Shakespeer y Shakespeare.


Shakespeer
acontece en un cruce improbable de dos sentidos.

El primero, en la unión de dos palabras: shake [-up] (sacudir, agitar, remover bruscamente; debilitar, desalentar... pero también zafarse, liberarse). Y peer que, en una de sus acepciones señala a quienes son pares en un grupo (por edad, posición social y/o habilidades) y en laotra acepción describe la posesión de título nobiliario en el Reino Unido (esto incluye a quienes alcanzan honor de
Lord y por eso su lugar en la Cámara).

El segundo sentido es más intuitivo: la similitud fonética con el apellido del genial William, quien conocía varios (más) de los vericuetos del corazón humano.


En ese cruce breve, en ese chispazo más que improbable, en ese enlace natural, se despliega este blog.


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14/07/2011

Mi Nieto y Orson Welles.



En el extraño 'Mr. Arkadin'
(fotograma: captura del Blog de Filmoteca)
Si tuviera un nieto en mi falda, trataría adoctrinarlo. Lo estaría aburriendo en el medio -y hasta asustándolo cuando me apasionara en algunos pasajes-, pero no me complicaría demasiado, porque él seguramente sobrevivirá a ello. Una de esas sesiones de lavado de cerebro (sin inyecciones, ni violencia -pero no aseguro que sin tortura), versarían sobre un tema ineludible: George Orson Welles. No me presentaría como una biógrafa versada, por una razón muy simple: no quiero serlo. Y esto por dos cuestiones. La primera, es que no me interesa 'conocer' a Orson Welles, ya que con amabilidad cómplice haría caso de su intenso deseo por no revelarse nunca a los demás (así que le contaría al vástago, la historia del cineasta con baches, 'equivocaciones' en algún dato de su vida privada, y lo que se me ocurriere para así preservar su vida de los demás... en realidad, lo mejor que podría hacer para ello, sería apelar a la 'historia oficial', ese lugar común de lugares comunes, que acaba por preservarnos tanto -y tan bien- de la verdad, a quienes se la atribuímos como a quienes la oímos, a un mismo tiempo). La segunda cuestión reside en mi circunstancia: estaría adoctrinando un infante, y para ello necesitaría algo de creatividad, si quiero hacer del proceso un momento ameno, con la necesidad imperiosa que, con los años no se convierta en aversión por el protagonista... 

Estimo que le contaría algo así como: 'George Orson Welles nació 1915, en Wisconsin  -que queda en Estados Unidos de Norteamérica, en una familia acomodada. La mamá de Orson, una gran aficionada a la música, murió cuando él tenía sólo tenía nueve años, pero antes le trasmitió el gusto por la música. Dicen que a los diez años produjo su primera obra teatral («Doctor Jekyll & Mr. Hyde»), dirigiéndola, adaptándola y protagonizándola. En 1936, con cierto renombre incipiente en el ambiente artístico, estrenó su primera producción teatral propia, un «Macbeth» hecho con todos actores afroamericanos. Luego de esta picardía para los tibios y un manifiesto para los perspicaces, empieza en 1937 el serial radiofónico «The Shadow», con lo que se hizo conocido masivamente al público norteamericano' (supongo que en este momento, le mostraría una grabación de no más de 30'' que disfruto muy seguido, donde un aterrador Welles dice: "Ja, Ja, Ja, Quién sabe qué mal reside latente en el corazón de los hombres? Ja, Ja, Ja... La Sombra lo sabe..." ('Ha, Ha, Ha, Who knows what evil lurks in the hearts of men? Ha, Ha, Ha... The Shadow knows'...). Junto a actores que más tarde tuvieron mucha importancia para Welles, como Joseph Cotten, George Colouris, Vincent Price, Agnes Moorehead, Everett Sloane, fundó, junto a John Houseman el famoso 'Mercury Theater'. A la primera producción, «Caesar», basada en «Julio Cesar» de Shakespeare, siguieron muchas obras de teatro y retransmisiones radiofónicas. Una de ellas, tuvo consecuencias muy serias: «La guerra de los mundos», según la obra de H.G.Wells le lanzó a la popularidad, pero su credibilidad entre los boletines de noticias y los testimonios de los 'testigos' oculares sobre la llegada alienígena a Nueva Jersey devino en un pánico colectivo nacional, y en el suicidio de varios habitantes. Este impacto mediático hizo que la RKO le ofreciera algo que jamás se había ofrecido y jamás se volvería a ofrecer: un contrato en 1939 para filmar dos películas como director, productor y guionista con libertad artística absoluta, o, como los cineastas dicen, con 'el corte final'. Orson sólo tenía 24 años cuando debutó con una historia basada en la vida ficcionalizada de William Randolph Hearst, que inicialmente se iba a llamar «American» pero que salió a cartel con el título de Ciudadano Kane (Citizen Kane). Aquí, Hearst se trasnformaba en Charles Foster Kane, quien hizo de todo para parar el estreno y luego boicoteó la exhibición, dañando lo suficiente el primero período de exhibición del film, al impedir toda promoción en sus periódicos. Pero algo no podría complicarse por el poder del particular Hearst: El halago de los entendidos, y su apertura a un nuevo camino para una estética fílmica diferente a lo hecho hasta el momento... (Casi lo olvido!) La segunda película de esas dos que la RKO le ofreció fue 'The Magnificent Amberson'. Aquí también los planos, tal vez no tan contrapicados como para filmar la magnificencia de Kane, eran wellesianos (que en este caso significa 'muy buenos'). 


Siguió filmando, bastante en contra de lo que Hollywood quería -y por eso, dificultando su crédito para financiar sus proyectos-... volvió al tapete comercial con 'La dama de Shanghai' (The Lady From Shanghai, 1948), muestra brillante de cine negro protagonizada por él mismo con su ya ex-esposa Rita Hayworth. La secuencia final en la sala de los espejos es ejemplo magnífico de la maestría de Welles para jugar con la profundidad, la luz y los efectos visuales... pero también, para mostrar esa pincelada de surrealismo que necesitaba narrativamente para expresar esa vorágine mental del protagonista, que no puede ser lo que todos somos: el tonto de alguien. En 1949, Welles era un exiliado. Literalmente. Emigró a Europa. Trabajó como actor para financiar Othello (como El Tercer Hombre (The Third Man 1949), de Carol Reed, adaptación de un guión de Graham Greene). Cuatro años después respondió a sus críticos con una impactante versión de Othello (1952), que tardó tres años en rodar, por la falta de dinero, pero también por el perfeccionismo de su director, factor que dió réditos al alcanzar el Gran Premio en Cannes. 

