importante para él sería, ahora, escoger en función del tiempo: si quería uno largo por delante, debería armarse de mucha paciencia para derribar las barreras que aún ni sospechaba le rodeaban. Si quería el tiempo como se le presentaba en su presente, debería resignarse a que fuese poco y tumultuoso. Lo mejor de todo, es que decidió, seguro, por el que quiso (y esa era la mejor opción entre ambas).
 


 
 
 
 
 
(*) Intercambien 'juego' por 'actitud' o 'modo de ser', para ver la situación desde la perspectiva de las personas, y por 'escenario' o 'situación' para ver todo el paisaje... vale la pena [primero sentir un poco de empatía del plebeyo/el escenario plebeyo, sólo para luego abandonarlo - el verdadero fin de hacerlo, claro].