Por estos años, Welles dejaría una cantidad de de proyectos que no pudo terminar... entre ellos, en 1955, la genial Don Quixote que se filmó en México y en París, con el genial Akim Tamiroff como Sancho Panza. La película nunca llegó a finalizarla, pero luego, la montaron Jesús Franco y Patxi Irigoyen para presentarla en la Exposición Universal de Sevilla, en 1992. En 1995, una comisión conformada por, entre otros, el prestigioso actor Fernando Fernán-Gómez, nos permitió ver esta genial obra que traslada al caballero armado a una España que alterna entre los siglos pasados y la televisión. En estas mismas tierras, dirige 'Mr.Arkadin', un abordaje de un hombre y lo que de él se dice (y de lo que es la verdad de todo ello). Vuelve a Hollywood para actuar y dirigir 'Sed de Mal' (1958), obra bellísima, con Charlton Heston y Marlene Dietrich. Welles es ahora Hank Quinlan, un inspector de Policía que no tiene empacho para su silueta como para echar mano de pruebas falsas contra los sospechosos. Quién sabe por qué, esta película no tuvo éxito comercial y así Orson no pudo volver a filmar en Estados Unidos hasta 'The Other Side of the Wind', obra que nunca pudo estrenar. Gracias a Emiliano Piedra y financieros suizos, Welles vuelve al primero amor, nunca ausente (Shakespeare) y realiza la película que él más adoró: Campanadas a Medianoche (Chimes at Midnight, 1966) donde su personaje, Falstaff, encarna escenas de «Ricardo V», «Las alegres comadres de Windsor» y de otras obras del viejo William. Como si esto fuese poco, está estrictamente documentada en su época. Su último film completo -Fraude ('F of Fake', 1973)-, es un collage de metraje destinado a engañar, montando gran cantidad de la películas con restos de otros films. Investiga eso que él había llamado sueños... o lo que separa la realidad de la ilusión, aplaudiendo a todos los embaucadores (lo que incluye al director, por supuesto). 

Orson dijo basta con un ataque cardíaco, el 10 de octubre de 1985, mientras mecanografiaba unas directivas de escena para las tomas que tomaría ese mismo día, más tarde. Sus cenizas se encuentran en una hacienda en Ronda, provincia de Málaga, donde pasó un verano cuando tenia dieciocho años. Orson pidió expresamente, dejar sus restos en España, la tierra que más amó. Por suerte su legado, reside en todos lados, y su talento lo poseemos todos nosotros, como una posta que nos cede mientras se muestra ahí, en imágenes, o allá en las grabaciones de su programas de radio...'



Y sí, claro: a esta altura mis nietos estarían dormidos, o pensando en cualquier otra cosa... pero esa es su sabiduría. Yo me quedo con mi labor, hecha con mucha esperanza de rendir aunque más no sea, unos poquitos frutos. 







02/07/2011

La Vida o Harvie Krumpet


Harvie Krumpet es un maravilloso ejemplo acerca de lo que es la Vida. Y dentro de ella, una vida. No una vida cualquiera, sino la de Harvie Krumpet, que fue intensa, honesta y valiosa. Y como toda vida intensa, también fue simple. Y como toda vida honesta, también fue simple. Y como toda vida valiosa, también fue simple. 

Harvie nació en un bosque polaco con el Síndrome de Tourette, a sus dieciocho años, los nazis invaden y logra escaparse en un barco que decía "Australia", donde al llegar, trabajará por muchos años en un basurero. No para de entrar y salir del hospital -en el que pierde alguna parte de su anatomía interna y se lleva un pedazo de metal en su cabeza-, pero también gana al amor de su vida, Valerie, una enfermera con la que se casa, y con la que adopta a Ruby, una niña adorable, por la que ambos se esfuerzan por educar en el respeto y la ayuda a los demás. Cuando Harvie cumple 65 años, Val muere. Y, si bien Harvie queda solo y recibe algún que otro diagnóstico que lo mantiene en un hogar para que cuiden de él. Aún en esta situación, no todo está perdido para él, y hasta se da el lujo de conocer a una mujer muy, muy especial. 

Una de las características más tiernas de Harvie, es su método de conocimiento, que con amor legó a su niña, Ruby. Él optó por llenar su cabeza por toda suerte de cosas, y las llamaba HECHOS (concretamente 'fakts', y así mismo lo deletreaba, que después de todo, se entiende igual), como por ejemplo: "Los ojos de un avestruz son más grandes que su cerebro", o "Las mariposas huelen con los pies", o también "Los elefantes no pueden saltar sin importar con cuánta fuerza lo intenten". Harvie los apuntaba en un pequeño cuadernito que llevaba consigo, porque:

HECHO 48: Un hecho todavía existe, aun cuando sea ignoradoFakt 48: Fakts still exist even if they are ignored

Además, la vida parecía enseñarle algunos otros, como cuando llegó a su casa y la encontró quemada. Su madre habia dejado el fuego encendido, y Harvie encontró a sus padres allí, desnudos, y congelados:

HECHO 116: Algunos sapos pueden volver a la vida después de congelados. Los humanos no | Fakt 116: Certain frogs can come back to life when thawed. Humans do not.

Un día Harvie descubrió la TV, una fuente inmejorable para memorizar HECHOS. Pero no se olvidó de sacarlos de la vida real, donde continuó descubriendo: "Las banditas elásticas duran más si se mantienen secas", o "la Biblia fue escrita por personas que pensaban que la Tierra era plana", como también "El tiempo no cierra todas las heridas".


Harvie era cualquier cosa menos alguien que despreciase aprender de sus HECHOS. Siguió coleccionándolos, y una mañana hasta descubrió uno acerca de si mismo: 

HECHO 142: El cigarrillo es un sustituto para el pezón de nuestra madre | Fakt 142: A cigarette is a substitute for your mothers nipple.

La vida siguió, y Harvie pudo coleccionar estos que siguen, entre muchos otros más: 

HECHO 268: Existen 3 veces más gallinas en el mundo que seres humanos | Fakt 268: There are three times more chickens in the world than humans.

HECHO 372:  El problema con bailar desnudo es que no todo se detiene cuando para la música | Fakt 372: The trouble with nude dancing is that not everything stops when the music does. 

HECHO 586: El amor no lo conquista todo | Fakt 586: Love does not conquer all.

HECHO 698: Una persona normal usa 90 millas de hilo dental en su tiempo de vida | Fakt 698: The average person uses nineteen miles of dental floss in their lifetime.

HECHO 804: 42% de la población no consigue recordar la contraseña del banco | Fakt 804: 42% of the population can’t remember their pin number.

HECHO 914: El alcohol puede causar embriaguez y desnudez | Fakt 914: alcohol can cause drunkeness and nudity.

Y cerca del final de su vida, Harvie encontró el mejor HECHO, que es casi como su legado:

HECHO 1034: La vida es como un cigarro: Tienes que fumarla hasta el fin Fakt 1034: Life is like a cigarette. Smoke it to the butt.



Adam Elliot,
complicado por algo.
En todo este asunto, no debemos olvidar que la culpa es de Adam Elliot (un hombre con ese gesto a cámara, debe ser culpable de algo seguramente), un animador austrialiano criado con padres, hermanos y dos loros en una granja. A los doce años, comenzó a descollar en literatura inglesa, fotografía, escultura y dibujo, en una escuela privada para varones. Luego de pasar por la universidad, se dedicó a pintar remeras en el mercado artesanal. Luego de ese lapso, decidió estudiar animación en la Universidad Victoriana de las Artes. En ese lapso, rodó su primero corto: 'Uncle' ('tío'). Luego completó un poco más la familia con 'Cousin' (primo) y 'Brother' (hermano). Hacia 2003, se apareció con Harvie Krumpet, y dicen que hasta ganó un Oscar con ese muñequito.





Si aún no conocen al gran Harvie, aquí les dejo la muestra de su grandeza: 

Harvie con subtítulos en español: Primera Parte - Segunda Parte - Tercera Parte

Harvie legendado em português: Primeira Parte - Segunda Parte



29/04/2011

Membretes Famosos (no todos célebres)


El papel membretado es aquél que incluye un nombre, tal vez una dirección, tal vez un logotipo (u otro distintivo visual, como un escudo) de una compañía, una institución o una asociación. También puede aparecer impreso en un sobre. Según la legislación de cada país -como de jurisdicciones menores- o la costumbre de la compañía que lo use, el membrete incluirá otros datos específicos. Claro que se usa para el correo convencional (del que se puede tocar, rasgar, tirar o encajonar), y, como con muchas otras cosas, muchos personajes notorios tuvieron el suyo.

En el lugar donde el correo no se puede tocar, existe un modo de homenajearlo en su diseño (y no su contenido).



Abraham Lincoln, 1960.

Jean Paul Sartre desde 'Les Temps Modernes'


Adolf Hitler, 1938

Albert Einstein, 1932

Alice (Disney Productions), 1951

La Novia de Frankenstein, 1935

Bruce Lee, 1968 (con el logo del
arte marcial que inventó Jeet Kune Do)

Charles Mason, 2008
(si no me equivoco, estaba tramitanto
una apelación a su condena, o algo así)



Utilizado por el Coronel Tom Parker,
promocionando a Elvis Presley.

George B. Shaw, 1948

Harpo Marx, 1930s

Fraternidad Internacional de Magos, 1930.

JFK, 1960.

Marlene Dietrich, s/d.


Monty Python Productions, 1980.


Benito Mussolini para el periódico que fundó
como Il Popolo d'Italia (1915). 

Ray Bradbury, s/d

Rolling Stones Records, 1982 

Thomas Alva Edison (laboratorio), 1923

Andy Warhol, s/d
Sir Winston Churchill, 1940

Harry Houdini, 1913

MoUvEmEnT DADA, 1920

The Doors, 1970
Iglesia Cienciológica, 1976



Si esto no alcanza, in situ podrán encontrar muchos más de la corporación Star Wars, varios más de Marvel Productions, muchos más de Disney Productions, varios de shows de TV (como el de Johnny Carson, entre otros), o alguno más de Ray Bradbury...






17/04/2011

Hongo (de los tóxicos)

Hongos de temer. 
Luego de las fotos encontradas en el baúl de madera, rodeemos lo que pasaba entonces. Así veremos qué sucedió en esos lares, donde los dos hongos tóxicos fueron plantados. 

Japón se rinde a los Aliados el 14 de agosto de 1945. El día siguiente, el Emperador Hirohito, rompiendo la tradición, usó la radio para anunciar por vez primera la derrota. Hablando con frases hechas, exhortó a sus súbditos a 'tolerar lo intolerable y soportar lo insoportable'. El enemigo había 'por primera vez, usado bombas crueles para matar y mutilar personas... y las graves bajas estaban más allá de lo mensurable'. Ese mismo día, Truman encomienda la misión de Evaluación de la Estrategia del Bombardeo Americano en el Frente Pacífico, la que debería cuantificar lo que Hirohito creía incontable. El objetivo era medir, tan precisamente como fuese posible, el efecto de las dos bombas (aunque ahora comentaremos en el Hiroshima, de donde provienen y dan cuenta las fotos). En otras palabras, debían poner dígitos al problema para que los norteamericanos tuviesen un cuadro real de referencia en el cual basar sus conclusiones sobre las 'capacidades' de la bomba, como de sus limitaciones. Así lo expresó Paul Nitze, el vicepresidente y autor de la evaluación. 

Como una parte del reporte general, se constituye un grupo especial: la División de Daños Físicos, para relevar los números necesarios. La componían miembros del Ejército, Marina y población civil -un total de aproximadamente ciento cincuenta hombres-, incluyendo ingenieros, intérpretes, fotógrafos y taquígrafos. Según la versión del Departamento de Guerra estadounidense -ahora declasificada-, este grupo tuvo la más importante y sin duda la más espectacular tarea del relevo total. Durante finales de octubre y noviembre de 1945, cada mañana, el grupo destinado a relevar los daños iban hacia Hiroshima donde habían levantado su centro de operaciones (en el segundo piso de un banco parcialmente destruido por la bomba). Se dedicarían exclusivamente a buscar los vestigios de la explosión, calibrando el daño y analizando la destrucción física de la ciudad. Por supuesto, una tarea impiadosa: entrado noviembre (recordemos: la bomba la arrojaron a principios de agosto), todavía se topaban con esqueletos que no habían sido cremados por la radiación...

Las ciudades de Japón en esos oscuros días de otoño eran una declaración de una tristeza indeciblesólo las cenizas y desolación de chimeneas sueltas sin otra estructura alrededor, dijo el conocido economista, John Kenneth Galbraith, uno de los miembros del equipo económico de la evaluación gubernamental. El equipo que se ocupaba del daño físico de la ciudad, examinó esas mismas estructuras que habían quedado en pié (las chimeneas, paredes y estructuras reforzadas de cemento que sobrevivieron) para explicar el efecto de la explosión sobre el metal y la madera a la enorme presión de la Bomba: en el derrumbe asombrosamente rápido, esa presión acható los techos y la onda expansiva retorció y sacudió esas estructuras de metal y madera enteras. Para estudiarlo y dar cuenta de ello, tomaron fotos, las que, en el año 2000, fueron encontradas en una vereda de Massachusetts.

Algunas de esas fotos fueron publicadas por el gobierno de los EUA en una edición limitada, allá por 1946. Si bien ninguna muestra sufrimiento humano -simplemente porque nuestros cuerpos se evaporan antes de que lo hagan esas estructuras-, el artículo del Design Observer señala algo muy cierto: esas fotos, están diciendo (gritando) esto es lo que nosotros, la humanidad, somos capaces de desatar unos contra los otros. Como ruinas que son, ellas nos remiten de vuelta hacia atrás en el tiempo (esto es lo que hemos hecho, esto es lo que somos capaces de hacer) mientras simultáneamente nos advierten de un futuro que no hemos aún encontrado (ellas dan la materia misma a nuestro terror acerca del uso de otras armas nucleares). Son lo que Robert Jay Lifton ha llamado el 'imaginario de la extinción', imágenes que reviven en nuestra imaginación las consecuencias de otro holocausto masivo y en ese sentido ayudando, aunque de manera muy débil, a mantenernos vivos también. 

La última idea de Lifton sabe ingenua por un lado, e incompleta por el otro, pero luego de reflexionar en este tema al hacer la traducción, no tengo ganas de seguir explayándome en razones o puntos de vista.







16/04/2011

Historias de la Historia (en Hiroshima)

En un artículo que escribió Adam Harrison Levy (un escritor y documentalista del que se dice que su trabajo para la BBC2 sobre consumismo en los '60s es realmente bueno) con motivo del 64° triste aniversario de la incineración de Hiroshima en el Design Observer, narra una experiencia tan valiosa que realmente es un desperdicio no replicarla en español, para que más personas accedan a ella. En este primero post nos dedicaremos a las historias que rodean la historia, en relación con lo de Hiroshima. En el próximo, nos referiremos a las fotos, su origen y sentido. 


Hacia el año 2000, en Watertown (Massachusetts), un hombre paseaba a su perro. En uno de los cruces de la vereda ve un montón de basura (colchones viejos, lámparas rotas...). Le llama la atención una caja o baúl, y va a ver qué es. Tenía una suerte de tira de cuero con una hebilla que lo sujetaba, así que la desató, y vió qué había dentro. Estaba llena de fotos en blanco y negro. Lo sorprendente era lo que esas fotos mostraban: edificios devastados, cimientos de hierro torcidos, puentes rotos... eran fotos de una ciudad aniquilada. Rápido se volvió a su casa con el tesoro. Ya en la mesa de la cocina, volvió a tomar las fotos y la sospecha se confirmó: eran los efectos de la primera bomba atómica. Estaba viendo Hiroshima (o lo que quedó de ella). Y eran casi setescientas y una fotos. O pruebas.


En esta caja de madera encontraron las fotos.

Concretamente, daban cuenta de que el 6 de agosto de 1945, a las 8:15 am, la Enola Gay cayó a tierra. El número exacto de muertos no se conoce, pero se estableció en ciento diez mil civiles y veinte mil uniformados, muchos de ellos instantáneamente evaporados por el calor de la estampida o bien quemados por la bola de fuego que inmediatamente arrasó la ciudad. Miles más morirían los meses siguientes, por causa de la radiación.


Treinta y uno días luego de la debacle, un grupo de científicos norteamericanos sobrevolaron el lugar para ver el desastre que habían hecho sus compatriotas: No se veía más que una enorme cicatriz plana de óxido rojizo, sin el gris del cemento o verde (porque no había techos de las construcciones o señales de vegetación alguna). Al igual que al ordenar incinerar una ciudad, la carencia total de fuentes documentales tampoco era un 'accidente': un mes después de que Japón se rindiese a los norteamericanos, el 18 de septiembre de 1945, el gobierno vencedor impuso un estricto régimen de censura en la recién derrotada nación. Nada que alterase los ánimos sería publicado, dado que el vencedor no ignoraba que el dolor y la ira podía desatarse al ver ese panorama de la ciudad (hay quienes sostienen, también, que la razón verdadera era, por cuestiones estratégicas, mantener secreta la capacidad de destrucción física de esta nueva arma). No obstante, la censura de la evidencia visual sirvió a un tercer propósito: ayudó a Japón y a E.E.U.U. a inhibir cualquier cuestionamiento doméstico acerca del mismo uso de La Bomba como arma de guerra. Esto es realmente curioso en términos de registros fotográficos y/o audiovisuales, ya que la Segunda Guerra Mundial fue el momento 'de madurez' -por así decirlo- de la cámara como factor de documentación de los desastres a los que lleva la guerra (si bien conocimos los trabajos de Robert Cappa en la Guerra Civil española -y hasta los mismos documentos de la Blitz en Londres-, en la segunda conflagración mundial el registro fílmico y fotográfico fue prolífico... pero acompañado por una enorme y duradera cantidad de censura). Lo cierto es que al pensar en Hiroshima, sólo proyectamos en nuestra mente el conocido 'hongo'. Y aún cuando eso sea todo un ícono, no es algo que 'simplemente sucedió' como una tragedia natural, sino el producto de la mismísima acción humana. 


...pero habíamos comenzado contando la historia de un hombre que paseaba a su perro... Pues bien, ese trabajador de tiempo completo en su negocio de comidas -que le permitió que sus seis hijos pudiesen ir a la universidad-, mientras era entrevistado por Levy, hizo un comentario más interesante que el que algunos estudiosos del tema podrían hacer (sobre todo, porque es apropiado y simple, sensible y real a un tiempo): 'El punto que más me afecta sobre las fotografías is lo que no está en ellas. Las ausencias, como la foto de los pies marcados como tiza en el puente'. Y pensativo, dice: 'La gente sabe qué hicimos en Hiroshima. Pero simplemente, no queremos pensar en eso' (la negrita es mía). 



Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP

Allende lo que muchos lamentemos y nos avergoncemos por ese hecho, cuando las fotos fueron encontradas, nadie sabía qué hacer con ellas... El descubridor las archivó por años, y se ocupó, mientras tanto, de su vida y la de su familia. Unos años después, hablando con una cliente, mencionó el asunto de las fotos. Ella logró armar una muestra en 2003, pero fue casi ignorada. 

Levy decidió ir a ver qué era del lugar donde habían sido encontradas. Vieron la casa y la vereda, y de ahí empezaron una búsqueda en la municipalidad para saber quiénes habían habitado la casa, googlearon algunos de esos nombres, llamaron a otros, hasta que alguien -apellidado Levitt-, del otro lado de línea, dijo: 'Las fotos? De Hiroshima? Las tienes? Pensé que estaban en mi sótano! Cómo las conseguiste? Esto es increíble! Debo haberlas tirado por accidente cuando estaba moviendo mis cosas. Nunca me hubiese desecho de ellas deliberadamente. Las tengo conmigo desde 1972! (...) Mira, creo que tal vez haya más, estoy seguro. Te llamaré de vuelta en diez minutos'. Vuelve a sonar el teléfono y lo confirma. Además, le dice que iría a verlo para mostrárselas: resultó que eran treinta fotos más de 10 x 20 en blanco y negro, algunas de las cuales tenían la marca 'Top Secret' y 'Restricted'. Eran fotos de reconocimiento aéreo, que había obtenido de un amigo que trabajaba de pintor de casas, a principios de los '70s, cuando vivió cerca de New York. Cree que aquél las encontró mientras hacía alguno de esos trabajos, pero sin seguridad alguna. De cualquier modo, las fotos estaban tiradas por ahí... Levitt dice que siempre quedó prendado con ellas, que algo siempre lo conmovía... pero se le hizo complicado hablar de ello. Recuperado, dice que, aún cuando todos vemos muerte y desastre por TV permanentemente, esas fotos eran diferentes, tal vez porque eran de objetos físicos. No representaban el horror precisamente, porque no vemos cuerpos. Pero su poder es realmente intenso... y agrega algo realmente interesante, valioso, importante para quienes nos gusta ver lo que la cámara nos deja ver, después de todo: 'creo que es porque no puedo evitar colocarme detrás del lente. Qué sentía el tipo que las tomó? Estaba disparaba y giraba el rollo. Disparaba y pasaba el rollo'. Esta idea vale, una vez más -y seguramente no la última- para reavivar el debate que envolvió el trabajo de Cappa en plena guerra ibérica intestina...


La foto fue llamada sólo 'Hiroshima' (1945). Pertenece al USA Strategic Bombing Survey Archive
(y fue adquirida con los fondos de la International Center of Photography en 2006).



Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP


Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP


Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP


Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP










Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP









Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP













Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP

Hiroshima (autor desconocido, 1945) - ICP





Luego del último encuentro, Levitt logró localizar a su amigo. Llamó ansioso y sin aliento a Levy para contarle que lo había hecho, y le dijo que él recordaba haber trabajado en una casa donde había habido un incendio y la familia se estaba deshaciendo de varias cosas. Vió una suerte de baúl de madera con incripciones en japonés y decidió llevársela. Dentro tenía las fotos. Una semana después, Levitt recibió de su amigo, Harlan Miller, un e-mail con un archivo .jpg: era la foto que vemos aquí, más arriba, de esa suerte de caja-baúl. En el frente (si miran con atención, seguro lo divisan, arriba de la última fila de números) se lee Tte. Robert L. Corsbie. Otra vez Levy y compañía buscaron algún dato de este nombre. El Depto. de Defensa acredita que era un oficial de marina y miembro del equipo de daño físico de la Evaluación.



En el próximo post, algunos hechos que, si bien no están aquí fotografiados, explican la existencia de estas pruebas de la miseria humana (aún en la misma nación que se jacta de su permanente defensa y lucha por los derechos humanos). 






26/03/2011

Pasado, Presente y Futuro


Yo recordé, recordaba, he recordado, había recordado, hube recordado.


Yo recuerdo.


Yo recordaré, habré recordado.






24/III/1976
(y su antes, y su después...)













30/01/2011

Confeito para Você: Quem foi Pi y Magall?


Gostosura é aprender mais uma
coisinha todo dia

Doutorou-se em direito e foi o editor das obras de Juan Mariana. Publicou em 1854 La Reacción y la Revolución, livro que foi precursor de muitas das teses federalistas de Proudhon.

Teve que exilar-se em Paris desde 1866, mas em 1869 foi eleito deputado para às Constituintes. Aqui emerge como o principal teórico do republicanismo federativo. Que dera, chega a ser presidente do executivo em 1873. Nesse curto período tem de enfrentar o movimento cantonalista (como a crise de Cuba) defendendo a aplicação do federalismo a esse território das Antilhas (contudo, não atinge solução, porque a revolução cantonalista desencadeia-se em 12 de Julho de 1873 em Cartagena). No dia 17 as Cortes não aprovam seu projecto federalista (vão por o de Salmmerón, também republicano mas unitário. E por causa disto, algumas cidades que se declaram independentes em nome do cantonalismo).

Funda o Partido Republicano Democrático Federal, como dissidência do Partido Democrático. Propõe a república como uma federação de estados soberanos, com a separação da igreja e do estado e ampla autonomia para os municípios. Em 1880 passou a designar-se Partido Republicano Federal Pactista. Se quiser conhecê-lo, pode conferir 'Las Nacionalidades' (1868). Tem edição em português, claro.




23/01/2011

Relación Historia - Cine II



Después de lo hecho en el post anterior con respecto a este tema, pasemos ahora a lo que Marc Ferro señala como el punto central de su exposición. Tiene dos cuestiones: la primera, refiere a si las visiones que los cineastas tienen de la historia contiene originalidad. Y aquí mi desacuerdo es casi total. Para mostrarlo, creo más sintético exponer lo siguiente: Dado que los cineastas cuentan historias, como algunos periodistas, como todos los escritores, como muchos saltimbanquis, o como todas las personas que quieren gustar al otro en una primera cita amorosa (ya habrá tiempo para descubrir la verdad), las decisiones del director, al hacer cine, son externas a la historia en la trama que cuentan. En otras palabras, al dirigir una película, los cineastas han tomado decisiones anteriores –como la ideológica, que veremos más adelante y que condiciona la historia y el modo de narrar- estando por fuera (o antes) de ese proceso histórico que presentarán. El punto es, que aún estando por fuera, influye críticamente a ese futuro filme, claro. En este sentido, le agregamos al decurso de Ferro algo que creemos fundamente. Ese plot que contarán, lo muestran de dos modos (o, mejor dicho, en dos dimensiones): el primero, es irrenunciable. Tienen, necesariamente, que contar una historia con imágenes (pero pueden contarla sin palabras –aunque eso también requiere un guión-, o pueden contarla con canciones, incluso pueden hacerlo con todo eso junto). La segunda dimensión, hace a los signos cinematográficos –el lenguaje- que utilizarán para hacer lo primero. Aquí referimos a todas las decisiones estéticas que pueden tomar, desde utilizar película en blanco y negro, pasando por hacer tramos en animación; y de manera más frecuente las decisiones de vestuario, colores en los planos, la música y los objetos que integren la escenografía/plano, entre otras cuestiones.


Así pues, los cineastas hacen eso: cuentan historias. Tienen algo para decir en las historias que elijen contar. Su oficio es sólo eso. Como en todo oficio, algunos son mejores que otros, con más o menos suerte, con más o menos ‘condiciones’. Por ello, preguntarse acerca de la originalidad de las historia de los cineastas es la misma ingenuidad que preguntárselo por las de un novelista, un trovador o un guionista de teleteatros. Sí: esas historias que cuentan se originan en ellos en la medida que toman todas las decisiones que tienen que tomar para filmar, y por supuesto, esas decisiones están influidas por su cosmovisión, por lo que quieren mostrar, en este caso a través de una historia que puede desarrollarse en un período histórico. O sea, en sus manos, la historia (o la Historia) está sujeta al lenguaje con que se expresan, y además, a ciertas interpretaciones… ¿pero esto no sucede también a los historiadores? Tal vez pensemos que no porque los historiadores gozan de herramientas para hacer –en apariencia- más ‘válido’ su pensamiento. Pero está infectado de interpretación, seguro. Con esto no quiero decir que los cineastas puedan reemplazar en las facultades a los profesores de historia, ni que los historiadores no pasan de trovadores. No. Simplemente quisiera recordar que la historia, cuando es estudiada, pensada y procesada para ser contada, aún por personas preparadas en ello, también es presa de manipulaciones –más o menos conscientes, más o menos académicas, más o menos científicas-… pero manipulaciones al fin. En el caso de los trozos de historia que vemos en el cine, a través de una película, ellas pueden estar más o menos documentadas (a veces, si esto no sucede, no es necesariamente negligencia de los directores, sino de ‘las fuentes’ que no cooperan con ellos: y si no, pregúntenle a Sidney Lumet, cuando necesitó ayuda para hacer los sets más realistas de Fail Safe en 1964… aún espera la ayuda del gobierno de Estados Unidos). Descontando que, aún cuando estén asesorados por un consejo de doctos historiadores, lo que estos pueden dar es una corroboración de los hechos en el guión, pero tan doctos como fuesen, no tendrán autoridad alguna en el lenguaje cinematográfico. En otras palabras, podrán decir si una película que narra –por ejemplo- algún trecho de la revolución francesa ordena adecuadamente los sucesos, o no altera los roles de personas que pueden estar representadas, etcétera… pero el modo de contarlo –que para algunos lo es todo- no está a su alcance. Para decirlo esquemáticamente: una vez superado lo que llamaría el ‘estadio básico de línea del tiempo’ de información histórica –donde cotejamos que un suceso acontece una cantidad de tiempo antes o después de otro-, en el exacto momento en que empezamos a narrar esos hechos… ¿puede alguien –historiadores inclusive, aún si lo hiciesen ‘en menor cantidad’- alejarse por completo de caer en una interpretación?



Pero en fin, quedémonos por ahora con lo que afirma Ferro acerca de las ideologías –que existen independientemente de los cineastas- y hacen de ellos gente de izquierdas, de derechas, anarquistas o anti-anarquistas, clericales, musulmanes o pan-arábigos. Digamos, así, que ellos son algo que no es por ellos mismos, sino que lo reproducen (es por ello que transcriben fílmicamente ideas que son independientes de los hechos cinematografiados). El ejemplo de Ferro es claro: para cotear la Revolución Francesa, si vemos la película de Abel Gance Napoléon (1927), tendremos una visión claramente pre-fascista; mientras que si cotejamos el film de Jean Renoir de 1938, La Marseillaise, tendremos una visión socialista o de ‘frente popular’. Por lo tanto, los cineastas poseen una ideología y procuran métodos para realizar, para traducir, esta ideología.



Llega el turno, entonces, de una desconfianza de Ferro: Concretamente, se pregunta si, además de dominar el lenguaje cinematográfico, los directores tienen método para analizar y presentar fenómenos políticos e históricos. Lo cierto es que pueden -o no- tenerlo, al igual que lo puede tener cualquier otra persona especializada -o no- en la ciencia de la historia, pero para asegurárselo cotejan con especialistas a la hora de filmar, y, cuando no lo hacen, puede deberse a su mera soberbia, o a ese soberano capricho -que lamentablemente todo algunas vez nos infligimos- como es no querer someter nuestra postura a otro, para no tener que aceptar que la realidad puede ser diferente de lo que creemos de ella. Siguiendo con las causas de esa desconfianza, reticencia del autor, señala dos: cito la primera, que hace al temor que los cineastas no tengan una perspectiva del mundo independiente de las visiones oficiales. Sobre esto no tengo objeción alguna. Aunque cito la segunda, y me encuentro con esto: [la posibilidad que] esas imágenes no sean puras y simplemente la traducción de teatro filmado o de adaptación cinematográfica. Es aquí donde Ferro comete el sacrilegio, el error completo… el insulto al cine como arte. Lo lamentable es, que en varios papers y hasta en círculos supuestamente formados en el análisis del material audiovisual, esto también se oye: no se puede ‘filmar teatro’ y hacer de ello cine, simplemente porque el teatro filmado es algo que NADA tiene que ver con él. Filmar teatro será, solamente, colocar una o dos cámaras –que pueden o no estar fijas- delante de un proscenio o donde se escoja, y registrar lo que los actores desarrollan con todos los preciosos recursos de una obra en escena. Hacer cine, cinematografiar, es algo bien diferente. En primer lugar, es un arte distinto, separado del teatro. Por ende, tiene su lenguaje propio (se puede consultar el sentido que guió a Dziga Vertov en su obra maestra de 1929 – manifiesto que, si bien genial, no es el único estudio acerca del tema). Por otro lado, lo que podemos observar en cualquier filme (desde el que menos nos haya gustado hasta el que haya cambiado nuestras vidas, desde el más corto hasta la saga más dilatada, desde el más independiente hasta el más hollywoodense concebible), es que -en el caso que la historia lo justifique, claro- tienen planos sucesivos en el tiempo en locaciones diferentes (incluso, muchas veces narran hechos en una ordenación tal que sería dificultosa de implementar en el teatro, aún cuando un cambio de escenografía fuese algo posible de realizar técnicamente). En esos filmes, seguramente, hemos visto ‘la acción’ desde diferentes posiciones (en algún momento, los actores estarían debajo de nuestra mirada, otras a nuestra altura, y otras más arriba); en esos filmes, encontramos muchos casos donde el movimiento de actores en el espacio se registra en distancias más grandes que las de un teatro convencional, y con un nivel de detalle que no sería posible alcanzar desde un asiento (salvo que fuésemos los camarógrafos que filman esa obra -y, si así fuese, ese privilegio sería sólo del operador). Pero aún siendo así, la acción estaría limitada por el escenario, y no podría captarse un decurso de grandes distancias o de cambios de ambientaciones –como el caso que un personaje ingresa de una habitación a otra, luego sale y termina al aire libre-). Ni que hablar de cuestiones de efectos especiales –que, aunque ‘irreales’ tiene consecuencias narrativas y estéticas-. Tampoco podríamos, en un teatro, contemplar el rostro de un actor aún más cerca que si lo tuviésemos enfrente… (ese mismo rostro que Claude Chabrol llamaba el ‘gran paisaje del cine’)- Como vemos, todo esto no lo podemos experimentar en un teatro. Cantidad de recursos que el cine ha usado y usa no pueden ser obtenidos al filmar una obra de teatro. Someramente, este es un modo fragmentario, seguramente apresurado, de desactivar ese insulto de Ferro y tan común en muchos círculos… esa abyección de pensar que el cine es ‘teatro filmado’… ¡Por favor, deberían tener pudor, si no vieron lo que está frente a sus ojos!



Con respecto a lo que Ferro nos señala como ‘adaptación cinematográfica’… tenemos otro problema. Otro más. Lo que Ferro denosta –o al menos, no aclara si no lo hace- es lo que ingenuamente creen como realizable (igual que ‘filmar teatro’ y voilá! hacer ‘cine’… pst!): ‘adaptar’ una obra literaria, es la mera trasposición de lo que leemos en algo que ‘hacen’ unos actores, rodeados de utilería, con un poquito de música arriba, títulos de apertura y unos cuantos créditos al final… parece que eso, es adaptar una obra literaria. Y lo peor es que parece, que así de simple y mecánico, es incluso posible. No funciona así: adaptar una obra (de teatro, literaria, una ópera) a un filme implica una selección de la primera, y la re-construcción de los elementos narrativos (que el director decidió incluir en su obra) en imágenes. A esto debemos sumarle el modo en que presentará esas imágenes (fundado en criterios narrativos de la misma obra o bien en lo que él decide que estéticamente tiene un significado que expresa con mayor perfección lo que quiere decir) de esa historia - que ya puede ser, a esta altura, un storyboard. Como vemos, el proceso lleva varias etapas, o sea que es muy lógico (y esperable) que la versión fílmica no sea parecida –o al menos, como nosotros la imaginamos cuando leímos el libro (lo cual es absurdo, dado que mi impresión mental de un libro es diferente de cualquiera otra persona que lee al mismo tiempo la misma historia ¿Por qué no iba a ser diferente la impresión mental que se hizo un director, que por cierto, es una persona que está habituada a pensar con imágenes?). a todo este proceso deberíamos adherirle una ‘alteración’, no del todo legítima: los grandes estudios, de acuerdo con la línea de películas que han producido y exhibido (como fue el caso de la MGM con filmes donde el esplendor y el glamour eran la regla, o la Warner Bros. con los grandes clásicos de gángsters, etc.) o por presiones ideológico-culturales (dicho de manera, tal vez, demasiado sintética: lo que Norteamérica considera que es bueno/malo o quiénes son los buenos/malos y qué los convierte en tales) y que en pos de ello editan (a veces censuran lisa y llanamente) lo que se ha filmado. Y podría seguir, pero para no fastidiar tanto y porque creo que con esto alcanza para el comentario de Ferro, pasemos a lo que sigue:

El texto continúa, con los casos de obras cinematográficas que efectivamente han interpretado la historia, remarcando la obra de Luschino Visconti. A este gran director se lo etiqueta –creemos que con mucho tino, ya que Visconti ha sido genial en señalar la decadencia: decadencia de personajes políticos, decadencia de grupos, agregados sociales, decadencia de las idealizaciones acerca de la realidad, etc. Es, como Ferro bien dice, un teórico de la decadencia, con una perspectiva aristocratizada que ha escrito en films. Lo curioso es el ejemplo que le precede, porque mencionando el Hitler de Syberberg (1977-78), obra no es un film pro-hitleriano ni tampoco antifascista-, sino que es una visión wagneriana de la contribución y la innovación hitleriana. Aún cuando esto último pueda considerarse, incluirla en el mismo ejemplo que la toda la vastísima obra de Visconti, es algo que Syberberg debería agradecerle de rodillas a Ferro (y, desde ya, éste debería ser más prolijo al ilustrar sus ideas). Sobre todo, porque lo presenta como los ‘cineastas que tienen una visión global’ y Visconti la tiene en todos sus films, pero Syberberg hizo sólo un film con esa supuesta globalidad.




Luego pasa a lo que considera cineastas que no poseen una visión global, pero que sí poseen una técnica fílmica [sic] que tiene aportación histórica. Ofrece el primero ejemplo: Fritz Lang, con M (1931), donde Ferro sostiene que, aún cuando no sea más que una película sobre un personaje verídico –pero no histórico- clarifica efectos de Alemania de antes del nazismo, es decir, es un análisis de la Alemania de Weimar. Permite hacer historia, aunque no habla de las elecciones, de los partidos políticos ni de los nazis. Ferro considera –pero no confiesa que esto es una interpretación más artística que histórica- que el relato de la búsqueda del criminal muestra el funcionamiento la sociedad de la Alemania de los ‘30s: el poder, los pobres, los gángsters y la opinión pública; cómo funciona la familia, el papel de las mujeres, etcétera. Esto corre, según él, para el caso de M, lo que no habla de la obra de Lang –que es mucho más vasta y que nada tiene de pretensión histórica-, lo que dificulta verlocomo un cineasta de aporte histórico. Es sólo un caso: M. No es la obra del artista, en donde sí cabría la situación de apodarlo cineasta de (lo que se considere que hizo/hace). No obstante, a raíz de M, Ferro se plantea algo muy interesante: la posibilidad de pensar los hechos no históricos como sintomáticos –después de todo, es por los síntomas que se nos permiten conocer las enfermedades-, las enfermedades de la sociedad o del poder. Y los males del poder y de la sociedad son historia. El segundo y sucesivos ejemplos son los historiadores franceses [sic!] de la Nouvelle Vague como Jean-Luc Godard, o el americano Elia Kazan o, incluso, cómicos americanos de la sociedad norteamericana como Woody Allen. Todos estos casos, Ferro los presenta como aquéllos cineastas que prescinden de la ideología dominante para poder dar su propio reflejo histórico.




Esquema de Clasificación para Obras Históricas (cine, novela, teatro, etc).

 
Lo segundo que pretende Ferro es proponer un esquema de clasificación para las obras históricas en general: fílmicas, novelísticas y científicas. Es una pequeña clasificación de las diferentes maneras de escribir la historia, y de las funciones que tiene cada una de ellas. Las presenta como tres:


  1. La función de memoria y de identidad. En ellas guía el principio de pureza, buscando, por ejemplo, los catalanes la historia de Catalunya; los judíos la del pueblo judío; las mujeres la de las mujeres; el ejército la del ejército, etcétera (estas obras explican la historia como una narración, de manera cronológica, y tratan de sumar toda la información disponible. Aunque la voluntad de narrar, pude ser apelando a una dramaturgia).

  1. La segunda función de la obra histórica es la comunicación, o sea, presentar una situación acorde nociones estéticas, para lograr que la obra satisfaga al realizador y resulte interesante/placentera al que la visiona. Guía aquí el principio del placer: y esto nos obliga a retomar la cuestión dramática de la introducción, el desarrollo orientado a un clímax y el desenlace (que puede hacer interesante lo mostrado, pero que no necesariamente es una progresión histórica). Así, la historia no procede como en una trama en subida constante hasta llegar a un clímax y un desenlace. En la historia hay subidas y bajadas, dice Ferro. No todo sucede acorde a esa estructura clásica que procura un clímax para luego desenlazar… Es aquí donde Ferro ve esas ‘reglas’ de la dramatización opuestas a la historicidad (lo que vimos que le achacó a Kubrick, al querer captar al público antimilitarista y no mostrar lo que sucedió en la Primera Guerra Mundial en ese pelotón).

  1. La tercera función de la obra histórica es analítica: ésta debe dar una inteligibilidad a los fenómenos de la historia. Aquí la forma narrativa es problemático-descriptiva: se plantea una cuestión y se intenta responder una pregunta. Su fin es explicar y por ello sigue una ordenación lógica. La guía el principio del poder, enseñando científicamente que quienes plantean la historia son más competentes que los que rigen ese orden socio-político. Por ejemplo: por qué Navarra y el País Vasco no tuvieron la misma actitud durante la Guerra Civil española. A partir de aquí se busca una respuesta, que no es novelesca ni de corte dramatúrgico.


Hasta aquí lo que Ferro ofrece para su conciso texto. Es discutible, pero también –o por eso- es valioso, interesante y recomendable.